Capítulo 23

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Su día a día había dado un cambio brusco de rutina, transformando así su manera deliberada de llevar su vida. Todo se había distorsionado, su paz se había visto interrumpida por una persona desquiciada que se atrevió a desafiar la tranquilidad de su casa y romper con los únicos recuerdos que la mantenía atada a su feliz e irrecuperable pasado. Amanda no acaba de asimilar todo lo que tenido que afrontar en menos de dos horas.

Todas sus desgracias sumadas a otras tenían nombre o varios nombres, uno que no conoce ni imagina y otro que aflora en sus pensamientos en cada paso que da en un apartamento escogido por su madre para que se mantenga alejada de lo convulsivo que puede causar la excitante noticia. Su casa ha sido saqueada sin importar su presencia en la estancia, había sido amenazada de muerte, ella, su madre, sus amistades. Todo por ser testigo del acto que desencadenó al terrible accidente.

—Amanda.

—Dime mamá.

—Siéntate hija, así no lograrás nada. Trata de tranquilizarte.

—No puedo mamá. Han entrado a mi casa como ladrones, sin robar nada, solo para dejarme claro que andan detrás de mí. ¿Qué mal habré causado en otra vida, para estar pagando por ello ahora?

—No has hecho nada, cariño. Son unos desquiciados, solo eso.

—Son no, es una desquiciada, mamá. Tenías razón con Carla, es la única culpable, solo ella tiene motivos para hacer algo así. No tengo la menor duda.

—No tienes prueba.

—No hace falta tenerla para saberlo. Ella lo dejó bien claro. Me hará la vida imposible y este es solo el inicio.

—No saquemos conclusiones, hija, no creo que ella se haya atrevido a hacer algo así.

—No entiendo por qué dudas. Tú misma me dijiste que ella tenía esos pensamientos hacia mí.

—Y lo mantengo, mi amor. Por experiencia y por todo lo que he vivido, he aprendido a no sacar conclusiones precipitadas, no tenemos prueba que la implique, solo queda esperar a ver que dice la policía.

—Está bien mamá. Pero no me quedaré con los brazos cruzados, Carla se ha manifestado y yo no soy tan tonta como para dejarlo pasar.

—Yo dije lo que tenía que decir, es tu decisión si haces o no algo contra ella.

Angela la deja sola, la periodista queda en silencio, solo el sonido irritante de su teléfono es capaz de romper con el eco de sonidos sordos que conviven a su alrededor. La llamada entrante es de Carla una vez más, ha optado por ignorarla, no tiene valor contestarle, nada de lo que la chica quiera decirle merece importancia.

—Deberías contestarle —Angela vuelve a aparecer.

—No. Eso le daría ventaja, descubriría donde estoy y es lo que menos aceptable que podría hacer ahora. Mamá, entiende que esa mujer quiere exterminar a tu hija, sacarla de la faz de la Tierra.

—¿Qué harás entonces, si estás segura de que fue ella la que hizo ese desastre con tu casa? ¿La demandarás? ¿La llevarás a juicio?

—Si. Eso haré, pero si afirmas que participarás atestiguando a mi favor.

—Solo puede decir lo que pronunciaron sus labios, en lo demás no tengo prueba. No voy a mentir.

—Con eso es suficiente, mamá. Con la verdad.

—Hoolaaa —una peli castaña entra haciendo estragos con la tensión entre madre e hija.

—Adriana, ya era hora que aparecieras —Amanda la recibe con un caluroso abrazo.

—Demasiado ajetreo en el trabajo, querida. ¿Cómo estás? Con todo esto que ha pasado, me imagino que fatal.

—Voy a preparar algo para beber. ¿Café o té? —Angela se dirige a la cocina.

—Para mí, café —Adriana se adelanta a la periodista.

—A mí, un té verde, mamá. Gracias.

Adriana espera que la señora desaparezca. Se acerca a la pelinegra y murmura.

—La prensa está como loca. Todos los medios están colapsados con lo que te ha pasado, no dan tregua a nada, lo mejor será que te mantengas oculta, por lo menos en el tiempo que las aguas revueltas vuelvan a su cauce.

—Ni la televisión he querido encender. No estoy para atormentarme más de lo que estoy, esto me supera Adri. Primero la muerte de mi hija, ahora esto. Esa mujer no me dejará en paz nunca.

—¿De qué mujer hablas, Amanda?

—De Carla, la hermana de la otra chica que murió en el accidente. Ella me alertó, no me dejaría en paz nunca. Esto es solo obra de su venganza, es solo el comienzo.

—Es un poco extraño. ¿Ella se encargó de que supieras de su existencia?

—Si.

—Si hubiera hecho algo así o simplemente ver ordenado el atentado, no la hace una persona muy inteligente. Se pondría en evidencia.

—No puedo pensar en alguien más que en ella, es la más perjudicada después de mí. Es la que busca venganza.

—¿Es la que te llama constantemente?

—Si.

—Yo te apoyo en lo que desees hacer con respecto a ella, pero repito, es muy extraño que esté tratando de comunicarse contigo, después de todo.

—Gracias Adriana, sin ti no sé qué hubiera hecho.

—Cuando tu madre me llamó no lo dudé dos veces, ella es incondicional para mí, lo sabes. Ustedes con importantes para mí.

TATUAJES. (Editando).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora