CAPÍTULO 23

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─Descansa, hermana, mañana vendré por ti para llevarte a la central de autobuses.
─Ezequiel, no vayas a contarle a mamá, se pondrá mal y me preocupará.
─Tranquila, no le diré nada. ¿Puedo preguntarte qué paso?
─Lo que ya escuchaste, esa mujer está muy celosa y piensa que Jessica es mi novia. Y también puse algo de mi parte para molestarla.
─Ja, ja, ja! Te conozco y sé que sí lo hiciste. De ti nada me sorprende. Le diste muy fuerte.
─La noqueé, pero ella también pega duro.
─Basta mirarte para saber que sí.
─Déjame descansar, hermano, me duele todo mi cuerpo ─me recosté─ apaga el foco, por favor. ─La noche cayó y la luz de la luna se reflejaba en el cuarto, que bonito, las hojas de los árboles hacían sombra y se dibujaban figuras en las paredes.
─Si necesitas algo, marcas a mi celular.
─¡Sí, sí, ya vete! ─cerró la puerta, yo mis ojos y pensaba en lo sucedido. Jessica empezaba a salir de mi mente, debía dejarla ir porque solo me hacía daño ─tocaron…
─Pase ─grité.
─Hola, me preocupas ─Carina entró. Buscaba el switch.
─No lo enciendas, mira que lindas se ven esas figuras.
─Sí, pero a mí me asustan.
─¿Qué te da miedo, Carina?
─Primero quiero saber si estás bien
─Sí, todo está bien niña.
─Te ves muy golpeada.
─Es la hinchazón, pero mañana estaré bien.
─Espero que sí. Traje esta ropa para que te cambies.
─Niña, te lo agradezco mucho, me siento muy sucia.
─Lo sabía, por eso la traje ─me levanté despacio y me empecé a cambiar, Carina se volteó por un momento.
─Contesta mi pregunta.
─No me da miedo nada, Fer, mis padres se separaron cuando yo tenía doce años, cada quien se fue por su lado dejándome sola completamente, vivo en casa con mamá pero ella debe trabajar todo el tiempo, papá se fue con una mujer a vivir a Los Ángeles. Mis abuelos ya no viven y no tengo hermanos, mi vida es estar sola y vacía. Por eso no tengo miedo a nada.
─¿Ni a la muerte. ─terminé de ponerme cómoda y me acosté nuevamente.
─No, al contrario, si me llegara de repente estaría bien.
─¿Lo has comentado con tu madre?
─Muchas veces, responde que tiene que pagar cuentas.
─Qué mal, pienso que serás una gran mamá.
─Eso nunca pasará, no quiero tener hijos y no pienso estar con nadie, mi vida es difícil de entender.
─No es así, nosotros debemos entender que los padres deben trabajar y darnos el alimento de todos, tu deber es estudiar y ser alguien, no para nadie, sino para ti misma.
─Por eso no me he tirado a las drogas, porque no quiero una vida como la de mis padres, quiero viajar por el mundo y estar en los lugares más profundos de la tierra.
─Bien, eso está bien. No importa si no tienes a tus padres a un lado, te tienes a ti y eso es lo que importa.
─Pero sí me hacen falta.
─No lo dudo, son tus padres y siempre necesitarás de una palabra bonita de ellos, ¿pero qué hacemos cuando no tenemos esas palabras y ese apoyo paternal?
─Seguir viviendo.
─Estás madurando niña, me da gusto saber que no has caído en drogas y ese tipo de cosas.
─No, para nada, Fer. Yo quiero estudiar, sacar mi carrera y trabajar para comprar mis propios lujos.
─Me gusta tu manera de pensar, niña. Y respecto al amor ¿qué piensas?
─Nada, el amor solo duele y ya estoy cansada de fingir quien soy.
─¿Estas enamorada? ─me miro extrañada.
─Bien sabes que sí.
─¡Sí, lo sé!, ¿ya se lo dijiste?
─No, perdería su amistad y eso no quiero.
─Estoy de acuerdo contigo, Pamela está enamorada de Adrián, así que no sería lo mismo si le contaras.
─Y no quiero perderla. Me conformo con mirarla.
─Te haces daño.
─Pero no me importa, Pamela es la mujer que haría feliz mi mundo.
─Nadie pinta tu mundo, lo pintas tú de colores ─suspiró triste, sabiendo que jamás Pamela se enteraría y tendría que mirar para otro lado.
─Desde ahora, yo pintare mi mundo de colores.
─Así se habla. Me gusta como piensas y tu forma de ser, eres muy madura a pesar de tu edad ─sonrió.
─Me gusta platicar contigo.
─A mí también.
─Ella río mucho ─me miró sarcástica.
─¿De quién hablas?
─La tía Jessi, reía porque la jalaste a la piscina ─me dejó anonadada.
─Oye, pero...  ─tocaban, pero no esperaba a nadie
─¿Si?
─Hola ─Pamela se sorprendió por Carina─ ¿Qué haces aquí?
─Fer me preocupó y vine a ver qué se le ofrecía.
─Qué bien. ¿Como te sientes, Fer?
─Con dolor, pero bien, Pame ─quiso prender la luz.
─No la prendas Pamela, así se ve mejor ─afirmé.
─Vamos a contar algo de terror ─se aventó a la cama haciéndome doler las costillas. Era un demonio.
─¡Auch!
─¡Ay! Perdón, Fer.
─<Tranquila.
─No, ¿cómo crees, Pamela? ─Carina estaba renuente a escuchar hablar de terror.
─Asch, eres muy miedosa.
─Sí ya lo viste.
─Te dormirás conmigo, no te pasará nada.
─Aunque duerma contigo, me da miedo.
─Tranquilas, nadie contará nada de terror, también me da miedo ─las mire asustada.
─¡Nah! Ja, ja, ja! Qué miedosa eres, Fernanda.
─Sí, me da mucho miedo, más dormir en casas ajenas, me puede salir el payaso.
─En esta recámara se ven y se sienten cosas tenebrosas ─Pamela lo decía en voz baja, haciendo que Carina se llenara de nerviosa─. Mi abuela y yo, un día cuando aún vivía mi mamá, llegamos tarde, mamá ya no quiso subir y se acostó aquí. Yo estaba con ella y de la nada empezó a escuchar que el viento soplaba horrible, las hojas de los árboles chiflaban desesperadamente, mamá se asomó por la ventana y vio a un hombre volteando hacia arriba, me dijo fuerte: Pamela, ve por tu abuela, dile que un hombre está abajo y nos observa. Fui corriendo a la recámara de mi abuela, me paré de golpe al verla caminar por las escaleras, parecía que estaba sonámbula. De repente, las puertas se abrieron y ¡Buuuuu! ─nos asustó, Carina llegó a mí de un salto y me lastimó más.
─¡Aaaay!
─Perdón, Fer, lo siento, lo siento.
─Ja, ja, ja! ─Pamela se orinaba, se acostó en mis pies, su risa no paraba.
─Te pasaste, niña.
─¡Ja,! No pasa nada, tranquilas ─no nos recuperábamos del susto.
─¿Qué hacen aquí? ─Jessica abrió la puerta de golpe haciéndonos gritar.
─¡Aaah! ─Tía. no hagas eso.
─No puedo más. ─Carina se tocaba el pecho.
─Dejen descansar a Fernanda, vamos mi amor.
─Queremos quedarnos un rato más, tía. Estamos contando de espantos, ven, siéntate aquí ─se hizo a un lado para que Jessica se sentara.
─No, mi amor, mañana debemos levantarnos temprano.
─Sí, Pamela, dejemos a Fer descansar.
─Hasta mañana, Fer.
─Hasta mañana, niñas.
─Te va a salir la mano peluda debajo de la cama. ─Pamela salió riendo.
─Ja, ja, ja! A ti te va a salir el payaso ─rieron. Me quedé pensando en lo que dijo Pamela, me empezaba a dar miedo. Era muy miedosa cuando de contar historias se trataba. Me quise quedar dormida y un ruido me asustó afuera, despacio salí a ver que era, caminé al patio y miré la alberca azul, la luna que iluminaba la noche y oí el incipiente canto de algunos pajarillos que estaban en los árboles cercanos. Me senté en una silla cerca de la piscina observándola. Había la silueta de alguien y me dio miedo.
─¿Quién anda ahí? ─Pregunté y nadie contesto, camine hacia la sombra y vi unos pies.
─¿Pasa algo?
─¡Ay! No puede ser. ─mi grito fue desesperado.
─¿Qué buscas aquí? ─Jessica se limpió sus lágrimas.
─No podía dormir y salí un rato tomar aire. Descansa. ─di la vuelta.
─¿Qué paso con Ana, Fernanda? ─me detuvo su voz.
─Rodolfo ya te contó todo.
─Quiero escuchar tu versión ─di la vuelta para verla de frente.
─Llegué con Rodolfo al lobby; enseguida, Ana se le plantó en frente preguntando qué hacía conmigo, con palabras provocadoras. Dijo que jamás te fijarías en mí por yo ser una naca que no valía la pena. Contesté que dejara a su novia y te buscara para aclarar las cosas. Me agredió porque le dije que su novia era guapa y que la haría mía.
─¡Ja, ja, ja! ¿Cómo te atreviste a decirle eso? ─su sonrisa era hermosa, no quería dejar de verla.
─No te voy a mentir, quería ponerla mal y lo conseguí.
─Sí que lo hiciste. ─quería sentarme a su lado pero sabía que tenía que irme.
─Te dejo, me voy a descansar. Espero tú también descanses. ─di la vuelta para retirarme.
─No se cómo pasó, hasta ahora me lo pregunto y no encuentro respuesta.
─¿Me puedo sentar? Duele mucho la costilla.
─Claro ─apenas pude─. ¿Como te sientes?
─Bien dentro de todo lo que cabe. Pega fuerte.
─Sí, tiene la mano muy pesada. ─la mire, me hizo pensar que la golpeaba.
─La vida es tan hermosa y a nosotros nos gusta complicarnos.
─Si tuviéramos una bolita de cristal y nos dijera el futuro, nos ahorraríamos muchas desavenencias.
─Pero no la hay y solo podemos guiarnos por nuestra intuición. ¿Qué paso con ella? ─me miró y exhaló.
─Descansa, me voy a dormir ─se fue dejándome ahí, como una tonta.
─Qué imbécil eres Fernanda ─ susurré. Me levanté como pude y fui al cuarto. Me quede dormida.
─¡Fer, Fer, abre, Fer, Fer!.
─¡Por Dios!, ¿qué hora es? ─hice un gran esfuerzo al levantarme y ya no sentí tanto dolor, y eso estaba de maravilla.
─¡Fer, Fer, abre, abre, ya, ya, ya!
─¡Voy! ¿Qué pasa, niña? ─Pamela se veía excitada.
─Nos vamos, mi abuela dice que tú nos llevarás.
─¡No, espera!
─Te vemos en la cocina. Ah, por cierto, ¿cómo te sientes?
─Bien, niña, pero yo...
─Perfecto, te esperamos abajo ─corrió y no me dio oportunidad de nada. Llegué al baño,  y el espejo y me dio un reflejo espantoso.

Continuará...

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