CAPÍTULO 27

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Lo miré, me daba igual lo que César Alonso pidiera, yo era la chófer, no alguien que estaba en el proyecto.
─Cesar pide que estés dentro ─dijo Víctor. Sentí que un calor se me iba y venía en todo mi cuerpo. Aquellas miradas eran muy penetrantes.
─¡Vaya! ─respiré.
─¿Qué estudiaste, Fernanda? ─preguntó la señora.
─Soy técnico en informática, bachillerato terminado y un año de universidad.
─¿Qué carrera?
─Criminología. Pero no entiendo por qué la pregunta.
─Enséñanos tu potencial, y sabrás porqué. ─Don Arturo fue firme ─este proyecto es suyo, lo dejo en sus manos.
─Lo sacaremos adelante, papá. Gracias por creer en nosotros ─contestó Víctor con respeto.
─Rodolfo, tengo que hablar contigo de Octavio.
─Sí, señor.
─En hora buena mis amores ─los felicitó la señora Sara. La mirada hacia ellos fue de tanto amor que me acordé de mi madre y empecé a extrañar su presencia.
─Gracias, mamá, todo estará bien ─agregó Jessica.
─Espero aproveches esta oportunidad, Fernanda ─me advirtió la señora.
─Así lo haré ─Sara salió detrás de su esposo y Rodolfo.
─Siéntate, Fernanda ─Víctor se acomodó y sacó algunos papeles.
─Disculpen, no alcanzo a entender…  ─me senté.
─relájate, ahora mismo sabrás de que se trata. ─contestó Víctor.
─César aceptó estar en el proyecto porque vio tus cualidades al resolver el problema que teníamos, él, al igual que nosotros ve mucho potencial en ti, requerimos de tu ayuda para este proyecto y no esperamos un no como respuesta ─Jessica fue tajante
─No sé en que pueda ayudar, solo interpreté esas cifras porque las matemáticas me gustan.
─De eso precisamente, Fernanda. Serás un comodín, te encargarás de checar los planos y tú nos dirás si se puede o no elaborar. El tipo de material, la maquinaria, también entra la contabilidad, si eres buena para las matemáticas, serás buena para llevar este proyecto ─Víctor estaba seguro de lo que decía.
─Es un trabajo muy difícil, Fernanda. Nos gustaría saber si podrás con esto ─añadió Jessica.
─Como comodín, sí. Si en algo puedo ayudar matemáticamente hablando, adelante.
─Bien. Jess, trabajarás con ella, será tu mano derecha y te acompañará a todos lados ─ya me empezaba a gustar esto.
─Ella trabajara contigo, tú eres el que lleva la administración, no yo ─refutó Jessica. Mis ánimos decayeron.
─Bueno, como seré el comodín, les propongo que me hagan llegar los papeles, yo los reviso y les doy mi opinión. ─los dos se voltearon a ver.
─No, debes trabajar con Víctor, él estará más en ese proyecto, yo solo me hago cargo de la gente para contratar. ─replicó Jessica.
─Está bien. Trabajarás conmigo entonces, serás mi mano derecha ─concluyó Víctor.
─Una pregunta. ¿Ya no seré chófer de la señorita Pamela?
─No, ahora trabajarás para nosotros ─dijo Víctor─, ahora vamos a ver tu paga ─ahí si debía poner mucha atención. Quedamos en el valor que para mí era lo justo.
─¿Estás de acuerdo con el sueldo? ─preguntó Jessica.
─Sí, estoy de acuerdo.
─Bienvenida al equipo, Fernanda.
─Empezaremos el lunes de lleno. Por ahora, vamos a disfrutar el evento ─Apuntó Jessica y salió. Víctor fue detrás. Me quedé pensado en la situación. Jamás pensé ganar tanto dinero y mucho menos tener una oportunidad así. Entró Erica.
─Fer, te busca la señorita Pamela.
─En seguida voy, Erica, gracias ─fui a la cocina a por un poco de agua, necesitaba humedecer mi boca seca.
─Fer, mi abuela ordenó que vayas a comprar un traje, le pregunté si podemos ir contigo y dijo que sí.
─Que bien. ¿qué estamos esperando?.
─Compra el mejor traje, recuerda que tienes una cita. ─dijo Jessica que entró directo a tomar un vaso.
─¿Una cita? ¿Con quién, Fer? ─pregunto Pamela.
─Con nadie, niña ─miré a Jessica, no sabía si estaba siendo sarcástica, celosa, si solo quería jugar o me lo estaba diciendo de verdad. No la entendía y no quería hacerlo.
─Debes decirnos con quién saldrás, Fer. Somos tus amigas y necesitamos saber ─Carina puso las manos en la cintura.
─Bueno, Jessica habló de ella, es justo que les diga todo ─la miraron.
─Isabel le dio su número de celular y la invitó a salir.
─¿De verdad?. ─Pamela se tapó la boca asombrada,
─Es muy guapa, sal con ella y conócela, si le gustas y ella te gusta ¿Por qué no?. ─Carina me cerró el ojo, ella sabía algo o conocía a Jessica.
─Niñas, me ayudarán a escoger algo bonito, mi cita tiene que salir bien. Con permiso, Jessica. ─se quedó atónita.
─Yo también voy, elegiremos el traje, la primera impresión es la que cuenta ─respondió Jessica, la miré encantada.
─Sí, vamos todas. Me siento muy contenta. ─Dijo Pamela, Jessica la observó, yo no podía creer tal entusiasmo. Héctor abrió la puerta y ellas subieron.
─Te sigo, Héctor ─dije. Empezaba a marearme, me sentía muy cansada y dolían mucho mi cabeza, la cara y las costillas. No había tenido tiempo de descansar.
─¿Pasa algo, Fer? ─preguntó Carina al verme tocar mi cabeza.
─No, niña, todo está bien. ─Jessica me miraba por el retrovisor. Mamá llamaba a mi celular.
─¡Hola!
─Hija, ¿qué pasa contigo? ¿Por qué no has llamado?
─¡Hola, mi viejita! ¿Sabes cuánto te he extrañado?
─No me vengas con tonterías, Fernanda. Ya te hubieras comunicado conmigo ─estaba muy enojada.
─No he tenido tiempo de hablarte, mamá.
─Estás igual que Ezequiel, nunca hablan y no sé de ustedes hasta que llegan a casa. Y eso, si se acuerdan de su madre.
─Mami, perdóname, tienes razón. Prometo llamarte.
─Así lo espero, cuídate mucho y dile a Ezequiel que en cuanto pueda me llame también, hijos ingratos.
─Cuando lo vea le digo, mamita, Perdona a tu hija que es muy despistada.
─Si no los amara tanto. Necesito por lo menos escuchar su voz, ¿es mucho entender eso?.
─No, mamá, cada que tenga tiempo lo haré. Te amo.
─Y yo a ti, mi amor. Cuídense mucho ─colgó. Mi madre estaba muy preocupada y yo estaba siendo muy desconsiderada con ella.
─¿Todo bien, Fernanda? ─preguntó Carina.
─Mi madre, está sentida porque Ezequiel y yo no nos hemos comunicado.
─Que mal. Eso quiere decir que eres poco atenta.
─Sí, creo que tienes razón. ─dije mirando a Jessica por el retrovisor. Héctor se acercó, abrió la puerta y nos dirigimos a la tienda.
─Bienvenidas ¿les puedo mostrar algo de su interés? ─dijo la vendedora, que se acercó muy amable.
─Gracias, queremos algo elegante y muy bonito. ─contestó Jessica.
─Por aquí. Tengo unos vestidos que nos acaban de llegar…
─Disculpa, busco un traje ─interrumpí.
─¡Okey! Las llevaré a la línea de ropa de vestir ─nos señaló el paso.
─Pruébate un vestido, Fer ─decía Pamela emocionada.
─No, niña, no visto de vestido.
─¿No te gusta, Fer? ─preguntó Carina.
─No sé, nunca me he puesto uno.
─Entonces es tu oportunidad.
─No creo que me guste.
─Deberías hacerlo o jamás sabrás ─concluyó Jessica que caminaba al área de vestidos─ ¿puede mostrarnos un vestido para la señorita, por favor?
─En seguida. ─se fue. Me le plante a Jessica.
─¿Qué haces? No me probare ningún vestido. Aparte, ese traje lo necesito para el trabajo ─me esquivó y se fue a sentar sin decir nada.
─Este modelo está muy bonito, o tengo este otro ─la señorita nos mostraba colores y diseños.
─Me gusta este ─dijo Carina tocando la tela.
─¿Cuál que te gusta a ti, Fer? ─preguntó Pamela.
─Ponga en una bolsa un traje color negro y una camisa de vestir blanca, talla siete, por favor ─pedí a la vendedora.
─En seguida.
─Qué mala eres, Fer. No se nos va a hacer verte en vestido ─Carina se desilusionó. Jessica se levantó y se me plantó.
─Lo sabía, no dejarás de ser quién eres. Que Fernanda espere su traje, nosotras vamos de compras. ─las vi alejarse.
─Aquí tiene señorita ─me dio mi bolsa.
─Disculpe, no quiero nada, no tengo dinero para pagar.
─Ya esta pagado.
─¡Guau! Genial, muchas gracias. ─miraba los vestidos, ¿de verdad se me verían bonito? Nunca me había puesto uno y no me desagradaba la idea. Me fui a la camioneta, Héctor había ido con ellas y tenía oportunidad de descansar. Cerré la puerta y me recosté en el asiento, pero entró en seguida una llamada.
─Clau, ¿cómo estás? ¿Como te encuentras?.
─Ay, Fer. Ella me busco y quiere regresar conmigo, me pidió perdón y yo no sé qué hacer.
─Piensa bien lo que harás.
─¿Qué harías tú?
─Obvio no regresaría.
─Hablamos y ella dice que me ama.
─Claro, está haciendo de todo para que regreses, una vez teniéndote hará exactamente lo mismo.
─No me digas eso, Fer.
─Disculpa, tú pediste mi opinión.
─Lo sé, pero duelen tus palabras.
─¡Oh si! Duelen mucho, pero tienes el poder ahora, piensa lo que quieres para ti y no para ella.
─¡Sí, lo sé! No la voy a perdonar, Fer. Ella ya me perdió.
─Así se habla, Clau ─vi pasar a Ana con su novia y me quedé callada por un momento.
─Fer, ¿estás ahí?.
─Si. Perdón, amiga, vi algo muy desagradable.
─¿Que viste? ─no le contesté. Jessica iba saliendo y se encontró de frente con ellas.

Continuará...

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