CAPÍTULO 11

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─¿Qué demonios te importa a ti?, deja de escuchar conversaciones ajenas y maneja ─me callé, tenía razón, a mí que me importaba. El guardaespaldas puso sus intermitentes y estacionó. Sonó el celular de Jessica.
─Toca el claxon, Héctor ─ordenó Jessica. Abrieron la puerta, Héctor aceleró, se metió y yo detrás. La casa era enorme, un patio muy grande donde había muchas camionetas estacionadas y la música a todo lo que daba. Héctor me indicó con la mano que me estacionara al lado de él. La fiesta se veía muy buena, jóvenes bailando, algunos tomando y otros echando novio. Héctor ayudó a Jessica a descender.
─Espera aquí, Héctor ─Jessica pregunto algo a un grupo de muchachos, yo observaba su belleza. ¿Quién en su sano juicio la haría llorar? Los jóvenes le señalaron un lugar y ella camino hacia allá. A lo lejos vi a Pamela bailando con Adrián, Carina y algunos muchachos. Jessica se plantó frente a ella y Pamela se extrañó al verla. Movía las manos explicando algo a su tía.
─Ven, baja ─me pidió Héctor─, Vamos a fumar un cigarro en lo que vienen.
─No fumo pero te acompaño.
─La señorita Pamela se pasa, siempre está en el desmadre.
─Es una joven de dieciocho años, ¿qué esperabas?
─Yo tengo una hija de su edad y no hace eso.
─Aunque el piso esté parejo, Héctor, hay niveles ─no dijo nada ─Jessica perseguía a Pamela pues esta no hacía caso a sus peticiones.
─No la traerá con ella, esa niña es un caso perdido.
─No, solo le falta alguien que la entienda.
─¿Por ejemplo tú?
─¿Por qué no?
─¡Ja, ja, ja! Te apuesto que si vas no logras traerla.
─No, gracias. No me meteré en más líos.
─Anda, te apuesto lo que quieras ─reía sarcástico.
─¡Ja, ja, ja! No la conozco bien y no sé sus debilidades.
─Ni siquiera te atreves a ir ─lo observé.
─¿Qué quieres perder?
─Mil pesos ─no titubeó.
─Espera aquí ─ Me iba riendo, ese tipo no me conocía. Caminé en dirección a ellas, seguían hablando y los jóvenes las observaban. Había una piscina enorme y todos estaban al rededor tomando, nadie nadaba.
─¡Hola, niña! ─Saludé a espaldas de Jessica.
─¡Fer!, ven, vamos a tomar un trago ─me jaló del brazo y Jessica solo nos miraba
─Sí me tomaré ese trago, pero terminado nos vamos.
─ No seas aguafiestas, Fer. Esto apenas comienza.
─¡Ja, ja, ja! Niña, ya son casi las cinco de la mañana creo que la fiesta debe terminar para ti.
─Ya vas a empezar como mi tía, ¿por qué son tan amargadas ustedes?
─¿Será la edad?
─¡Ja, ja, ja! Sí, yo creo que sí. Nos espera un trago ─caminamos a orillas de la piscina para poder llegar a la barra. De reojo vi a un tipo acercarse con velocidad a Pamela, se aventó a ella y logré aventarla a un lado y me llevó a mí de corbata con él, cayendo al agua. Al sacar mi cara todos se reían.
─Discúlpame, quería aventar a Pamela ─aclaró el joven. Le respondí muy firme.
─No sé qué pretendes, ¡mira a todos! Les diste un espectáculo y aplauden como si tú y yo fuéramos animales de circo. Felicidades niño, te ganaste su ovación volviéndote más estúpido. Ahora, inclínate ante tus fans ─me observaba sin parpadear y su risa se desdibujo. Salí de la piscina ayudada por una mano.
─ Fernanda, ¿estas bien? ─era Adrián.
─ Me sorprende sobremanera que queriendo mucho a Pamela, permitas que tipos como ese tonto se burlen de ella ─se quedó sin respiración─. Vamos niña, se acabó el show, debo ir por tu abuela y no estoy en condiciones de hacerlo. ─Estiré la mano para darle el paso, los jóvenes me veían pero ya no reían. Parecía pollo remojado con mi cabello mojado y la ropa escurriendo. Pasé al lado de Jessica y por primera vez le vi una sonrisa, qué linda.
─¿Puedo ir con ustedes? ─preguntó Carina.
─Sí, Carina. Sube, te dejaremos en tu casa ─aceptó Jessica.
─Prefiero ir a casa de ustedes si no es molesto, mis padres no están y no quiero quedarme sola.
─Está bien. Suban a la camioneta.
─¡Ja, ja, ja! ¿Qué te pasó? ─ Héctor se burlaba.
─Me debes mil pesos y los quiero mañana en la mañana ─su risa paró. Había ganado una mojada pero no gratis.
─¿Me disculpas, Fer?
─¿Qué te pasa, Pamela? Tu jamás pides disculpas a nadie ─refutó Jessica.
─A ella sí, ese tonto la mojó por mi culpa las tres abordaron.
─Vas a mojar el asiento, Fernanda. Yo traigo una cobija, voy por ella ─mencionó Héctor. Espere a que la trajera, el agua estaba muy fría a punto de congelarse y yo temía enfermarme─. Toma, ponla en el asiento ─Hice caso omiso y la cobijé.
─Te sigo. Todavía tengo que ir por la señora Sarita.
─Sí ─mi mandíbula dolía por los dientes que pegaban unos con otros, estaba a punto de la hipotermia. ¡Nah! Estoy exagerando, pero tenía demasiado frío. Héctor se movió y fui atrás de él.
─Pon la calefacción, Fernanda, te vas a enfermar ─sugirió Carina.
─Tranquila, niña, yo estoy bien ─Jessica reía.
─No es de risa, tía, Fer puede enfermar.
─Eso lo hubieras evitado si te dieras a respetar, Pamela ─le gritó.
─Ese tonto está loco, yo no me llevo así con él.
─ ¿Y qué pasó?
─No lo sé tía ─la calefacción calentaba y yo pensaba en la sonrisa de Jessica, ja, ja, ja, que loco fue todo.
─¿Qué talla eres, Fer? ─Carina estaba preocupada.
─Siete.
─Yo también soy siete, tengo un poco de ropa en casa de Pamela, ahorita que lleguemos te presto algo.
─Me parece perfecto, niña, gracias. ─Después de media de hora, la casa estaba a la vuelta, el policía abrió la puerta. Nos metimos rápido, quería bajarme ya y poner algo de ropa seca. Apague la camioneta y baje de ella.
─Ahora te traigo algo para que te cambies, ¡Okey! ─Carina bajo en seguida y se metió corriendo.
─¡Ja, ja, ja! Quedaste toda mojada, Fer ─Pamela reía, Jessica se burlaba.
─Te mereces eso y más, ja, ja, ja ─entraron a la casa y yo con un frío de los mil demonios.
─ Aquí tienes, Fer ─Carina volvió muy rápido con un pants negro y unos tenis blancos.
─Gracias, niña. Te los devolveré mañana.
─ No te preocupes, tranquila. Ve a cambiarte, te hará daño la mojada.
─¡Sí! ─fui al baño y me cambié rápido, salí buscando en la cocina una bolsa para meter mi ropa mojada. ─¡Aaaah! Me asustaste.
─Te preparé un té.

Continuará...

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