CAPÍTULO 57

207 7 0
                                    

─Así es la vida, primo; nos puede cambiar en un golpe de suerte ya traías el trébol de cuatro hojas en la espalda. Aprovechemos cuando la vida nos da mucho, que no es siempre. Goza, conoce, que vida es una y si tienes la fortuna de experimentar, hazlo, que para eso venimos al mundo.
─Lo he hecho, prima. No hay rincón del mundo que no conozca ─me abrazó muy cálidamente─. ¿Otra cerveza?.
─Te estas tardando ─la noche se nos vino encima sin darnos cuenta, mi cabeza daba vueltas y reíamos de tonteras.
─¿Jess no te ha marcado?
─No, estará muy ocupada ─sonreí, ya era relevante.
─Qué mal, mi osito vive al pendiente mío y yo de él.
─No he escuchado sonar tu celular, eso me da a pensar que sí vive muy al pendiente de ti ─me burlé.
─¿Qué te pasa? Mira los mensajes que tengo ─me enseñó su celular y tenía más de diez.
─Qué bueno, me alegra que tú sí seas querido ─me entristeció.
─¡Hey! Tranquila, Jess está por hablarte, ella te quiere.
─Pero ver lejos ─reímos a carcajadas, no me quedaba de otra.
─Ya es la una de la madrugada y Jess no te llama.
─Ponle más sal a la herida ─lo mire con cinismo.
─No es burla, Fer. Pero se me hace raro.
─Le da igual si llego o no. Mejor digamos salud ─alcé mi cerveza y se me derramó en el pantalón.
─¡Ja, ja, ja! Ni una más, prima. Te llevaré a casa.
─No, me voy yo sola, no quiero morir en tus manos.
─¿No confías en mí? ─me miró enojado.
─No, por eso lo digo ─reí.
─Que mala eres, muñequita. Pero no te dejaré ir sola.
─No, de verdad, Cesar. Llama un taxi.
─No, y no me lleves la contraria, que soy más terco que tú ─al incorporarse, se mareó tanto que su boca fue a besar el suelo. Se sentó agarrándose los dientes para asegurar que no se había quebrado uno.
─¡Ja, ja, ja! ¿Fuiste a besar al diablo? ─no podía contener la risa.
─¡Ja, ja, ja! El diablo me empujó ─se recompuso─. Vamos, Fer. Mañana debemos trabajar para la fiesta del sábado en Valle de Bravo ─dijo levantándose, sobando su cabeza.
─¿De qué hablas, Cesar? ─me sorprendió la noticia.
─¡De la fiesta! ─me miró anonadado─. ¿No te lo ha comentado Jess?
─No, pero a estas alturas no me molesta ─estaba fingiendo, Jess no me tomaba en cuenta para nada. Al alzarme sentí que la cabeza me estallaría, me dio un mareo horrible y me di cuenta de que había tomado de más. Los dos nos fuimos abrazados y cantando algunas líneas de canciones que nos sabíamos. Sacó su carro y nos dirigimos a casa, no sin antes llevarme algunas cervezas para el camino.
─Espero no nos agarre la policía, no venimos en estado normal ─previno Cesar.
─Será tu culpa, te dije que te quedarás. Pero tranquilo, ya nada me puede pasar ─reímos de mi inestabilidad emocional. El camino se hizo muy ameno, Cesar era un hombre muy risueño y sus tonterías me hacían carcajear.
─Llegamos, muñequita, que tengas un buen descanso.  Espero que hables con Jess ─me dio un fuerte abrazo─. Ya baja de mi auto, hueles a borracha.
─¡Ja, ja, ja! Entonces tú también deberías bajar. Gracias por este momento tan agradable, amigo. Me sirvió de mucho.
─Gracias a ti.
─Buenas noches, señorita Fernanda ─saludó Sebastián el policía.
─Buenas noches. ¿Quieres cerveza? ─le enseñé una.
─No gracias. Me despiden si me ven tomando. ─contestó rápidamente.
─Es verdad. Bueno, la tomare por ti. ─la destape y fui tomándola en el camino. Iba tambaleando, pero me planté firme para no verme tan mal.
─Buenas noches, Fer ─saludó Héctor.
─Hola, Héctor. ¿Quieres tomarte un conmigo?
─No, gracias, no debo hacerlo ─contestó preocupado─. Tampoco deberías hacerlo tú.
─¡Bah! Yo no estoy trabajando y puedo tomar las que yo quiera. ¿Está Jessica en casa?
─Sí.
─¡Vaya! Llegó temprano.
─Ya son las dos de la mañana, Fer ─miré el reloj.
─¡Demonios! Ya es tarde ─lo miré─. ¿Y para qué es tarde? ─sonreí. ¿Que más daba si eran las tres o seis de la mañana? ─¡Un momento! Ahora entiendo por qué Jessica ya llego ─volví a reír.
─No deberías seguir tomando, Fer ─trató de quitarme la cerveza.
─¡Sssch! No me gusta que me digan lo que debo hacer. Vete a cuidar la casa que para eso te pagan y déjame aquí.
─No puedo hacerlo, así me corras.
─Entonces quédate ahí viéndome. Pero no me digas nada.
─¿Que horas son estas de llegar, Fernanda? ─volteé de inmediato.
─Hola, mi amor. ¿Y ese milagro que llegas temprano a casa? ─quise ir a abrazarla. Se metió a la casa, fui tras de ella y cerré la puerta.
─¡Me das vergüenza! Mira cómo vienes ─hizo muecas.
─Vengo bien, corazón. ¡Mejor dame un beso! ─me empujo muy fuerte, perdí el equilibrio y fui a besar el suelo como, Cesar. Me pegué en la boca y empezó a sangrar.
─¡Por Dios! ─toqué mis dientes, entendiendo a Cesar.
─Hueles asqueroso, no te me acerques.
─¿Por qué me empujaste? ¿Qué te pasa?
─A mí no me grites, y no quiere que duermas así conmigo, te vas a otro cuarto.
─Sí me voy, pero de aquí ─salí para subir a la camioneta. Las llaves no estaban─. Héctor, dame las llaves.
─No, Héctor, que se vaya como pueda ─me dio la espalda.
─¿Qué te hice para que me trates así? ¿Qué te pasó en el camino, Jessica? ¡Dime! ─ella hablo sin voltear a verme.
─Quizá fue un error habernos casado ─sentí el corazón partirse en pedazos.
─No hay más, mándame a tu abogado para firmar el divorcio ─fui caminando hacia la salida tomado mi cerveza.
─Adiós, Héctor. Te vere después.
─¡Fernanda, espera! no dejes que esto te perjudique ─me alcanzó.
─No, Héctor. A mí ya nada me perjudica, ella no está a gusto conmigo y yo debo irme.
─Pero no así. Vamos, te acompaño con una cerveza. ─me reí, le ofrecí una y nos fuimos caminando, nos sentamos en la esquina de la piscina─. ¿Qué te paso? ¡Estas sangrando!
─Me caí ─me miró incrédulo.
─¿Te acuerdas cuando nos conocimos y me ganaste esa apuesta, donde te aventaron a la piscina?
─Sí.
─Ese día la señorita Jessica contó esa anécdota todo el tiempo y reía de cómo te habían tirado. Se burlaba de ti con todos, eso me sacó de quicio.
─Que bien.
─Fer, vete de aquí, no eres bienvenida. ─me sorprendieron sus palabras.
─Dime lo que sabes, Héctor. Te juro que no voy a decir nada ─lo vi a los ojos. Tomó un trago a su cerveza.
─No puedo hablar, Fer. Lo siento.
─Entiendo. ─observé el agua y me vinieron recuerdos agradables, ahí besé a Jessica por primera vez.
─Te haré caso, Héctor. Si tú me dices eso, algo viste y sabes. Sé que me estimas y por algo lo dices. Voy a la habitación a sacar mis papeles, es lo único que necesito.
─Hazlo, sé lo que te digo ─por su expresión algo malo ocurría. Fui a la casa sin hacer mucho ruido por aquello de no despertar a Jessica. Mis pasos eran lentos. La puerta de la habitación estaba abierta y escuché hablando a Jessica con alguien, me quedé detrás de la puerta.
─No hermano, no la necesito yo. ¿Tú la necesitas? ─preguntaba Jess.
─No, para nada ya hizo lo que tenía que hacer. ─contestaba Víctor a través del altavoz.
─Voy a necesitar la liquidez conforme a la ley.
─Así se hará. Fernanda es buena, pero nadie es indispensable, mas no seré yo quien la despida, lo harás tú. 
─Después de la fiesta en Valle, ella no sabe que se hará. Mañana se lo diré y al otro día hablaremos ─con mi celular comencé a grabarla.
─No sé cómo lo tomará, será un fuerte golpe para Fernanda ─señaló Víctor.
─No me importa, fue un error haberme casado.
─Pienso lo mismo. Pero rectificaste y eso me alegra. ─. Me agaché y sonreí. La vida nos pone en momentos difíciles y poco entendidos. Las palabras de Víctor dolían, pero Jessica me había matado.
─Me voy a descansar, mañana hablare con ella de la reunión, checaremos los papeles que tiene que firmar y aclararemos todo de una vez.
─Esa firma debo borrarla del sistema para que ella ya no tenga acceso a nada.
─Aún nos quedan las del banco, por eso que no puedo correrla en estos días ─exclamó Jess.
─Me parece perfecto que hables con ella después de la reunión. ─aclaró Víctor.
─¡Okey! Voy a dormir a ver si puedo. Y disculpa haberte despertado a esta hora.
─Tranquila hermana, todo saldrá bien. ─colgaron y salí sin hacer ruido.
─¿Que pasó, Fer? ─preguntó Héctor.
─Nada Héctor, no pasó nada. ─camine sin rumbo fijo. destape una cerveza y la bebi de un trago.
─¡Hey! Así no se toma. ─me quito la cerveza. ─¿Qué pasa, Fer? ─le mostré el audio, que escuchó detenidamente.
─Que mal. ─movió la cabeza.
─Héctor, dime qué sabes, por favor ─movió la cabeza negando─. Bien. ─Pedí un taxi y lo esperé afuera. Fui directo a casa. Lo que quería saber ya no importaba. Me dejé caer en mi cama, en esa cama donde era realmente feliz, donde no había que pensar nada pues mi corazón estaba vacío y ojalá así se hubiera quedado, vacío para siempre. Me quedé dormida por tanta cerveza que tomé.

Continuará...

CUANDO LA VIDA TE SORPRENDE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora