CAPÍTULO 61

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─Por supuesto, Fer. Estoy en Madrid, pero vuelo a Canadá por la tarde. No prepares nada, solo vente con lo que traigas puesto. ¿Te veo allá?
─Perfecto. ¡Te veo allá!
─Ahora mismo hago la reservación a tu nombre, llegaras al aeropuerto de Toronto, te espero ahí.
─Me parece bien.
─Dame algunos minutos, no cuelgues ─hablaba con alguien, me pidió algunos datos ─Listo, Fer. Tu vuelo sale en cinco horas, te veo en Toronto.
─¿Tan rápido hiciste la reserva? ─estaba sorprendida.
─El poder mueve todo, Fer. Te veo allá.
─De acuerdo ─colgamos y respiré profundo. No sabía si había tomado la mejor decisión, pero ya estaba y no dejaría pasar esa oportunidad por nada. Me metí a la ducha y salí para ponerme algo muy cómodo pero bonito, violeta había dicho que no llevara nada, sin embargo, llevaría algo por si acaso. Preparé una maleta sencilla y me alisté para irme. Llamé a claudia.
─Hola, amiga, me voy.
─¡Que! ¿A dónde? ¿De qué hablas, Fer? ─la tomé de sorpresa.
─A Canadá con Violeta.
─¿La amiga de esa tal Camila? ─me gritó.
─Sí, salgo en cinco horas.
─¡Por Dios, Fernanda! No estás haciendo las cosas bien, ¿qué te pasa? ─Estaba encendida.
─No te preocupes, me se cuidar sola. Solo te aviso que no te veré en mucho tiempo.
─Gracias por contar conmigo, amiga. ─estaba siendo irónica.
─Perdóname, Clau, pero esto debo hacerlo ya o jamás me iré. Espero me sepas entender.
─Lo hago, créeme. También haría lo mismo. Cuídate.
─Así lo haré.
─Me da gusto que te vayas, necesitas estar lejos un tiempo y pensar las cosas. Me sorprende tu vida, Fer.
─También a mí, cuando la vida te sorprende debes actuar rápido.
─¡Vaya contigo! Te quiero, amiga ─la sentí triste.
─Te quiero. ─colgamos, me sentía melancólica y mis lágrimas no paraban. Mi celular sonó.
─Hola.
─Listo, que comience el espectáculo ─dijo Héctor y colgó. De inmediato mande esos dos videos y el audio a Jessica, solo esperaría la reacción. Tomé un vino tinto y lo destapé, tomé un sorbo y suspiré saboreando mi derrota o mi victoria. Puse un poco de perfume y salí a buscar un taxi.
─¿A dónde la llevo, señorita?
─Al aeropuerto, por favor ─sonreí. Sonó mi celular, era Jessica. Lo volví a meter a mi bolsa y respiré lo más profundo que pude. Dicen que la indiferencia mata y yo ya estaba muerta le tocaba a Jessica buscar su paz o su angustia. Dejó de sonar, pero al instante volvía y así cuatro veces más.
─¿No va a contestar, señorita? Esa insistencia es de un hombre enamorado o preocupado ─manifestó el taxista mirándome por el retrovisor.
─Cuando le matas el corazón a una mujer no hay nada más que puedas hacer, se ira sin voltear atrás y sin dar una oportunidad más.
─¡Tssss! ¡Entonces ese hombre ya está muerto! Que mal por él, se perdió un amor bonito y de una hermosa mujer ─me miraba.
─No, no se perdió de una mujer hermosa, pero si perdió un amor verdadero, sincero y que era todo suyo. Se perdió de una mujer que lo amaba de verdad ─suspiré y comencé a llorar Estaba muy sensible.
─Estoy de acuerdo, que tonto ese tipo. Pero todo lo malo siempre viene acompañado de algo bueno. Le llegará ese hombre a su vida que la haga feliz.
─Así será. Gracias. ─estacionó y me despedí del taxista que de la nada vino a ser un poco mi pañuelo de lágrimas.
─Caminaba rápido hacia la puerta tres del aeropuerto y mi celular sonaba nuevamente, era Víctor.
─¿Ya te mostró el audio que grabe? También quédate sin respuesta ─hablaba para mí. Mi estabilidad emocional estaba increíble, estaba saboreando el momento.
─Buenas noches, señorita, tengo una reservación a nombre de Fernanda Alonso para Toronto.
─Un segundo por favor ─checó su computador. ─Aquí está, permítame sus documentos ─le di lo que necesitaba y estuvo listo. ─Su vuelo sale en una hora por Puerta Tres.
─Gracias. ─me senté en la sala de espera. Tenía mensajes de Jessica, Víctor, Camila y lo más sorprendente, de mi exsuegra. Los revisé uno por uno. Camila preguntaba dónde estaba.  A Víctor le urgía hablar conmigo. Jessica decía que eran un error los videos y el audio que grabé. La señora Sarita solo decía: Fernanda, ¿qué pasa? Me llamó Héctor. Contesté de inmediato.
─Héctor, ¿qué hay? ─estaba agitada.
─Fer, esto está muy mal. La señorita Jessica está como loca tratando de irse a la Ciudad de México a verte, la están deteniendo y la señora Sarita la trata de controlar. La señora Camila te está llamando, igual el joven Víctor y lo mejor de todo, Jessica corrió a Mariela y le gritó que fue su culpa por haberle hecho caso. Mariela contestó que no entra un tercero si un segundo no lo quiere. Jessica le grito que se largara y que jamás quería volver a verla. Mariela se fue diciendo que si te amaba por qué te lo hizo. Jessica respondió que nunca pensó que te amaba tanto y que tenía que pasar esto para darse cuenta que es a ti a la que ama de verdad. El ambiente aquí está muy mal y a todos los traes de cabeza.
─Gracias por decirme, amigo. Qué lástima que nos damos cuenta de nuestras acciones a destiempo, cuando las consecuencias son devastadoras.
─Lo están siendo, Jessica llora como jamás la había visto, está desesperada, su estabilidad está en decadencia.
─Ya no es mi problema, que encuentre consuelo en Mariela, yo ya me fui y jamás pienso regresar.
─¡Espera! ─colgó. ¿Que estará pasando?, me pregunté. ¡Ay, Jessica! Lo sentía en el alma, pero ella debía aprender que no se debe jugar así con los sentimientos de nadie. Me llamaba ahora la señora Sara. No quise contestar, no sabía que decirle. Héctor marcó de nuevo.
─Fer, me están pidiendo que te llame, piensan que tú me contestaras la llamada a mí. Me metí al baño para comunícame contigo. ¿Qué vas a hacer?
─Deja que marquen, contestaré amigo.
─Esta bien, tu sabes lo que haces ─colgó.
─Pasajeros que van a Toronto favor de pasar a Puerta Tres ─dijo una voz por el micrófono. Me levante en seguida y me formé para hacer el chequeo de rutina, llegué a la entrada del avión y cerré los ojos, sabía que no regresaría en mucho tiempo. La azafata me mostró mi lugar y me acomodé en mi asiento. Mi celular sonó.
─Hola Fer.
─Hola Violeta.
─¿Ya estás en camino?
─Sí, me acabo de subir al avión.
─Perfecto, te veo en unas horas. Yo llegaré primero así que te espero en la sala.
─¡Okey! Violeta, si te marca Camila, dile que no sabes nada de mí ─le pedí.
─No sé qué pasa, pero está bien.
─Te explico cuando te vea.
─Bien, buen viaje, Fer.
─También ten buen viaje ─colgué. Marqué a mamá en y ella estaba desconcertada, mi locura no me dejó despedirme de ellos y me sentía mal por eso. Mamá quedó inconsolable pero acepto finalmente mi decisión, le conté un poco y me dio su bendición. Corté llorando. El avión despegó y con él un pasado que quería pronto olvidar y recuperar mi paz. sonó el celular y era Héctor, respiré profundo y contesté─. Hola.
─Fernanda, soy Sara ¿Podemos hablar? ─la sentí molesta.
─Dígame. ─contesté igual que ella.
─Por esta vía no, necesitamos hablar frente a frente.
─Lo siento, no estoy en la ciudad ─en el fondo escuchaba a Jessica gritar.
─Fernanda, mi amor, ¿dónde estas?
─Debes dar la cara, Fernanda. No puedes irte y dejar las cosas así ─decía la señora sara.
─Con usted no tengo problema alguno, señora. Al contrario le debo agradecer que siempre me tratara con respeto y que jamás se metió conmigo, y le debo un respeto. Los problemas con Jessica son de ella y míos nada más y le pediré mantenerse al margen.
─¿Ese es el respeto que me tienes? ─la voz se le quebraba.
─Me gustaría hablar con usted, pero en este momento voy en un avión sin destino alguno. Gracias por todo, señora.
─Está bien ─colgó. Los gritos de Jessica retumbaron en mi corazón lastimado, me dolió escucharla tan desesperada y llorando. También yo estaba herida, pero con un poco de satisfacción emocional. El avión a aterrizó y baje desesperada por ver a Violeta. Con mi maleta en mano llegué a la sala.
─Hola, Fernanda ─Violeta estaba a mi espalda.
─Hola Violeta, que gusto verte ─le di un abrazo cálido y comencé a llorar.
─¡Hey! ¿Qué pasa?
─Vamos, te platico en el camino.
─Me habló Camila preguntado por ti, debes decirme en este momento qué sucede ─dejó de caminar.
─Bien, Jessica me engaño con su amiga Mariela y me fui de su vida.
─¡Pero como! ¿Ahora sí le hizo caso? ─estaba impresionada─ ¡Qué barbaridad!
─¡No entiendo! ¿Ahora si le hizo caso? ─pregunté.
─¿No sabes quién es Mariela? ─me quede pasmada.
─No, ¿Tú sí? ─contesté intrigada.
─Mariela, ama y adora a Jessica, le daba regalos caros y trató en muchas ocasiones de conquistarla, Jessica jamás le hizo caso, al estar con Ana, le dio fidelidad y honestidad. Mariela, al ver que Jessica no le correspondería, se marchó dejándola ser feliz ─sonreí.
─Pero ahora sí le hizo caso dejándome destrozada. Me da gusto que ahora se entiendan.
─Está demostrando que nunca te amó ─me miró a los ojos─, lo siento.
─A Ana sí le dio fidelidad porque la amaba, a mí me dio deshonestidad porque jamás me amo. ¡Auch! Eso duele.
─Si, eso duele. Pero el tiempo cura y pronto sanarás.
─¿Qué te dijo Camila?
─Me platico todo, Jessica está destrozada y te esta buscando como loca. Camila me pidió que si te comunicabas conmigo se lo dijera de inmediato.
─¿Le dirás?
─No me meto en problemas que no son míos, mi lealtad hacia una amiga es prioridad. Tranquila.
─Gracias.
─Vámonos de aquí a tomar unas cervezas y a pasarla bien. ¿Te parece? ─me sonrió.
─A eso vine ─sonreí. El hotel estaba hermoso, cuando hay dinero la vida es más sencilla. Violeta se registró y subimos a la habitación.
─Quiero preguntar, ¿cómo te sientes? ─se puso frente a mí.
─No te voy a mentir, Violeta. Mal, pero con toda la actitud para disfrutar las maravillas de la vida.
─Así se habla. Me voy a la ducha y en cuanto salga ¡nos vamos a divertír! ─gritó. Yo solo reí. Timbro mi celular. Era Héctor.

Continuará...

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