Tres días habían pasado desde que escapó de la casa de Amanda, escurrida en una hora temprana de la mañana, huyendo de lo desconocido que había despertado el cuerpo de la periodista a su lado, todo tan suave que la había asustado de tal manera, que no fue capaz de dar la cara y enfrentar las cosas como a ella tanto le gustaba. Su empresa la sumergió entre cifras y números, incapaz de salir a flote de tanta sumersión. Las actividades comerciales la habían sorprendido, más que los negocios. Las responsabilidades de mantener en altura los logros que había alcanzado su hermana en tan poco tiempo, era lo que la hacía perder el equilibrio emocional entre la realidad y lo logrado en su familia.
Tuvo que posponer la cita con la policía, algo que justificó hasta convencerlos, con ayuda de su abogado. Estaba al mando de las empresas de la familia y eso, en principio, le había robado todo el tiempo a Carla. Tanto así que había puesto en segundo plano a la periodista, olvidándose por completo de ella, de su existencia. En el fondo la joven sabía que ella estaba presente, una mujer como Amanda no se puede ignorar tan fácilmente y eso se lo dejaría claro, los acontecimientos del futuro.
—Dime Gabi —contesta la llamada de su amiga.
—Enciende la televisión —pide Gabi con un poco de ansiedad.
—No tengo televisión en la oficina, Gabi. ¿Qué sucede?
—En tu computadora, Carla. Están pasando noticias de Amanda, es algo que te puede interesar.
Al escuchar el nombre siente que el corazón se le dispara. La periodista sigue causando en ella sensaciones que nunca había experimentado. Busca descorazonadamente, con esfuerzo emocional la noticia en su ordenador. La casa de Amanda había sido saboteada, atacada con todo tipo de objetos, causando todo un caos alrededor de la vivienda. La corresponsal había recibido varias amenazas, a raíz de unas de las víctimas del accidente. Carla estaba estupefacta, no podía creer lo que veía, todo era tan horrible lo que habían hecho con la casa que le sorprendía que la ojiazul saliera ilesa, sin ningún rasguño.
Carla suspira agitadamente, le están amenazando a su víctima y ella no lo puede aceptar. Observa como la periodista es sacada de su casa, custodiada por varios policías, la situación es irreal. ¿Quién la amenazaría? ¿Quién es el que ha logrado perturbar su mente?
—¿Carla, estás ahí?
—Si Gabi. Estoy viendo las noticias. ¿Cuándo pasó esto?
—Esta mañana. Todo ha sido muy rápido. Gracias a la policía no ha pasado a mayores. Amanda se ve desesperada. ¿Quién podría ser la persona? ¿Tú no tienes nada que ver?
—No. Gabriela, llevo más de tres días que no sé nada de esa mujer hasta ahora. Yo no caigo tan bajo. Amanda es todo lo que odio, pero a la vez lo que más quiero cuidar, no sé cómo explicarlo, pero así es. Tal vez es el hecho de que todo su sufrimiento lo quiero causar yo y me jode que lo haga otra persona.
—Espero sea verdad, Carla. Nada nos decepcionaría más que saber que has hecho algo en contra de ella. No lo merece, Amanda no merece tanto sufrimiento.
—Nadie merece sufrir, Gabi. Pero la realidad es otra. Estamos destinados a tropezar con esas gruesas espinas, por mucho que no alejemos, terminamos tropezando y pinchándonos.
—Carla, tus palabras bien formadas, no nos alejarán de las dudas, y mucho menos después de saber que ella es la causante de la muerte de tu hermana.
—Gabi por favor, no pueden dudar de mí. Yo sería incapaz de hacer algo así.
—Si no fuiste tú. ¿Entonces quién?
—No sé. Pero te doy mi palabra, no he sido yo. No quiero imaginar si esto es lo que piensas tú, lo que debe de pensar Amanda.
—Pues ve preparándote. Ella no se quedará con los brazos cruzados. Irá a por ti.
Carla se queda en silencio, cuelga y no duda en llamarla, Amanda la ignora, lo intenta tres veces más, pero la periodista no responde. Se siente frustrada, impotente, solo necesita llamar a una persona, es el único que la puede ayudar.
—Pedro —la joven empresaria detiene sus movimientos al ver entrar al abogado.
—Dime cariño. Te veo preocupada.
—Necesito encontrar a una persona. Es importante para mí, con eso te debe de bastar para encontrarla.
—Carla. ¿De quién estamos hablando?
—De Amanda Gutiérrez.
—¿Te has enterado de lo sucedido?
—Si. En este momento ella debe de pensar que he sido yo la causante de todo por lo que está pasando.
—Déjala estar. Si ella piensa así, no tardaran en dar contigo.
—No me gusta estar involucrada en asunto legales.
—Yo me encargo de todo, pequeña. Tú céntrate en llevar la contabilidad de este lugar al cien.
—Gracias. No sé qué me haría sin ti.
Una vez marchado el abogado, Carla llama de nuevo al teléfono de la periodista, sin respuesta alguna, desiste y se centra en los números que indican el buen funcionamiento de la economía en su empresa.
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TATUAJES. (Editando).
RomansaSu hermana Keila sufre un accidente tras el cual fallece en el hospital, ese mismo día una periodista famosa corre con la misma mala suerte, siendo la causante de la muerte de la joven y de su amada hija. Carla la hermana de la fallecida buscará v...