CAPÍTULO 32

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─¡Jessica! ─me avente por ella─. ¿Estás bien? ─la abracé para sostenerla─, tranquila, te llevaré a tu cuarto.
─Quédate conmigo ─nuestras miradas eran de pasión, rodeó mi cuello con sus manos y yo la abrace de la cintura. Anhelaba ese momento, me quede inmóvil. Acercó su boca y nos dimos un beso lleno de deseo, saboreando sus labios dulces y apetecibles, los mordía y que le gustaba, podía sentirlo. Mi deseo por ella era demasiado. Quise bajar mi mano para acariciarla bajo la espalda, pero algo me lo impidió. Nuestra respiración era agitada. Levantó la cabeza dejándome libre para besar su cuello con lujuria. Me detuve. Ella estaba ebria y no quise que pasara a más, al otro día ella no se acordaría de esto.
─¿Qué pasa?
─Te llevaré a tu cuarto.
─Sí, sí quiero. ─era obvio que pensaba que habría algo entre nosotras. La ayudé a salir.
─¿Qué está sucediendo? ─Camila estaba asombrada.
─Caí a la piscina y Fernanda me rescató ─la sujetaba, ya no podía estar de pie.
─Llevémosla a su habitación, está muy ebria ─Camila le puso la pijama, la acostamos y salimos despacio.
─Pancracia, quiero la verdad ─Camila pensaba cosas.
─Nunca miento. Ella estaba sentada cerca de la piscina, sabía que yo pasaría por ahí. Me preguntó si me gustaba. Contesté que no sabía de qué hablaba, quiso incorporarse y cayó al agua, quise sacarla, nos besamos y fue todo.
─Qué emocionante, sabía que sentía algo por ti. Me alegra saberlo, te ves una buena persona, me gustas para ella.
─Gracias, Camila. Pero mañana se le va a olvidar todo.
─Yo sé lo voy a recordar en caso de que se le olvide ─me cerró el ojo─. Anda, ve a descansar, te veo mañana.
─Sí, gracias por todo ─bastó con acostarme para quedar profundamente. Llego la mañana y mi despertador sonó.
─¡Fer, Fer, abre! ─Carina tocaba la puerta desesperada.
─¿Qué pasa, niña?
─Vamos a salir, te esperamos en una hora.
─Voy ─fui a ducharme. Me miré al espejo y me veía mejor. El agua fría cayó bien en mi cuerpo, el calor era impresionante, recordé el beso de Jessica y mi piel se estremecía. Me cambié rápido y fui caminando por la alberca.
─Hola, Fernanda, buenos días ─me saludó Víctor.
─Buen día, joven.
─Que bueno que te veo, mamá me contó que te dará tres días para que descanses.
─Sí, eso dijo.
─Me voy a la ciudad, nos vemos a tu regreso en casa de mamá. Estaremos viajando, espero no tengas inconveniente.
─Estaré a sus órdenes, joven.
─Llámame Víctor, y no estoy tan joven.
─Gracias, Víctor ─le sonreí. En la cocina serví un poco de café, lo aspiré profundo, el sabor y su olor era rico.
─¡Hola, hola! ¿Como estas, Fernanda? ─Camila siempre con una sonrisa.
─Hola, Camila. Muy bien, ¿tú como estas?.
─De maravilla, ¿que no ves? ─se dio una vuelta completa y estaba hermosa.
─Sí, ya lo veo.
─Jessica bajará en un momento, me encantará ver su expresión al verte.
─También yo quiero ver que tiene que decir.
─Esperemos juntas y nos daremos cuenta ─la señora Sara entró.
─Camila, ¿estás lista? Esas compras nos esperan.
─Listísima. Sara, necesito hacer algunas compras, vi una tienda cuando venía hacia acá y quiero ir ahí.
─Pues iremos ahí ─respondió la señora. Camila era un encanto, una mujer solitaria pero feliz de serlo, siempre con una sonrisa y la atención de ella con todos era fabulosa─. Pamela entró con Carina, ambas tomadas de la mano. La señora Sarita, Camila y yo la miramos incrédulas.
─Abuela, necesitamos hablar ─Pamela sonaba preocupada.
─Ahora no, Pamela. Saldremos y ustedes vienen con nosotras. ─salió observando las manos de ambas.
─Pero qué sorpresas da la vida, ¿desde cuándo son pareja? ─preguntó Camila acariciando el cabello de Pamela.
─Hace unos días, Camila ─sonrió nerviosa.
─Las felicito, hacen bonita pareja.
─Creo que mi abuela se enojó ─Pamela se veía triste.
─No se lo esperaba quizás, pero lo aceptará.
─Buen día ─saludó Jessica detrás de sus gafas oscuras.
─¡Vaya, vaya! ¿Como está la resaca, Jessi?
─Parece que todo bien ─no volteo a verme para nada. Salió junto con ellas y subieron a la camioneta.
─Fernanda, me sigues ─dijo Héctor.
─¡Sara! ─gritó el señor Arturo. ─es imposible que salgan en este momento, debes tener prudencia.
─¿Qué pasa, mi amor?
─¿Qué pasa? Estamos en una situación difícil, lo que le paso a Jessica fue muy fuerte, ¿no entiendes eso? ─entraron a la casa, esperamos afuera.
─¿Cómo te sientes, cariño? ─preguntó Camila a Jessica.
─Siento que todo me da vueltas.
─No es para menos, tomaste casi todo el alcohol.
─Eso es mentira.
─¿Me vas a decir que no recuerdas nada?
─No ─qué mal, pero era de esperarse. La señora Sara y señor Arturo volvieron.
─Vamos a la casa, Arturo tiene razón. Camila, amiga, disculpa no poder llevarte.
─Tranquila, pasaremos el día en la piscina, ¿quién quiere nadar?  ─preguntó Camila.
─Héctor, prepara todo para irnos mañana temprano.
─Sí, señora. ─fui a la cocina a esperar órdenes.
─Hermana, te veo en casa, me voy ─dijo Ezequiel.
─Te vas con cuidado, hermano. ─me dio un abrazo. Me preparé otro café y comí pan dulce, no me gustaba mucho pero tenía algo de especial su sabor a mantequilla ─Jessica entró.
─¡Hola!
─¡Hola! ─contesté─. ¿Cómo te sientes? ─pregunté sin esperar respuesta. Se quitó las gafas.
─Fatal.
─Hay un remedio. Si quieres te lo puedo hacer.
─¡Por favor! ─se sentó y yo me levanté de inmediato. Tomé un vaso, exprimí tres limones y lo bañe con sal. Saqué un refresco y lo serví. Ella lo bebió hasta terminar de un solo trago.
─¿Me regalas más? ─hice la preparación. Camila entro.
─Perdón, no vi nada ─se tapó la cara con las manos.
─Pasa, Camila. ¿Quieres? Sabe delicioso ─dijo Jessica.
─No, cariño, hace mucho tiempo no bebo refresco. Dime, ¿cómo te sientes después de haberle dicho a Ana todas esas cosas extraordinarias? ─no escondía su emoción.
─No me importa lo que haga, no sé por qué pero salió de mi corazón. ─Camila me miró y tenía su sonrisa de diablo.
─Me alegra mucho saber eso. Ana no vale pena.
─Lo sé, sentí que algo pesado se fue de mi cabeza.
─Obvio, te liberaste de ella.
─Eso creo, Camila.
─Bien por ti, cariño. ¡y eso que no te acuerdas de nada!
─Bueno, solo de lo que me conviene ─las dos rieron.
─¿Y no recuerdas algo más?
─No, ¿de qué debería acordarme? No me digas que cometí alguna imprudencia.
─No, no fue imprudencia ─Camila me miró y yo bajé la vista. No quería que le dijera nada, era mejor así.
─Menos mal. Ya no preguntes, no me acuerdo de nada.
─Está bien, vamos a la piscina. ─Camila nos dejó
─Gracias, sabe rico, ¿puedes preparar más,? ─mi corazón latía al verla cerca, quería besarla y abrazarla, pero preferí no hacerme ilusiones. La señora sara entró.
─Hola, mi amor. ¿Estas mejor?
─Siento que la cabeza me va a explotar.
─Ve a dormir, te sentirás mejor, después hablaremos.
─Eso haré. Y no hay nada de qué hablar, mamá.
─Hay mucho, ─la miró molesta─. Fernanda, mañana que volvamos te vas a descansar, te espero en tres días, después no habrá tiempo de relajarse. Víctor te esperará en casa.
─Sí, señora, gracias ─la señora salió.
─¿Cómo que te vas? Tenemos que trabajar ya.
─No lo sé, pregúntale a tu mamá.
─Claro que lo haré, no podemos posponer nada ─salió en busca de la señora. Yo respiré profundo. Sonó mi celular 
─Hola.
─Hola, Fernanda. ¿Te puedo ver? Hay un lugar que quiero que conozcas ─Violeta se escuchaba contenta.
─Estoy trabajando, hermosa ─Jessica entró de nuevo y me escuchó hablar.

Continuará...

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