CAPÍTULO 30

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No quería verme al espejo, sabía que me pondría mal al ver mi cara golpeada. Dejé caer el agua en mi cuerpo y tuve una sensación de alivio. Pensaba en Jessica cuando me abrazó, pero ella había regresado con Ana y yo tenía que evitar pensarlo. Al salir de la ducha me miré al espejo y suspiré. Mi cara no estaba tal mal, el golpe había hecho sangrar mucho mi nariz, pero todo estaba normal. Me vestí y me recosté un rato, me sentía un poco mareada. La noche llegó y con ella el ruido de afuera. Alguien tocaba a la puerta.
─Fer, la señora Sara te busca ─era Erica.
─Gracias, en un momento.
─Te ves muy mal, ¿te sientes bien?.
─Sí.
─Qué bueno, no tardes mucho.
─Ahora voy ─me calcé las botas, me maquillé y salí.
─¿A dónde vas? ─Ezequiel me detuvo.
─La señora Sara me busca.
─No se qué le pasa, casi mueres y no le importa.
─Pero la paga es buena y nos encanta estar aquí.
─Solo cuídate mucho, ¿oíste?
─También tú.
─Me da gusto verte bien ─me abrazó.
─Te quiero.
─y yo a ti piojosa..
─¡No tengo piojos! ─lo miré raro.
─Lo sé, me salió decirte así ─estaba desconcertada. Me agradó que me haya dicho piojosa, sentí su cariño.
─Ahora te veo ─fui directo a la cocina por agua.
─Disculpa, me podrías decir dónde queda el tocador? ─preguntó una mujer muy bonita.
─Te vas por ese pasillo y a mano derecha ahí está.
─¡Okey! Muchas gracias.
─De nada ─la señora sara platicaba con algunas personas, busqué con la mirada a Jessica y estaba con Ana, se veía feliz.
─Fernanda, dile a Héctor que lo necesito ahora y hazme el favor de hacer guardia en el balcón ─subí los escalones y llegué hasta arriba.
─Hola, Fer, ¿qué haces aquí?.
─La señora Sara me mandó a hacer guardia y dice que vayas ahora.
─¡Okey! ¿Todo bien?.
─Sí.
─Me alegra, tienes que vigilar aquella torre, si te mandan la luz, hay peligro y de inmediato me avisas. Bajó y me quedé sola, la fiesta se veía desde ese lugar, el grupo tocaba sus mejores canciones y se bailaban cumbias. Observaba a Jessica, su vestido escotado floreado le quedaba hermoso, las zapatillas la hacían ver más alta, el cabello suelto y los labios rojos hacían lucir su belleza. Ella tocaba a Ana muy provocativa, Ana la rechazaba y mejor miré para otro lado. La casa era enorme y su vista impresionante. Pasaron un par de horas.
─Hola ─la voz me hizo brincar y voltear de inmediato.
─Ay, me asustaste ─era la mujer que vi en la cocina.
─Disculpa, no fue mi intención. ¿Me puedo fumar un cigarro aquí? Qué bonito se ve todo esto. ─dijo recargándose en el barandal.
─Sí ─también me recargue.
─¿Cómo te llamas?.
─Fernanda, un placer ─le di la mano.
─El placer es mío, Fernanda. Me llamo Violeta.
─Mucho gusto Violeta.
─Soy amiga de Camila, una amiga de la señora Sara. Me invitó, me dijo que habría música para bailar y es la hora que todo está muy apagado.
─Pero están poniendo variedad.
─Sí, pero esa música no me gusta, yo bailo salsa. Me encanta.
─También a mí, amo bailar.
─¿En serio? Pues si ponen una salsa me gustaría que me sacaras a bailar.
─Con mucho gusto, pero bailaremos aquí, estoy trabajando.
─Ay, perdón, y yo distrayéndote.
─Tranquila, ellos no se darán cuenta.
─¿Eres guardaespaldas?
─No, soy la chófer de Pamela.
─¡Oh! que bien.
─Este cielo está hermoso. Me encanta venir a Acapulco, el mar es rico. ─Paso un rato y ella no se iba, su plática era tan amena que se me olvido todo, reíamos a carcajadas por cosas que ella decía y yo le seguía, la química era muy buena.
─¡Ah! ─se emocionó al escuchar salsa ─Vamos a bailar. ─ la tomé de la cintura haciendo algunos pasos bonitos y ella se dejaba llevar, le daba vueltas; nos quedamos frente a frente a punto de darnos un beso, su figura era maravillosa.
─¡Bravo! ─Jessica aplaudía─ ¿Así trabajas, Fernanda?
─Jessica, yo tuve la culpa ─respondió Violeta que se alejó de mí.
─No estoy hablando contigo. Tu deber es vigilar, ¿y así lo haces?  ─no respondí nada.
─Tranquila, Jessica, yo me voy en este momento, no quiero provocar un problema ¿me das tu número? Me gustó hablar contigo. ─Jessica me miraba enojada.
─Dame tu celular ─le grabé mi número─. Aquí tienes, llama cuando quieras ─le guiñe el ojo.
─Gracias. Muy pronto. ─me devolvió el guiño─ con tu permiso Jessica ─pasó muy cerca de ella, casi empujándola.
─Me sorprendes, tienes a todo un harem comiendo de tu mano, ¿pero dónde quedo Isabel? ─le di la espalda sin contestar nada─, te estoy hablando ─se puso atrás de mí. Giré y la tenía cerca de mi corazón agitado, mi boca deseaba la suya, mis manos querían tocar su piel tersa y suave, mi cuerpo pedía a gritos acercarse al suyo. Sus ojos eran tan penetrantes que sentí pasión en ellos, su respiración era pausada y lenta, su olor me embriagaba y quería besar su cuello, su oreja y hacerla sentir amada. Por un momento sentí que ella también lo deseaba.
─Por favor, no molestes con eso. Mejor ve abajo, ella estará buscándote y no quiero otro problema.
─Bésame. ─Me sorprendió.
─No me gusta besar a mujeres comprometidas.
─Nadie me ha despreciado.
─No te estoy despreciando, te estoy respetando.
─Tonta. ─dio la vuelta.
─¿Me dices tonta y tú sigues con esa mujer? No pues ¡guau! ─se detuvo sin voltear.
─Cuando una mujer desea algo lo pide, pero tu no entiendes eso ─y me puse frente a ella.
─¿Crees que no lo deseo? Suspiro, pienso y sueño contigo. Lo único que quiero es tenerte en mis brazos y hacerte mía.
─No tenías que decir tanto ─soltó una risilla─, solo quería saber qué harías al pedirte un beso. Ahora lo sé, ¿piensas que yo me fijaría en una mujer como tú? Ja, ja, nunca, no estás a mi altura ─con la mano me hizo a un lado.
─Te voy a pedir que no te vuelvas a meter con Isabel y con Violeta. Violeta es hermosa y me interesa ─no dijo nada y se marchó. Me recargue en el barandal y respiré profundo. Las lágrimas querían salir de mis ojos pero no lo permití.
─Hola ─volteé.
─Hola, señorita Camila. ¿Puedo ayudarle en algo?
─Estoy bien. Discúlpame, sin querer escuché, me parece que está celosa.
─¿ Me acaba de humillar, la escuchaste.
─Así nos comportamos las mujeres cuando alguien nos importa, tus palabras le subieron el ego ─la mire extrañada─, ella quería saber lo que sientes por ella, y se lo soltaste de una. ─levantó la ceja, lo que me hizo saber que lo había arruinado. Me recargué de nuevo en el barandal, derrotada─. Tranquila, está feliz por lo que sabe ahora, pero le daremos un escarmiento, ¿qué dices? ¿Estás de acuerdo? ─solté una pequeña risa diabólica.
─¿Cómo lo haríamos?
─Bien, subí buscando a Violeta y te vi con ella, me parece que tuvieron buena química.
─Sí, es un encanto.
─Bueno, te voy a llamar y te pediré que la lleves a su hotel. Lo haré frente a Jessica y veremos que hace.
─¿ Y si no hace nada?
─Créeme, lo hará.
─¿Por qué me ayudas, Camila?
─Quiero mucho a Jess, siempre fue mi consentida, pero desde que esta con esa mujer cambió. Me duele verla así y tú puedes ayudarla. Debes tomar algo en cuenta ─se me acercó mucho ─si no me hubiera percatado que Jessica siente algo por ti, no estaría diciéndote esto. Sé que la quieres y ella no piensa aceptar que siente lo mismo.
─¿Qué pasará con Violeta?
─De ella me encargo yo, le contaré todo y aceptará.
─No sé si quiero hacerlo.
─Es tu decisión si aceptas llevar a violeta o no.
La fiesta estaba en su apogeo, gente riendo, bailando y tomando tragos. El grupo que habían contratado tocaba muy bien.
─¡Vaya, vaya! Aquí está la famosa Fernanda ─lo vi y sonreí.
─¿Famosa? Me halagas, Rodolfo.
─Todos hablan de eso.
─¿En serio?
─Todos allá abajo. Quieren contratarte.
─Ja, ja, ja! No juegues así con mis sentimientos, Rodolfo, o mi ego estará por los aires.
─No, de verdad te lo digo. Todos piden a Sarita que te deje ir con ellos. La hazaña que hiciste ni en las películas de acción lo hubieran hecho mejor.
─¿Cual hazaña?
─Haber dejado ese carro aplastado, Fernanda.
─Solo salvé mi vida.
─Y la de Jess. He visto que te observa mucho.
─¿Ah, sí? No, yo no me he percatado.
─Pues yo sí, pero no podrá tener nada contigo, ella está comprometida, Ana y ella se van a casar ─me dio un mareo.

Continuará...

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