CAPÍTULO 21

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─¿Qué te pasa, idiota? ─Jessica estaba furiosa.
─¡Por Dios! ─Pamela se sorprendió y Carina estaba asustada.
─Sal de ahí ahora, Fernanda. ─Ezequiel me gritó muy enojado.
─¿Que está pasando aquí? ─la señora Sarita exclamó angustiada al vernos dentro de la alberca.
─Abuela, mi tía quiso empujar a Fernanda, ella la jaló y las dos cayeron.
─Te espero en la oficina, Fernanda ─se marchó.
─Nunca había odiado a nadie tanto como te odió a ti, espero entiendas eso y renuncies ─Jessica salió y yo me quedé pensando en todo.
─Vamos Fernanda ─Ezequiel me daba la mano. Lo ignoré y salí por mis medios.
─¿Estas bien, Fer? ─preguntó Carina.
─Sí, niña, todo bien.
─Mi abuela está muy enojada, Fer. Creo que ahora sí te van a despedir.
─¡Ja, ja, ja! Eso creo, ¿y sabes algo?, estaría genial ─le cerré el ojo.
─¿Qué le pasa a Jessica? ¿Qué se piensa para hacer lo que hizo? ─se quejó Ezequiel.
─No lo sé hermano, creo que me iré de aquí.
─Pero claro que te irás, no quiero que sigas aquí, y no lo digo por ti, hermana, Jessica se está pasando y esto no lo debes pasar por alto.
─Eso es correcto. Iré a hablar con la señora y en seguida me voy, no traje dinero para el regreso.
─Tranquila, yo te doy. Anda, ve a hablar con la señora, aquí estaré. La entrada es por ahí ─señaló─ giras a la derecha y es la segunda puerta.
─¡Okey! Ahora regreso ─en la oficina toqué la puerta.
─Pasa ─me quedé ahí parada, ella estaba en una llamada.
─Sí, quiero las rosas blancas y los girasoles... perfecto, muchas gracias ─colgó─. ¿Qué pasó Fernanda?
─Pamela me aventó al agua, salí y la señorita Jessica me dijo algunas palabras y yo le contesté, pienso que le enojó la contestación y me empujó, mi inercia fue llevarla conmigo.
─¡Ja, ja, ja! Mi hija necesitaba un chapuzón ─yo no reí─. Necesito que vayas a recoger y comprar algunas cosas… ─la miré a los ojos─.
─Señora, le agradezco mucho el trabajo, me empezaba a gustar, la señorita Pamela es una niña muy linda, pero me voy, muchas gracias por la oportunidad. Creo que alguien más la necesita.
─Yo no te estoy despidiendo, pero si esa es tu decisión, adelante. Te mandaré con Ezequiel tu dinero.
─Gracias ─salí.
─Fue lo mejor que podías hacer ─Jessica había escuchado mi renuncia. La observé y no dije nada. En el patio busqué a Ezequiel.
─¿Qué pasó?
─Me voy, hermano. ¿Dónde puedo tomar un taxi?
─Vamos, te llevo.
─No, no quiero provocarte problemas.
─Tranquila, es mi deber ya que yo te metí en esto.
─Hola, Fernanda ─Rodolfo me saludó.
─Rodolfo.
─Bueno hermano, te dejo, se me hace tarde.
─Ve con cuidado, y llama cuando llegues.
─Así lo haré. Hasta luego, Rodolfo.
─Ezequiel, hazme el favor y dile a alguien que lleve a Rodolfo ─pidió el señor Arturo.
─Sí, señor.
─¡Espera! Ella puede llevarlo.
─Disculpe, señor, ya no puedo...  ─no dejó que respondiera.
─¿Vas a desobedecer mis órdenes?
─No, señor.
─Ve con ella, Rodolfo.
─De acuerdo ─Rodolfo se veía contento.
─Hermana, ve y en cuanto llegues yo te llevaré.
─¡Okey!
─¿Nos vamos?
─Claro, Rodolfo ─subió a la parte del copiloto, encendí la camioneta. Ningún guardaespaldas iba con nosotros.
─¿Porque estás mojada?
─Pamela me aventó a la parisina.
─¡Ja, ja, ja! Es un torbellino.
─Sí, pero me ayudó a refrescarme.
─¿Te pasa algo, Fernanda?
─No, Rodolfo, todo bien.
─Te siento extraña, el poco tiempo que llevo hablando contigo me hace pensar que no estás bien.
─No me conoces, no sabes en qué animo me encuentro.
─Te puedo escuchar, soy muy bueno en eso y dando mi punto de vista.
─No tiene importancia,  mejor platícame de ti.
─¡Okey! ¿Qué quieres saber de mí?
─Todo y nada.
─¡Ja, ja, ja! Me gusta, me haces reír.
─Dime ¿por qué no te has casado?
─No ha llegado la mujer que llene mis expectativas.
─¿Que llene? No sabía que alguien tenía que llegar a la vida de otro para llenar sus vacíos.
─Tal vez lo expuse mal. No ha llegado esa mujer que me haga sentir que deba dejar mi soltería.
─¿Qué debe tener?
─No es qué deba tener, es cómo se comporte ante la sociedad.
─¡Guau! Entonces debe ser inteligente, bien portada, de clase alta, interesante y lo mejor de todo, que tenga una posición económica estable.
─Algo así. Soy un político importante e influyente, la mujer que sea mi esposa debe saberse comprar como tal.
─En pocas palabras, una mujer que sea tu títere y que este guapa.
─¡Ja, ja, ja! No tanto así. Podrías ser tú. 
─No, nada que ver. Yo no tengo posición económica, no soy influyente, no tengo padres ricos, no me comporto bien frente a las personas y lo peor de todo, no soy nada agraciada.
─¡Ja, ja, ja! Te minimizas sabiendo el potencial que tienes.
─Si tú lo dices.
─Ahora háblame de ti.
─¿Qué quieres saber?
─¿Porque te gustan las mujeres?
─Por la misma razón que te gustan a ti.
─Esa no es una respuesta válida.
─Lo sé.
─No entiendo cómo es ese mundo, ¿por qué les gustan las mujeres a las mujeres y los hombres a los hombres? ¿Qué tiene de interesante?
─Te podría explicar muchas cosas, pero no estás listo para una conversión así.
─Mi hermano es gay, hace mucho tiempo no lo veo y no sé nada de él, papá lo corrió de casa cuando yo tenía 15 años. Él tenía 17 ─recargo su cabeza en el respaldo.
─¿Tú no lo apoyaste?
─No, en aquel tiempo no lo sabía, y tampoco sabía por qué se había ido de casa. Tiempo después escuché a mi padre platicar con mi madre, mi mamá le pedía a papá dejarle ir a ver a mi hermano, pero jamás lo permitió.
─Que mal, espero tu hermano esté bien.
─No lo sé. Hasta ahora no sé nada de él. Me dieron ganas de verlo.
─¿Y qué te lo impide?
─No saber dónde está.
─Es fácil de averiguar.
─No sabría por dónde buscar.
─Pregunta a algún amigo.
─Creo que eso haré, un día alguien me dijo por dónde vivía, me pondré en contacto con esa persona.
─Bien, por algo se empieza.
─Gracias.
─¿Por qué?
─No sé, jamás había hablado con alguien de mi hermano.
─Todos tenemos un pasado y de vez en cuando lo traemos al presente, no dejes perder más tiempo. Él puede necesitar de ti o tú de él.
─No creo que yo lo necesite, yo tengo todo.
─El amor de él no lo tienes. Lo necesitas, y eso habla bien de ti como ser humano ─sonrió.
─Lo haré ─pero ahora dime, ¿qué es lo que tienes? ─le expliqué lo que pasó con Jessica.
─¡Ja, ja! No puedo creerte. Me imagino la cara de Jess.
─Estaba muy enojada, pensé que me golpearía.
─¡Ja, ja, ja! No, ella no es así, me pregunto qué le pasa. Ella es un encanto de mujer.
─No lo sé. Pero de que le caigo mal, le caigo mal.
─Que raro en Jess, esa mujer la dejó muy mal.
─Sí, pero no es para que se comporte así conmigo.
─Pienso que es así porque le pones atención a sus bobadas.
─No, es así conmigo porque no hay química. ¿Te ha pasado que conoces a alguien y ese alguien no te ha hecho nada, pero por alguna razón te desagrada?
─No, nunca .
─Bueno, a Jessica le caigo muy mal y no soporta mi presencia.
─Puede ser cierto, pero no lo veo así, más bien creo que le gustas mucho y no sabe cómo reaccionar.
─¡Ja, ja, ja! ¡Ay, Rodolfo! Ahora si me estás cayendo muy bien. Ella solo tiene ojos para Ana.
─No te creas, podemos durar diez años con la misma persona, pero cuando llega la indicada bastan unos días para dejar y olvidar a ese alguien.
─¡Ja, ja, ja! Que loco es todo esto.
─¿Me dijiste loco?
─Si, y mucho.
─¡Ja, ja, ja! Creo que sí, me caes muy bien, Fernanda, me está gustando mucho hablar contigo.
─Solo no te vayas a enamorar, Rodolfo.
─¿Es malo?
─Sí.
─Tranquila, solo quiero que aceptes tomar un café conmigo y hablar de muchos temas.
─Como amigos lo acepto, más no puedo dar.
─Está bien, con eso me conformo, por ahora ─le sonreí.
─Estaciona ahí, no tardaré mucho. ¿Me acompañas?
─Estoy toda mojada.
─No importa, vamos.
─Hola, Rodolfo. ─lo saludó una mujer esplendorosa.
─Hola, Mariana. Dichosos los ojos que te ven. ¿Como has estado?
─Intranquila, no volví a recibir una llamada tuya y eso me mantiene inquieta.
─Lo sé, corazón, pero he tenido mucho trabajo
─Podemos salir a tomar unos tragos si quieres. Me quedaré unos días, ¿qué te perece?
─Yo te busco. Ahora debo irme, me dio gusto verte.
─Como siempre, me dejas a la deriva.
─Sabes que no, hermosa, me tengo que ir, cuídate ─la beso en la mejilla y no dejó que esa mujer dijera más.
─Fernanda, entraré a la oficina, no tardo.
─Claro, aquí espero ─giró y se topó de cara con Ana.
─Nunca pensé que tuvieras malos gustos, Rodolfo.
─Ana. No es que tenga malos gustos, es que tú no estás apta para reconocer la belleza de otras personas.
─¿Dices belleza a esta cosa? ─otra vez no ¡por Dios!, Pensé. Me veía con desprecio de pies a cabeza.
─Tranquila, Ana. ¿dónde quedaron tus modales?
─Mis modales los conservo intactos, pero cuando hay personas como ella se me olvidan.
─Pues que mal que alguien te ponga así.
─No puedo con esto, qué le voy a hacer. Las personas a veces son tan imbéciles que no entienden las indirectas.
─¿Y tú sí?
─Claro, esta es la chófer de Pamela, y mi Jessica la odia.
─Que bien, estás enterada.
─Claro, cuando algo me importa, lo investigo.
─Me halaga ─interrumpí─ nunca pensé ser importante.
─¿Importante tú para mí? No digas sandeces, una criada no significa nada. Hablo de Jessica, ella sí me importa.
─Lo dudo, ya que la engañaste con esa mujer hermosa. Por cierto, es una la que tienes a tu lado. No la lastimes más buscando lo que con Jessica ya no obtendrás.
─¿Qué te crees, animal? ─Rodolfo la detuvo, la mujer iba directo a golpearme.

Continuará...

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