CAPÍTULO 54

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─Disculpa si te provoque un problema con la señorita Jessica ─me dijo Isabel desde la puerta.
─¡Tranquila, se le pasará! 
─¡Lo siento, de verdad! ─estaba muy apenada.
─Ve a casa y descansa, mañana te veo ─contesté.
─Hasta mañana. ─Sonrió.
Fui a casa y Jess aún no llegaba, me preocupé mucho porque no contestaba su celular.
─Me alegra que te hayas acoplado a ese trabajo ─mencionó mi suegra cuando tomábamos té.
─Si, me gusta mucho.
─Hola, mamá. ─Saludó Jess─. Me siento muy cansada. ─se sentó al lado de mi suegra.
─¡Ay, mi amor! Imagino lo fatigada que has de estar. ─señaló.
─Sí, mami. Me voy a duchar, no aguanto estar así.
─Vayan, las espero para cenar. ─contestó.  Subí con ella.
─Amor, ¿Podemos hablar? ¿Que esta pasado contigo?
─Nada, corazón, me siento muy cansada y solo quiero dormir. ─respondió sin mirarme.
─Vamos a cenar, te he estado esperando para comer juntas, y tengo mucha hambre ─exclamé.
─Ve tú, yo no tengo hambre ─se acostó y se aventó las cobijas encima. Me quedé inquieta, ella no era así. Me acosté a su costado y la abracé, estaba famélica, pero me quedé dormida hasta el amanecer.

─Hola, corazón. Buen día. ─dije contenta.
─Buenos días. ─su contestación fue seca.
─Te vas a ir a la oficina sola, Héctor te llevará, yo iré a hacer algunas cosas y estaré de regreso por la tarde.
─Está bien. Jess, ¿qué te pasa? ─me preocupé mucho.
─Nada, tengo muchas cosas en la cabeza y quiero terminar rápido ─se metió a bañar sin invitarme y me sentí un rara. La alcancé, la abracé y ella estaba renuente a mi cuerpo.
─¿Qué pasa, amor? ¿No confías en mí para decírmelo? ─me empujó.
─No tengo nada. ─Salimos de la ducha sin decir más. Nos vestimos, el silencio se estaba tornando incómodo.
─Buenos días ─saludo Camila.
─Buen día, Camila ─contesté.
─Me voy, se me hace tarde. Te veo después en la oficina, Fernanda ─hacía mucho tiempo no me llamaba por mi nombre.
─Claro. ─lo dije quejándome.
─¿Pasa algo? Ayer hizo lo mismo dejándonos desayunar solas ─preguntó Camila.
─No tengo la más mínima idea, no quiere hablar conmigo y eso me inquieta.
─¿Tienen problemas?
─No lo sé, ni siquiera hemos hablado.
─¡Pues deberían! Pregunta que le pasa y te lo dirá.
─Ese es el problema, ya pregunté, pero no dice nada. Me voy. Disculpa si no desayuno contigo.
─No te preocupes, espero arreglen su inconveniente ─solo alcé los hombros.
─Buen día Héctor, vámonos.
─Buen día, Fer. ¿Qué te pasa? Te veo triste.
─Desconcertada, diría yo.
─¿Hay problemas en casa?
─¡No lo sé! Y eso me preocupa.
─Tranquila, todo pasará. ─me vio tan preocupada que todo el camino no dijimos nada, mi mente estaba en Jess y lo que le pasaba. Mi celular sonó.
─Hola.
─Fernanda, mañana tenemos cita en la clínica, te apuras a hacer tus cosas para irnos temprano. ─dijo Jess y no esperó a que le dijera nada. Colgó. Me sentí aún más confundida.
─¿Pasa algo, Fer? ─preguntó Héctor.
─Nada, Héctor ─bajé de la camioneta y caminé como en una nube, me sentía levitar perpleja.
─Buenos días, Fernanda ─saludó Isabel.
─Buen día. ¿Me puedes traer un café bien cargado? ─pedí.
─Por supuesto ─la oficina estaba revuelta con papeles que tenía que firmar. Víctor había puesto mi firma como válida para que yo me encargara de algunos trámites.
─Aquí tienes, Fer. ─dijo Isabel.
─Que amable eres, gracias.
─Vino el licenciado López para ver si ya habías firmado sus documentos, te los dejé aquí ─me los acercó.
─Gracias, los reviso y vienes por ellos.
─Sí. Fer, ¿te pasa algo?
─No, todo está bien ─sonreí. Ella salió. Me pareció todo en orden y firme ─llamé al teléfono a Isabel─, listo.
─El licenciado López quiere hablar contigo ─me avisó al entrar.
─No lo dejes pasar, no me siento con ánimos de recibir a nadie, por favor ─respiré profundo tratando de cavilar lo que Jessica tenía, por más que le daba vueltas no entendía por qué estaba así.
─El licenciado insiste, Fer.
─Que te deje el recado.
─¡Okey! ¿De verdad estas bien, Fer? ─preguntó nuevamente. Pise las manos en mi cabello con los codos recargándolos en el escritorio y después las baje a mi cara.
─Sí. ─le hice un guiño. Salió y mi intranquilidad no paraba. Tomé el celular y llamé a Jess. Lo dejé sonar cuatro veces y no contestó. Me pare para caminar un poco sin entender nada. Sonó mi celular y lo tomé pensando que era Jess.
─Hola.
─Fernanda, el licenciado López está en mi oficina y pide hablar contigo, me dice que no quieres recibirlo ¿Pasa algo? ─dijo Cesar angustiado.
─Ahora lo recibo. Isabel, haz pasar al licenciado López ─peíi al intercomunicador.
─Buenos días señorita Fernanda.
─Buen día, tome asiento.
─Gracias por recibirme. El cheque no ha sido girado y eso me preocupa, y no por nosotros. Recuerde que por cada día que no se haya pagado hay pérdidas económicas importantes.
─El cheque ya se giró, estará llegando a ustedes en las próximas veinticuatro horas.
─Bien, me comunicaré a mi oficina.
─Cuando guste, licenciado ─sonreí para no verme intensa.
─En ese caso es todo por mi parte, agradeciéndole su amabilidad. Que siga teniendo bonito día ─se despidió. Como si mi día fuera bien, ¡Carajo! ¿Qué me pasaba? Jessica no aparecía ni respondía las llamadas, tomé otra vez mi celular y volví a marcar. No contestaba, la ansiedad me rebasó. Baje al estacionamiento para respirar fresco.
─Fernanda, ¿qué tienes? ─preguntó Héctor.
─No. Jessica no me contesta y me tiene preocupada.
─¿Puedo hacer algo por ti? ─ Se me vino a la cabeza una idea. Jessica tenía que contestarle a Héctor a como diera lugar por cualquier cosa que pudiera suscitarse con la familia.
─Sí, Héctor. Llama a Jessica ¿Puedes? ─me miró.
─Puedo hacerlo, pero ¿qué le diré?
─Dile que yo te pregunté por ella, a ver que te dice ─lo pensó mucho. ─No quiero poner tu trabajo en riesgo, déjalo así. ─me di la vuelta y caminé.
─¡Espera, Fer! ─puso su celular en altavoz ─Jess contestó. ─Señorita Jessica, le hablo para saber debo esperar a la señorita Fernanda ─cerró los ojos esperando respuesta.
─¿De que estás hablado, Héctor? Claro que tienes que esperarla ─contestó irritada.
─Disculpe usted mi osadía de hablarle, señorita. ─le colgó.
─¡Dios! A ver si no me corre.
─Tranquilo, no lo hará. Te lo agradezco mucho.
─No importa, Fer. Pero no entiendo, ¿por qué no quiere contestarte? ─Solo sonreí.
─Yo tampoco. ─Subí a la oficia y tenía tanto trabajo que ni de comer me acordé. Jessica jamás apareció.
─Hasta mañana, Fer ─Isabel se despidió.
─Descansa.
─Espero que también tú puedas ─me miró intranquila.
─Así será ─acomodé algunos papeles y bajé. Héctor me abrió la puerta y subí.
─Ella no vino ─manifestó.
─No.
─¿Te llamó?
─No, espero ya esté en casa.
Al llegar, corrí, quería ver a Jessica y hablar con ella.
─Erica, ¿Jess ya llego?
─Ya, está en la sala con su mamá y la señorita Camila.
─Gracias ─fui de prisa.
─Buenas noches ─saludé.
─Fernanda, te estamos esperando para tomar té. ¿Quieres? ─Camila me preguntó.
─No, gracias. Jess, vamos a la habitación, debemos hablar ─no me importó que estuvieran ellas ahí.
─Toma tu té y hablamos ─respondió Jess muy tranquila.
─¡No quiero! Quiero hablar contigo ahora mismo, ¡por favor! ─me sentía enojada.
─Buenas noches a todas las lindas mujeres de esta casa. ─anunció Cesar, que llegaba con Víctor.
─Tu siempre de buen humor, Cesar ─comentó Camila.
─Ya sabes corazón, la vida es maravillosa porque yo estoy en ella ─se sentó a su lado. Qué carita traes, Fer.
─Estoy cansada ─contesté seca─, con su permiso. ─subí a la recámara esperando que Jessica me siguiera. No lo hizo. Me dolía la cabeza por el hambre que tenía y por lo estresada que estaba. Me quedé dormida de tanto pensar.

─Fernanda, se hace tarde, llegaremos a destiempo al aeropuerto ─dijo Jess despertándome.
─Hola, amor. En seguida me levanto. ¿Te duchaste sin mí? ─me sorprendí.
─Sí, Te vi tan dormida que no quise despertarte ─me sentí desorientada. Fui a la ducha y dejé que el agua cayera muy caliente en mi cabeza, me sorprendía lo que estaba pasando con Jessica. Sali lo más rápido que pude, ella ya había bajado.
─¿Estas lista, Fer? ─preguntó Camila.
─Vamos ─no contesté más que eso. Héctor nos llevó al aeropuerto.
─¿Aún no resuelven nada? ─interrogó Camila.
─No. Estoy pensando seriamente en dejar esto del bebé. No sé que le pasa a Jess, no quiere hablar conmigo.
─Tranquila, ya te dirá sus motivos.
─No me gusta cómo lo está haciendo, si ella no habla conmigo hoy, creo que renunciaré ─mi enojo iba en aumento.

Continuará...

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