CAPÍTULO 8

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─A mi señal ─gritó el tipo levantando la bandera en todo lo alto, esos acelerones dejaban nuestros oídos sordos. Bajó la bandera y salieron a toda velocidad, tenían que pasar dos curvas peligrosas y eso llenaba de emoción a todos, que se reflejaba con la emoción gritos, chiflidos, porras para ambos lados y algunas caras de sorpresa como la mía.
─¡Vamos! ¡Sí puedes ganar, Adrián! ─Pamela gritaba muy emocionada y levantando las manos en lo alto.
─Sí se puede, Adrián, tienes que ganar ─decía en voz baja Carina ─ese ambiente era loco, las carreras lo hacían ver interesante porque se apostaba mucho dinero. Esas personas eran hijos de gente adinerada que lo hacían por, gusto, pasión y lo mejor, poder. Adrián quedó atrás en una curva, siendo rebasado y dejando un largo tramo de distancia, la respiración se nos detuvo al ver que el tipo llevaba ventaja sobre Adrián. Estaban por llegar a la segunda curva y teníamos el temor que cayeran al inclinarse.
─Dios, se va a matar ─dije tapándome la boca, que fuerte era verlos. Finalmente, Adrián logró aventajar. 
─¡Sí, tú puedes, ¡Adrián, vamos, vamos! ─Pamela estaba feliz por el descuido del contrincante.
─¡Ya lo rebasó! ─Carina agitaba las manos ─mi cuerpo empezó a tensarse al ver que Adrián iba adelante, aceleró más y más y estaba llegando a la meta, no pide gritar porque la emoción lo impedía.
─¡Sí, sí, sí, sí! Gana, Adrián, ¡gana! ─la voz de Pamela apenas salía ─el tipo emparejó a Adrián y me quedé sin respirar, Pamela se tapó la cara no queriendo ver y Carina le puso la mano en la espalda consolándola.
─Sí, vamos, arriba, tú puedes, vamos, vamos, vamos…  ─por fin pude hablar, brincaba de gusto, gritaba lo más que podía sacando estrés y ansiedad─, vamos Adrián, tú puedes, ¡sí! ─la meta estaba a escasos veinte metros Adrián le metió más velocidad y el otro solo vio cómo lo rebasó.
Mi emoción estaba a flor de piel, fue tanta que lloraba y no sabía por qué, sentía una satisfacción personal impresionante que hizo que mis nervios se fueran y me sintiera mucho mejor conmigo. Pamela tenía razón, le hacía falta a mi vida algo de aventuras extremas.
─¡Sí ganó Adrián! ¡Sí ganó, Fernanda! ─me abrazó con una efusividad que me hizo necesitar ese apretón. Adrián desmontó quitando su casco y Pamela se aventó a sus brazos. Él estaba feliz por haber ganado la carrera, la recibió en sus brazos y tanta conmoción les ganó, dándose un beso en la boca. Quienes los vieron aplaudieron alegres, Carina agachó la cabeza
─¿Estás bien? ─la tomé del brazo para darle ánimo, me miró y sonrió, a punto de sollozar.
─Sí, estoy buen ─todos estaban emocionados gritando la victoria, el otro piloto se acercó a Adrián y le entregó la moto que había perdido.
─¿Qué demonios haces aquí, Pamela? ─ Jessica llego a nuestras espaldas, voltee rápido a verla y sentí un dolor de panza al ver a esa belleza de mujer.
─¿Tía, que haces aquí?
─¡Vámonos ahora! ─ se puso frente a mi─ te juro que no descansaré hasta que mi madre te corra, estúpida ─si me van a despedir que lo hagan bien, pensé.
─Ya basta, Jessica, no sé quién te crees que eres para insultar a las personas, deja tu estrés para otro momento y deja que ellos se diviertan.
─A mí no me levantes la voz, tontita. Es más, no tengo nada que hablar contigo, si solo eres la empleada. Haré de cuenta que no existes.
─Tía, déjame explicarte…
─Vámonos ahora mismo ─dio la vuelta empujándome.
─Perdona las groserías de mi tía, Fer, no sé qué le pasa.
─Tranquila, niña. Es mejor irnos de aquí.
─Sí, vamos, ¿te quedas, Carina?
─No, me voy con ustedes, si se llevan mi motocicleta ─nos despedimos y fuimos a la camioneta. Héctor abrió la puerta para ellas dos y dio la indicación a sus dos compañeros de llevarse las máquinas, yo subí a la parte del conductor
─¡Bájate, tu no manejarás! ─gritó Jessica abriendo la puerta abruptamente ─Héctor, llévate la camioneta
─Sí señorita ─ bajé de inmediato.
─Disculpa, Héctor. El problema no es contigo ─me dirigí Jessica y me puse le puse de frente─ tú no me das órdenes, tu mamá fue quien me contrató y quien me va a despedir será ella, no tú.
─¡Estúpida!
─Sí, sí, sí, lo que tú digas ─subí nuevamente y cerré la puerta, arranqué la camioneta y nos largamos.
─Te van a despedir ahora sí, Fernanda.
─No te preocupes, Pamela, tu tía está mal si piensa que me voy a dejar gritar e insultar, prefirió irme y no provocar un problema a mi hermano
─No quiero que te despidan, me caes bien, eres la onda,
─Yo tampoco quiero que te despidan Fernanda ─ agregó Carina
─Relájense, niñas la que tiene la última palabra es la señora Sarita, lo que diga ella eso se hará ─las deje platicar y puse un poco de música para no escuchar. No entendía por qué tanta amargura y por qué era conmigo el pleito, sabía que esta vez sí podrían despedirme Sarita y pensaba en lo que le diría a mi hermano.
─ ya llegamos niñas
─Espero que mi abuela no te corra, Fer, si lo hace será mi culpa.
─Eso te lo llevarás en la consciencia, ja, ja, ja. Anden, bajen ya y métanse, que ahí viene la señorita Jessica
─Rezaré para que no te corran ─Carina se veía desubicada.
─Gracias niña, cuídate, ¿escuchaste? ─sonrió y descendieron. yo me quedé adentro tratando de respirar un poco de aire antes de meterme, vi pasar a Jessica y ya no me volteo a ver. Pasaron algunos minutos y Héctor fue por mí.
─Te llama la señora Sarita
─Gracias, Héctor
─Si te sirve de algo, me alegra que la hayas puesto en su lugar, se lo merecía ─me cerró el ojo.
─¿Verdad que si?
─¡Ja, ja, ja! Sí, me dio gusto. Suerte.
─Gracias, Héctor ─al menos el guardaespaldas no estaba de malas conmigo y me sentí un mejor. En a la casa Erika me vio y sonrió.
─¿Otra vez?
─Ya sabes, Erika, me gusta el peligro.
─¡Ja, ja, ja! Creo que ya no te volveré a ver.
─¡Bah! ─encogí los hombros─. Te extrañaré
─También yo ─me guiñó─. La señora te espera en su oficina.
─Gracias ─…y ahí voy.

Continuará...

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