CAPÍTULO 10

166 3 0
                                    

─¿No vas a contestar? ─preguntó el barman.
─Colgó ─le mostré el celular y reí. En realidad estaba tensa. ¿Como era posible que esa mujer pusiera a prueba mis nervios? No lo entendía, pero tampoco me pondría a pensar en eso. Volvió a sonar el celular.
─¿Bueno?
─¿Eres estúpida? ¿Por qué no contestas? ─me quedé callada, no había nada que decir─ te estoy hablando, idiota, ¡Contesta! ─no habría respuesta de mi parte─ ¿quién te crees que eres para no responder al maldito celular? ─mi silencio era absoluto─ Pamela se salió de la casa y mamá no tiene su celular encendido, le pasa algo a mi niña y tú me las pagarás, imbécil ─colgué, no quería un insulto más.
─¡Hey! Una pregunta ─hablé al barman─, tengo que dar un recado a la señora Sarita, ¿cómo hago para entrar?
─Espera ─Salió de la barra y se dirigió al cuarto donde jugaba la señora. Le dijo algo en el oído y ella volteó a verme haciendo la señal. Me levanté rápido y fui hacia ella.
─¿Qué pasa, Fernanda?
─Marcó la señorita Jessica. Le urge hablar con usted ─no alcanzo a prenderlo cuando Jessica ya estaba llamando al mío.
─Es ella, señora.
─Contesta.
─No, ella solo me insulta.
─Dámelo ─ ella recibió el insulto dirigido para mí.
─¿Qué te pasa, Jessica? Relájate, hija, no tienes el derecho de insultar así a nadie. ¿Qué te crees? ─¡Ja! Se dio cuenta de los insultos hacia mi persona─ en la casa hablamos de esta situación. Jessica. Dime, ¿Que pasa? ─silencio─ ¡Qué! No puedo en este momento, pero mandaré a Fernanda ─¡Dios! ¿Ahora que pasa?, pensé─ Fernanda va para allá, espera a que llegue ─suspiré, no se si fue porque la vería o porque no quería verla─ Jessica, si te vas a poner en ese plan no entiendo para qué me buscas, si puedes arreglarlo, hazlo. Te colgaré, adiós ─me devolvió el celular─. Aquí tienes, ve a la barra ─ordenó.
─Sí ─me desilusioné un poco, pero estaba bien. Ya en la barra el barman servía bebidas embriagantes para todos, mi cóctel estaba tan delicioso que lo saboreaba lentamente.
─¡Hola! ─se me acercó un hombre.
─¡Hola! ─contesté.
─Mi jefe manda pedir que vayas a su mesa ─mi guiño no se hizo esperar.
─Dile a ti jefe que no, muchas gracias, estoy trabando.
─Por favor, no lo desprecies.
─Tranquilo, no lo estoy despreciando, solo que no puedo, estoy trabajando.
─¡Okey! Iré a decirle ─¡vaya!, qué acompañante tan más raro, y más rara la persona que me invitaba a su mesa. ¿A qué demonios iba yo a ir? ¡Ja! ¡Hombres, carajo!
─Disculpa, no pude evitar escuchar lo que te dijeron. Se trata de un político muy importante y que siempre obtiene lo que quiere, ten cuidado con él.
─Gracias. ¿Quién es?
─¿No sabes?
─No.
─Es Rodolfo Reno.
─La verdad no sé quién es, pero igual debe ser muy influyente.
─¡Ja, ja, ja! ¿Estas siendo sarcástica?
─No, para nada, no lo conozco y la verdad no me interesa saber quién es.
─Tienes razón, es mejor que no sepas ─sabía perfectamente quien era Rodolfo Reno, pero quise dejar las cosas así y seguir saboreando mi coctel. La señora me llamaba, llevé la bebida conmigo.
─Dígame, señora.
─¿Qué estás tomando?
─Un coctel que el Barman me preparó.
─Deja eso en la barra y ve rápido por Jessica, te está esperando ─mi corazón empezó a latir.
─Sí, señora.
─Fernanda, ya sé que estás haciendo un sobreesfuerzo al trabajar, pero serás recompensada.
─Eso espero, señora ─le sorprendió mi contestación, soy una mujer que no se deja y vería la paga el sábado, de no convenirme, renunciaría.
─No la hagas esperar. Cuando termines con ella, vienes por mí ─¿Era en serio?, no había descansado nada y estaba ya pasando factura mi desvelo.
─Está bien, señora. Con permiso ─me acerqué a la barra.
─Muchas gracias por el coctel, no me dijiste como te llamas.
─ No, no me lo preguntaste, me llamo Enrique.
─ Mucho gusto, me llamo Fernanda, fue un placer.
─Lo mismo, Fernanda ─se acercó nuevamente el acompañante.
─ Perdona, mi jefe quiere que vayas a su mesa.
─Dile a tu jefe que llame a otra persona. Nos vemos Enrique.
─Cuídate, Fer ─di la vuelta y salí, pase por aquel lugar donde todos apostaban y mi impresión aún seguía, gente por doquier que parecía Las Vegas, nunca he estado en Las Vegas pero me imagino que así se vive allá. Llegué a la camioneta y la encendí y salí como alma que lleva el diablo luego que el hombre que estaba en la puerta dio paso, iba sola y la velocidad no importaba. El periférico se me hizo corto ya que de noche no es transitado. Pensaba en el político que quiera que fuera a su mesa, me hizo sentir mal, me imaginaba ahí con él siendo presa fácil y para cuando él quisiera. Después se me vino a la mente Jessica. Me encantaba su olor, porte, elegancia para vestir, altura. Todo en ella me gustaba. En minutos llegué a la casa, el policía abrió la puerta de inmediato y entre.
─¡Buenas noches!
─¡Buenas noches!
─La señorita Jessica te está esperando.
─Ya estoy aquí, iré por ella.
─Pues ve a prisa porque está de un genio que ni ella se aguanta.
─ ¡Nah! La señorita Jessica nunca está de mal genio, ¿Quién te dijo tal mentira?
─ ¡Ja ja ja! Ya la estas conociendo, ¿verdad?
─ Si un poco. Ahora te veo.
─Sí, para que no se ponga más de malas ─le cerré el ojo y avancé por el pasillo. Jessica esperaba afuera, no podía negar que paralizaba mi corazón,  Bajé de la camioneta con la intención de abrirle la puerta.
─Te tardaste, tonta.
─No entiendo porque me necesitas teniendo más choferes, me quieres fastidiar la vida y no te lo permitiré, un insulto más y te voy a hablar como tú lo haces ─ninguna de las dos bajó la mirada.
─Te fastidiaré hasta que te vayas.
─Prueba.
─Estúpida ─subió y le di el azote a la puerta, rodeé la camioneta conducir.
─¿A dónde te llevo?
─Le diré a mi madre cómo maltratas su camioneta, tonta ─se acercó Héctor tocando la ventana.
─Vamos a Boques del Pedregal, sígueme.
─¡Okey! ─no entendía tampoco por qué la señora Sarita me mandó a mí. Sonó el celular de Jessica.
─¡Hola. mi amor! ...no, mi amor, por favor necesito verte, no me dejes así ─su voz era rotundamente diferente a como hablaba conmigo─, …qué voy a hacer en este momento, ¿dime? …claro que te amo, mucho, pero tú solo juegas conmigo y me estoy desesperando… ─ empezó a llorar. Quería consolarla pero no podía, ¿que tanto le diría aquella persona que la puso así? Pasaron algunos minutos y colgó echa un mar de llanto. sonó mi celular.
─ ¡Hola!
─Hermana, ¿Qué pasa? Me dice mamá que no has llegado y yo me siento preocupado.
─Tranquilo, Ezequiel, estoy trabajando.
─¿Todavía?
─Sí, es correcto.
─No te avisé de las jornadas laborales largas, discúlpame.
─Hablamos en casa, ahora mismo voy manejando, dile a mamá que no se preocupe, yo estoy bien.
─Cuídate mucho, entendiste.
─ Sí, te amo, hermano.
─También yo ─colgué y dejé mi celular en el asiento.
─¿Te encuentras bien? ─pregunté, sentía feo verla llorar.
─Hasta tu voz me molesta ─¡Ja, ja, ja! Y a mí hasta que me conteste mal me encantaba. Puse música y salió una canción que me encanta. Canté con el artista─¿Quieres dejar de cantar? me molesta todo de ti.
─Una persona que te trata así no merece tu llanto ─la tome de sorpresa.

Continuará...

CUANDO LA VIDA TE SORPRENDE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora