CAPÍTULO 56

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Martin estacionó y bajé. Isabel llegaba y me alcanzó.
─Buen día, Fer.
─Buen día, Isabel. ¿Como amaneciste? ─sonreí.
─Bien, ¡aunque tú no te vez muy bien! ─expresó.
─Me falta mi café, si me regalas uno, lo agradeceré.
─Ahora mismo lo preparo.
─Gracias ─me quité el saco y lo colgué.
─Hola, debemos hablar, Fer ─dijo Jess.
─¡Te escucho! ─me senté.
─Perdóname por cómo te he tratado. No sé qué me pasa ─ella hacía pausas, yo escuchaba─. Me siento un poco desorientada por algunas cuestiones de papá, el proyecto de Cancún y el problema de mi hermano Octavio, todo eso me tiene estresada y muy pensativa. ¿Me perdonas? ─me besó.
─Dime que está pasando. Quiero la verdad, Jessica.
─¡Te lo estoy diciendo y no me pones atención! ─gritó.
─¿Eso es todo?
─Sí.
─Entonces no te preocupes, pero no me gusta que esto esté perjudicando nuestra relación, debes hacer a un lado tus problemas familiares, si no, esto se va a ir al caño.
─Lo haré, corazón ─me abrazó.
─¡Ay, disculpen! Aquí esta el café ─dijo Isabel.
─Gracias ─lo tomé.
─Mi amor, ¿al rato vamos a comer? ─Jess estaba más pacífica.
─Sí, corazón ─sonreí.
─Isabel, ¿cómo has estado? ─preguntó Jess.
─Bien señorita, gracias. ¿Y usted? ─se veía incómoda.
─Bien, cuídate. Te veo la rato mi amor ─salió.
─Que raro, ella jamás me saluda de esa manera. ─Isabel se impresionó.
─Siempre hay una primera vez. ─respondí. El trabajo me consumía, no me daba para respirar un segundo Llamé a Jess para ir comer y no contestó. Dejé un mensaje diciendo que la esperaba en mi oficia pasaron las horas y jamás se comunicó.
─No comiste nada, Fer. ¿Te pido algo? ─preguntó Isabel.
─No gracias, creo que es todo por hoy, ve y descansa.
─Bueno. También descansa ─cerró la puerta y me recargué en el escritorio, tomé mi saco y salí. ─mi celular sonó.
─Bueno.
─Hola, mi amor, disculpa, estaba en una junta. ¿Ya comiste? ─Jess se escuchaba agitada.
─Ya, mi amor, ¿y tú?
─Que bueno, también yo.
─Que bien, corazón. Te veo en casa ─colgué sin querer saber nada más. Ella comió sin preocuparse por mí y eso estaba bien. No me necesitaba, pero yo a ella sí. Me dirigí a casa.
─Hola, Fer. ¿Cómo te fue? ─preguntó Pamela, que llegaba también a casa. Vi la camioneta donde se fue Jess y descansé, ya había llegado.
─Bien, niña, ¿cómo va la universidad?
─Muy bien, es el último semestre y espero terminar con excelencia.
─Me alegra.
─¿Te pasa algo? ─preguntó preocupada.
─Ya no importa lo que pasa, lo que importa es estar tranquila con uno mismo ─nos metimos.
─Hola, mi amor. ¿Cómo te fue? ─Carina la recibió.
─De maravilla, pasé el examen ─Carina la abrazó.
─Eres muy inteligente ─se veían felices─. Hola Fer.
─Hola niña. ¿Como va todo?
─Muy bien.
─Que bueno. Las dejo, voy a ver a Jess.
─Mi tía aun no llega ─respondió Carina.
─¡Cómo! Su camioneta está afuera ─me asombré.
─Sí, llegó, pero se fue en seguida.
─Con Héctor.
─No, el está en su casa, mi tía le dio descanso.
─Que bien. Las dejo voy a ducharme.
─Descansa, Fer ─ se despidieron. Subí a mi habitación y me puse a llorar, era mucha presión, me sentía sola y muy triste. El agua era mi consuelo, caía calientita en mi cuerpo y mis lágrimas las escondía en ella. Al salir del tocador, Jess ya estaba en la cama acostada.
─Hola, amor. ¿A que hora llegaste? No te escuché entrar ─suspiré.
─Acabo de llegar, me siento muy cansada ─contestó sin mirarme. Me metí en las cobijas y comencé a acariciarla, la deseaba tanto.
─No ─me quitó las manos. Me quedé helada, me volteé y me quedé dormida después de llorar en silencio.

Desperté y ella seguía dormida. Me vestí y bajé sin hacer ruido para no despertarla, no quería desilusionarme más.
─Buen día, Fer ─saludó Erica.
─Buen día, Erica. Imagino que Héctor esta aun descansando.
─¿Descansando? No, él no tiene descansos.
─Carina me dijo que Jess le había dado descanso ayer.
─No, él ha estado con la señorita Jessica.
─¿En serio?
─¡Cómo! ¿No me crees? ─nos sorprendimos.
─Sí, sí te creo ─Carina me había engañado.
─Buen día, Fer ─saludó Héctor.
─Buen día, Héctor. ¿A dónde llevaste a Jessica ayer? ─pregunté molesta. Él se agacho─. Dime, Héctor.
─Soy una tumba, Fer. Lo siento.
─Bien. Nos vemos al rato.
─¡Debo llevarte!
─Tranquilo, tomaré un taxi.
─No, es mi trabajo, no lo pongas en riesgo, por favor.
─Espera a Jessica, ella sí necesita de ti ─salí sin rumbo, no sabía que tantos sentimientos cargaba, mis lágrimas salían de impotencia, de rabia, no sabía qué hacer. Lo que si tenía seguro es que había cosas que no me gustaban. Carina, Camila y Héctor habían defraudado mi confianza, ya no sería lo mismo. Camila no quiso decirme lo que Jessica le había dicho, Carina me mintió y Héctor era una tumba, aunque en parte lo entendía, su trabajo estaba en la línea si me decía algo.
─Hola, Fer. ¡Sube! ─era Cesar.
─Hola, que bueno que te encontré.
─¿Por qué vienes caminando? ¿No te trajo Héctor? ¿Y Jess?
─Son muchas preguntas en una, Cesar. No quise que Héctor me trajera, él llevará a Jessica y ella aún está en casa. ¿Podemos irnos?
─¿Pasa algo, Fer? ─preguntó anonadado─. ¡Ay, Dios! Ya hay problemas en la pareja.
─No, todo está bien. ─ya no hablamos, Cesar me vio tan mal que no preguntó nada.
─Llegamos. Creo que necesitas hablar con alguien, te estas muriendo por dentro ─me agarró la mano.
─Necesito es llegar a trabajar y no pensar en nada más.
─Tranquila, el trabajo no se va a ir y tú te ves muy mal. ¿Qué tienes, muñequita de sololoy? ─comencé a llorar.
─¡Ey! Tranquila, muñequita ¡Cuénteme! ¿Qué pasa? ─Conte a Cesar todo─. No sé si está mal que te diga esto. Soy amigo de Jess y la quiero como a una hermana, pero no se vale lo que está haciendo, no somos juguetes que pueden utilizar a su conveniencia y pensar que nos pueden votar cuando se les da la gana ─estaba indignado─, una relación se basa en la confianza, el respeto, la comunicación y es evidente que Jess no te ha dado nada de eso.
─¿Tú sabes algo Cesar?
─No, muñequita, te diría si lo supiera, no me gusta la deshonestidad de las personas. Aunque quiero mucho a Jessica, no se hace eso. Debería hablar contigo y explicarte la razón, o en su defecto, decirte que se arrepiente de haberse casado y listo, para que tantas vueltas al asunto.
─Gracias por escucharme, me siento mejor al contar esto que me carcome por dentro.
─Vamos a trabajar y por la noche nos vamos a mí departamento y nos tomamos un café, te relajas y platicamos un poco más. ¿Te parece?
─Sí ─se fue a su oficina y yo a la mía.
─Hola, Fer.
─Hola, Isabel, comunícame con el licenciado López.
─En seguida ─entre a mi oficia y colgué mi saco.
─Fer, el licenciado está al teléfono.
─Gracias. licenciado López, buen día. Dígame, ¿Ya llegó el depósito?
─Buen día, señorita Fernanda. Sí, todo está en orden.
─Me alegra, , siga teniendo buen día.
─Igualmente ─aunque mi depresión estaba a todo su esplendor yo debía hacer mi trabajo.
─Tu café, aunque no lo pediste ─dijo Isabel.
─Que linda, gracias. ─necesitaba tanto algo caliente que cayera en mi estómago, hacia días que no comía, pero no tenía hambre. ¿Como era posible que esto del amor me dejara sin ganas de probar alimentos y peor aún, no tener nada de hambre?
─¿Porque saliste sin mí? ─entró Jessica. No contesté.
─¿Me vas a ignorar? ─alzo un poco la voz.
─Debemos hablar muy seriamente, Jessica.
─¡Ay no! ¿Otra vez con eso? ¿Cuántas veces tengo que decir que no pasa nada? Es el trabajo que me tiene así.
─Te voy a preguntar por última vez y después jamás volverás a escuchar nada de mi boca. ¿Que está pando entre nosotras?
─Me voy, tengo mucho trabajo ─se dirigió a la puerta.
─Jessica, solo quiero que sepas que... ─salió sin escucharme ─me dejó como estúpida y eso me puso muy de malas. Hice una llamada.
─Cesar, ¿podemos irnos ahora? ─pregunté.
─Dame dos horas.
─Está bien ─ me puse a trabajar para terminar rápido mis labores.
─¿Vamos a comer algo? ─Jessica entró sin tocar.
─No, tengo que salir ─respondí sin mirarla.
─Perfecto ─salió sin preguntar a donde iba ni mucho menos─. Solo quiero decirte que no puedes hacer lo que hiciste con Héctor. Él tiene que acompañarte ─deje de hacer mis cosas y me pare.
─Él es tu chófer y te cuida a ti, no a mí. Ahora sal que necesito terminar mis labores.
─Estas insoportable. 
─¡Ja, ja, ja! ¿Yo estoy insoportable? ¿Y tú, como estas?
─No sé qué me paso casándome contigo.
─Fácil, mi amor, te doy el divorcio y listo ─cerró la puerta. Me deje caer en la silla.
─¡Fer, vámonos! ─entró Cesar. Nos fuimos a su departamento.
─Voy a poner cafecito.
─No, prefiero unas cervezas bien frías.
¡Ja! Eso te iba a proponer, pero no sabía si hacerlo ─tenía el refrigerador lleno de cervezas.
─Sí que tomas demasiado, primo.
─¿Primo?
─¿No te has dado cuenta de que compartimos apellido?
─¿En serio?
─Alonso.
─No lo sabía. Pues salud por eso, prima ─destapó las cervezas y de un trago la terminé. Platicamos mucho y reímos de todas las aventuras que había pasado en su vida.
─Yo no tenía nada, Fer. Lo único bueno que mis padres me dejaron fue la carrera, después me fui abriendo camino entre toda la multitud de personas que buscábamos un puesto en las empresas, fue muy difícil encontrar un buen trabajo pero lo logre, con perseverancia alcance mis sueños y ahora tengo más de lo que merezco.

Continuará...

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