Sus piernas son abiertas con decisión y acariciadas con un deseo y una posesión nunca antes experimentada por ella. Su cuerpo tiembla por la excitación que le recorre y no puede evitar gemir, la humedad más que visible en su sexo se roba toda la atención de su amante, dejándola por segundos fuera de combate, totalmente a su merced.
—Tócate para mí —susurra al oído y ella se desvanece de placer.
Sentada en la cama trata de tranquilizarse, el corazón le late con fuerza e impetuoso, lucha por regular su respiración, pero le es imposible, su cuerpo sigue implorando las caricias de esas manos posesivas y es difícil escapar de todas sus emociones. Amanda siente su sexo latir con ahínco y la humedad de este escurrir frenando su recorrido en su ropa interior. Acaba de tener un sueño húmedo con Carla y su piel pide a grito un poco de calor, demasiada excitación para ser solo un sueño.
Se deja caer en la cama y observa la hora, 5:10 AM, buen horario para darse placer, aunque sea imaginando a esos ojos verdes que tanto la desequilibran. Deja que una de sus manos vague libremente acariciando sus senos dejando fuertes caricias sobre estos. No se puede detener, la excitación es tanta que va directamente a su sexo, presiona sobre este y gime al sentir el placer recorriendo todas sus terminaciones nerviosas, muerde sus labios, no quiere que Adriana la escuche. La necesidad de sexo le está pasando factura, hace rato tenía que verlo hecho, nunca está mal liberarse de tanta quemazón.
Dos de sus dedos abren sus labios mayores y se mezclan con su cuantiosa humedad, provocando que abra más las piernas, para tener más acceso. Se acaricia, suave y con un poco de rudeza, sus piernas tiemblan, no demorará mucho en llegar. Introduce dos de sus dedos en su interior y gime, bombea, suave al inicio, pero empieza a subir el ritmo, ella no es pasiva, le gusta rudo y eso se va a dar. Sus paredes internas se contraen mientras sus dedos hábiles siguen haciendo su función, logra morder su labio inferior que evita el grito al llegar al orgasmo. Sonríe como boba, acaba de masturbarse pensando en una joven que lo único que desea es terminar con su tranquilidad.
Incapaz de conciliar el sueño en las pocas horas que quedan de la noche, se levanta y va por un vaso de agua, no sin antes lavarse las manos, tampoco es higiénico ir tocando todo con las secreciones que regaló su sexo luego de un orgasmo. Hoy conocería a la novia de su amiga y eso merece toda la relajación posible, es la mujer que le gusta a Adriana, merece toda la importancia de su parte.
La sala está iluminada con una tenue luz que ofrece una pequeña lámpara en una esquina, pero eso no impide que pueda observar todo a su alrededor, Adriana nunca había aceptado eso de dormir en total oscuridad y ella estaba de acuerdo con ello. Su mirada curiosa queda quieta en un solo punto, sus ojos logran ver, pero su mente no quiere procesar lo visto. Unos papeles en el suelo, justo en la puerta de entrada, Amanda siente que el corazón se detiene, ella juraría que esos folios no estaban ahí cuando se fueron a dormir.
Camina hasta ellos y los toma, no se atreve a verlos, pero es imposible no hacerlo, cuando las letras en grande ejercen una magnitud que atrapan. Las amenazas vuelven, luego de varias semanas sin ellas, empiezan nuevamente. ¿Pero cómo? Nadie sabe donde permanece en este momento. Corre hasta la habitación de su amiga y entra desesperadamente.
—¡Adriana!
La joven cae sentada en la cama, asustada, se va a quejar, pero al ver el rostro de Amanda y los papeles en sus manos no lo hace, se pone de pie y se acerca a ella, la periodista necesita calmarse.
—¿Qué pasa?
—Sabe dónde estoy, me ha encontrado, Adriana —la periodista se quiebra, tanta paz había durado mucho, demasiado real para ser verdad.
—Hey, tienes que tranquilizarte, siéntate.
—No puedo, Adriana, ¿tú le has dicho a alguien?
—No puedes pensar eso, Amanda, yo sería incapaz de hacer algo así.
—¿Entonces quién? Solo mi mamá, tú y yo sabemos.
—¿Segura que solo nosotras? —pregunta la chica recordando que Angela le había comentado sobre la policía.
—Si. —Amanda hace silencio— ¡Joder! ¡Mi madre tiene razón! Alma.
—¿Qué tiene que ver Alma en este asunto?
—Alma es la única persona aparte de nosotras que sabe dónde estoy. Estoy en peligro, Adriana.
—Necesito que te calmes, Amanda. Tu madre ya me había comentado sobre esa policía, si ella realmente está involucrada, el asunto es un poco delicado, ya que goza de poder de autoridad, nos gana en ventaja, pero el siguiente paso lo daremos nosotras. Por el momento haremos como si no ha pasado nada.
—Oh, Dios, la casa de mi mamá no es segura, ni ella está a salvo.
Sale corriendo, Adriana la sigue preocupada.
—¡Mamá!
—¿Qué sucede hija? —Angela se escucha ansiosa, nerviosa, al ser despertada de esa manera por la llamada telefónica de Amanda.
—Mamá, necesito que salgas de la casa y vengas hasta aquí. No recojas nada, tu solo ven, por favor.
—Cálmate hija, me estás asustando.
—Lo han vuelto a hacer mamá, saben dónde vivo.
—Salgo para allá, cariño, trata de calmarte.
Adriana se mantiene en silencio, puede ver el desespero y miedo en los ojos de su amiga. Amanda camina de un lado a otro sin ocultar su temor.
—Amanda, conozco una persona que te puede ayudar, pero necesito que entiendas que es la única carta que te queda y es el único lugar donde no te buscaran —la periodista la mira.
—¿Quién?
—Carla.
Ninguna dice nada, Amanda la mira incrédula.
—Pero ella puede ser la de las amenazas —Amanda rompe el incómodo silencio, aceptando poco a poco la propuesta de su amiga.
—Está demostrado que no. Además, ya la he conocido.
—¿Dónde?
—Es la jefa de Gabriela y su mejor amiga.
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TATUAJES. (Editando).
RomanceSu hermana Keila sufre un accidente tras el cual fallece en el hospital, ese mismo día una periodista famosa corre con la misma mala suerte, siendo la causante de la muerte de la joven y de su amada hija. Carla la hermana de la fallecida buscará v...