Capítulo 48.

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—¿Me estás diciendo que Alma estaba siendo investigada?

—Así como escuchas, mi niña. Llevaba varios meses bajo investigación por varias negligencias con otros reclusos que, cuando investigaban a fondo, el resultado era muy distinto al que ella presentaba. Lo que hicimos no fue más que una ayuda a la policía.

—Si que es una sorpresa.

Carla sonríe y mira a Amanda que habla en voz baja con su madre. Llevan dos días que apenas intercambian palabras, solo saludos escuetos hay entre ellas. Una grieta de dudas que crece en cada pensamiento, en cada acto de indiferencia, las tiene caminando en pasos lentos, inseguros.

—¿Qué harás cuando se marchen? —el abogado la observa detenidamente.

—Seguir con mi vida, no es que me vaya a afectar tanto su partida, es algo que tarde o temprano iba a pasar. Dime sobre Joel.

—El chico no aguantará mucho, es demasiado débil para lo que le espera, son más de 35 años de cárcel —el mayor hace una pequeña pausa—. No cambies el tema. Te has enamorado de Amanda, acéptalo de una vez. Mujer como esa es difícil de encontrar, deberías de analizar más a fondo tus sentimientos.

—No me he enamorado de ella, Pedro —la ojiverde sonríe a la periodista, ésta frunce el ceño—. No estoy preparada para una relación, no de la manera en que ella lo merece.

Ángela se acerca a la pareja, Pedro se pone de pie.

—Señora Angela, un gusto volver a verla.

—Igualmente abogado. Carla, creo que ha llegado el momento de agradecer lo que has hecho por nosotras, no cualquier persona hace lo que tú hiciste.

—No tiene que agradecerme nada, lo haría otra vez de ser necesario. ¿Cuándo se marchan? —Carla mira hacia la dirección que se ha marchado la periodista.

—Esta misma tarde —la joven la mira alarmada, pensaba que al menos se quedarían esa noche—. Adriana irá directo a mi casa mañana, yo cuidaré de ella una vez que le den el alta. Amanda ya está buscando casa, en lo que encuentra una que le acomode, se quedará conmigo.

—Deme su dirección —Pedro ríe, la joven lo fulmina con la mirada.

—¿Vas a volver a acosar a mi hija?

—Ya he tenido a su hija en mis manos, señora Angela —la mayor abre los ojos escandalizada—, no debería de preocuparse por eso. Quiero la dirección por si un día tengo la necesidad de hacerles una visita.

—Señora Angela, no debería de escuchar a los jóvenes de este siglo, estos no tienen filtro a la hora de hablar —el abogado empuja a la ojiverde.

—Es la verdad —Carla se defiende.

—Ustedes sabrán —Angela suspira—, solo pido paz, hemos sufrido mucho en estas últimas semanas, creo que ya es suficiente.

—Yo tengo que salir ahora, la empresa me aclama —la joven se pone de pie—, llegaré tarde, tal vez no las pueda acompañar. Cualquier cosa que necesite no dude en pedirlo, estaré siempre a su disposición.

—Gracias.

Carla se acerca a ella y la abraza, Angela se sorprende, pero devuelve el abrazo, cálido, afectuoso, sano, lleno de un poder de seguridad inmenso.

—¿No te despedirás? —pregunta antes que la joven se marche.

—No es conveniente despedirme con usted en casa, créame, mis neuronas fallan cuando la tengo cerca y las hormonas buscan liberación. No le gustará escuchar a su hoja teniendo sexo, ¿o sí?

—El día menos pensado me causarás un infarto, muchacha —la mayor ríe—. Ve a despedirte. Estaré en la cocina, prepararé ese pollo a la naranja que tanto te gusta.

—Gracias. Todo lo que cocina es riquísimo, pero ese platillo, mm, es el mejor de todos.

Pedro se marcha, los intentos de la mayor para que le hiciera compañía fueron en vano, tiene mucho trabajo y más si se trata de resolver los problemas de su joven empresaria.

Carla se detiene frente a la puerta y se toma unos segundos antes de tocar.

—Adelante —la voz cálida de la periodista sigue ejerciendo efectos sobre su piel, como la primera vez que la escuchó frente a su casa el día que salió del hospital.

—¿Puedo mortificar tus pensamientos antes de marcharte? —Carla se acerca a ella despacio.

—¿No tienes mejor cosa que hacer?

—No, cuando se trata de ti, todo lo demás carece de importancia —Amanda la mira.

—Deberías escribir un libro de cursilerías.

—Directo al corazón, eso dolió.

—¿Qué quieres? —la periodista sigue empacando las pocas cosas que tiene en la habitación.

—A ti.

—No estoy para bromas.

—No bromeo —Carla invade su espacio personal y atrapa sus manos entre las suyas—. Vine a despedirme, me marcho a la oficina y no saldré hasta tarde.

—En serio quieres hacerme creer que no nos veremos más. Carla, eso no te lo crees ni tú.

—Hablo de hoy, mi cielo. No estaré para despedirte, ni acompañarte.

—¿Quieres que te agradezca?

—No, ya tu madre lo hizo.

—¿Qué quieres entonces? Entre nosotras está todo dicho. No hay mucho que contar.

—¿Tan poco significó?

—¿Significó para ti? —Amanda libera sus manos y la mira a los ojos.

—Si y mucho. Sé que soy una persona calculadora, manipuladora, enredadora. La más pérfida que pueda existir. Pero algo se te escapa y es que tú, has cambiado todo eso en apenas horas.

—No creo nada de lo que dices.

—No pido que creas, pido que no lo olvides —Carla se aleja—. Me tengo que ir. Espero que todo sea leve y que logres estabilizarte, yo estaré aquí para lo que necesites. No importa la hora ni el día, tocas la puerta y estas serán abiertas para que entres.

La joven se dirige a la puerta, pero detiene sus pasos abruptamente, se voltea y mira a la ojiazul.

—Me robaré algo, espero poder devolverlo un día.

—¿Qué? —Amanda siente que su corazón late despavorido.

Carla acorta la distancia entre ellas y la besa. El beso es corto, apenas un roce de labios, pero de todos, el más significativo, el que más han sentido, y es que, de todos, este es el más diferente, es el de la despedida, el que marca el inicio y el fin de una continuidad difusa y turbia. Amanda se separa y busca sus ojos con la mirada, la ojiverde la evade saliendo de la habitación. Una vez sola, la periodista se deja caer en la cama, siente que por primera vez duda en tomar una decisión, se le está haciendo difícil acatar las órdenes de su corazón, todo porque su mente no quiere aceptar los sentimientos que han despertado en su interior por la empresaria.

TATUAJES. (Editando).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora