CAPÍTULO 7

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─¿Estas bien? ─preguntó Carina, aunque yo no sabía su nombre.
─Sí, gracias, ya todo bien ─no dejaba de observarla.
─No sé cómo te atreviste a subir con Pamela, maneja muy desesperada ─su risa era muy bonita.
─Ni me lo digas, casi me mata.
─¡Ja, ja, ja! No inventes Carina, tu manejas peor que yo ─refutó Pamela.
─Yo soy más precavida. Hola, Fernanda, me llamo Carina.
─Mucho gusto, soy Fernanda ─con gusto la saludé.
─Disculpen la grosería de no presentarlas. Te juego unas carreras ─ofreció Pamela a Carina.
─¿Qué apostaremos? ─yo veía a una y a otra.
─Las bebidas en Amazonas ─Pamela reía
─Me gusta la idea. ¿Estás lista para perder? ─Carina alzó una ceja.
─Jamás me ganarás. Vamos, Fernanda, agárrate bien ─me senté en la banqueta y no hice más caso.
─¿Qué pasa? ¿No quieres subir ya? ─Carina se dirigió a mí.
─No, Carina, gracias. Desde aquí veo como se matan
─¡Ja, ja, ja! Estamos muy lejos de la camioneta Fernanda, a pie nunca llegarás ─me dijo Pamela.
─No importa, prefiero llegar tarde que nunca
─Vamos Fernanda, no se siente tan feo, sube con Pamela ¿o quieres venir conmigo? ─reí, abrazarla no sería mala idea.
─No. Me voy caminado, pero gracias por la invitación.
─Ni creas que te dejaré aquí, sube conmigo, Fer ─Pamela tenía razón, jamás llegaría y no sabía dónde estaba, nunca supe por dónde había ido Pamela.
─Hablaré a mi hermano para que venga por mí, ustedes vayan y que gane la mejor.
─Entonces no hay que hacer la carrera, Pamela. Tu amiga está muy asustada, vayamos despacio para que ella suba.
─¡Está bien! Eso me pasa por traerte, Fernanda.
─Sube conmigo, yo manejo lento ─agregó Carina.
─De verdad, vayan ustedes, no vuelvo a subirme a una de esas cosas, ahora sí me daría un ataque
─¡Ja, ja, ja! Tranquila, no te pasara nada ¡ven, sube!
─Ve con ella. Fernanda, yo iré a su costado ─cerré los ojos, finalmente ya estaba ahí y no podía decir que no.
─¡Vamos, sube! ─monté con Pamela, no la dejaría sola, era mi responsabilidad y yo tenía que estar para ella.
─¡Sí, yehaaa!
─¡Bueno, vamos! ─nos pusimos los cascos y me agarré fuerte a Pamela, mis nervios estaban ya destrozados y no sabía que iba a pasar, habían pasado tantas cosas en mi vida que todo lo que llevaba dentro tenía que explotar, enojos que jamás habían salido, frustraciones que se habían quedado en el corazón, sentimientos que nunca lloré por sentirme fuerte.
─¿Lista? ─Preguntó Pamela.
─Ve a cinco ochenta y gana ─ le dije en voz baja al oído. Giro un poco la cabeza y me imaginé su cara sonriente.
─¡Sí, listo! Agárrate ─los acelerones que le daba a la moto eran tan fuertes que me dejé llevar soltando la adrenalina que me inundaba. Iba disfrutando la velocidad y el momento, en cada curva que daba gritaba con más potencia.
─¡Sí, dale más fuerte! ─mis manos y mi cuerpo estaban tan sueltos que me parecía genial, mis gritos podían salir, el miedo se convertía en gozo, en felicidad; los ojos los llevaba más abiertos que nunca y mi corazón estaba lleno de gusto. Nunca antes había sentido tanto miedo, y al subirme a esa cosa de dos llantas, me di cuenta de que no eran las motos, que todo ese miedo, era yo enojada con la vida, que todo lo que pasa es por algo y que cada segundo lo debemos de aprovechar al máximo. Pamela gritaba, yo gritaba, las curvas eran excitantes, el placer me invadía, mis risas se escuchaban tan fuertes que los automovilistas volteaban a vernos y hasta saludos con la mano les daba. Fue el mejor viaje que pude tener en mi vida.
─¿Estás lista para más velocidad, Fernanda?
─Dale todo lo que tengas ─me apreté a ella; Carina nos rebasó con un estruendo ensordecedor.
─¡Agárrate!
─¡Ay, por Dios! ¡Que no nos gane, Pamela dale todo! ─me salían lagrimas más de alegría. Bien dicen que cuando no aguantas más la presión, basta poco para desahogar el llanto que traemos atorado. Rebasamos todo a nuestro camino, saboreando los placeres que nos da la vida. Vi la meta y me llené de emoción, por fin estaba a punto de bajar de la moto viva y con todas mis extremidades puestas en su lugar. Estacionó Pamela y mi cuerpo temblaba, mis ojos estaban saturados de lágrimas que limpiaba. No sé porque me vino tanto sentimiento. Quizás era hora de sacar todo y volver a empezar.
─¡Ja, ja! Gané ─Carina hacía burla a Pamela
─Te dejemos ganar ¿verdad, Fernanda? 
─Sí.
─Vamos a ver la carrera de Adrián, espero y gane también.
─Lo va a hacer, él es muy bueno ─Adrián era el mejor amigo de Pamela y siempre se veían para hacer cosas extremas, andaban juntos todo el tiempo y se apoyaban en todo. Adrián corrió hacia nosotros.
─Pamela, te tardaste mucho, ya voy a correr, deséame suerte.
─¡Claro, mucho éxito! Vas a ganar porque eres el mejor ─sonrieron. Carina y yo los vimos alejándose.
─Esos dos están más que enamorados, pero ninguno quiere aventare por no perder la amistad tan valiosa que tienen ─me susurró Carina.
─Qué par de tontos, teniéndose frente a frente, el uno al otro y con tanta pasión que se miran, yo ya me hubiera declarado a ella ─respondí.
─¿En serio?
─Sí, el amor no espera, el amor es para disfrutarlo ya.
─Pienso diferente, creo que deben conocerse primero, después, si tienen química, ver si se puede dar una relación más adelante ─la observé incredulidad.
─¿No crees que ellos ya tienen mucho tiempo conociéndose?
─Sí, pero el amor así se valora más
─Lo que tu digas, Carina. Soy de las personas que el tiempo es el peor enemigo y que puede llegar a ser nada. Imagínate, si espero a esa mujer que me gusta mucho tiempo, me voy a hacer viejita ─las dos reímos, su sonrisa era muy bonita, me gustaba mucho.
─Puede ser que tengas razón, yo prefiero esperar a conocer más a esa persona especial. Por lo que me dices, ¿eres lesbiana? ─me dio risa su manera de preguntar, se agachó como apenada.
─Sí ─y le sonreí.
─¡Vaya! Primera persona que no tiene miedo a decir quién es y menos a una desconocida.
─Lo saben mamá, papá y Dios. Me importa muy poco que lo sepa el mundo entero.
─Me gusta como piensas, también soy lesbiana
─¡Lo sé! Se te nota.
─Ah, ¿sí? ¿En qué se me nota? ─era pícara.
─Tu forma de mirar a Pamela ─puso expresión de extrañada
─¿Cómo crees? Estas mal, yo no pondría mis ojos en ella, estoy enamorada de alguien más.
─Sigue mintiéndote, al final del día te mientes a ti, no a los demás
Pamela llegó y me jaló para irme con ella y estar en primera fila para ver a su amigo ganar o perder la carrera.
─Ven, Fernanda, Ya va a correr Adrián. No te quedes ahí, Carina ─la tomó de la mano. Carina estaba ahí pero no estaba, pensaba en mis palabras.
La moto de Adrián era impresionante, la apuesta era la máquina de Adrián con del otro chico, quien perdiera en ese momento se la entregaría al otro.
─Deseo tengas mucha suerte, Adrián
─Gracias Fer. Aunque Pamela no nos presentó, te agradezco. 
─¡Lo siento, lo siento! ─estaba muy apenada
─Es muy despistada, pero es un placer, Adrián
─Sí, eso lo sé. También es un placer para mí ─se puso el casco guiñándome el ojo.
─Suerte, Adri. Te quiero, amigo ─Pamela le dio un abrazo y Adrián era feliz, miré a Carina y ella bajó la cabeza.
Los competidores se pusieron en posición y un sujeto en medio de ellos sacudía una banderilla. La carrera estaba por comenzar.

Continuará...

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