CAPÍTULO 24

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¡Dios mío! ─jalé todo el aire que pude. Mis pulmones se llenaron y solté, sintiéndome aliviada, me hizo bien respirar profundo. Me duché, no sabía a qué hora llegaría Ezequiel por mí. Salí con las ropas que Carina me prestó y abrazando mis costillas, fui hacia la piscina.
─¿Como te sientes? ─preguntó Jessica.
─Bien, gracias ─se impactó al ver mi cara.
─¡Fernanda! ─movió la cabeza negativamente.
─Lo sé, me veo horrible.
─Así me veía yo ─confirmé que era golpeada.
─No creo que te hayas visto así, me siento hinchada.
─¿Pero estás bien?
─Sí, tranquila.
─Que bueno. Iremos de compras, ¿te sientes bien para llevarnos?
─Disculpe, señorita Jessica, Ezequiel vendrá para irme a mi casa, recuerde que renuncie. 
─No será posible, mi madre está de acuerdo en que te quedes.
─No entiendo.
─Sí, hablé con ella y le dije que no te dejara ir, he sido muy grosera contigo y quiero disculparme ─yo no lo podía crees─, ¿me harías el favor de quedarte? No quiero que renuncies ─respiré profundo, era otra persona y me sorprendió.
─¿De verdad quieres que me quede?
─Sí. ¿Te quieres quedar? ─quería correr a abrazarla, a besarla a decirle que su presencia bastaba no irme.
─Sí, me encantaría seguir aquí ─sonreímos.
─Bien, ve a tomar un poco de café y te aviso cuando nos vayamos.
─Así lo haré ¿debo ir a hablar con la señora Sarita?
─No es necesario ─se fue e Ezequiel se acercó.
─Hermana, ¿qué pasó? ─lo mire sin decir nada, estaba pasmada─. Fernanda, te estoy preguntado, ¿qué pasó?
─Jessica vino a disculparse, no quiere que me vaya.
─Pero sí te irás, ¿verdad?
─No, quiero quedarme.
─Por Dios, Fernanda. ¿Qué pasa contigo?
─Quiero quedarme, no me reclames nada por favor.
─No sé qué trama Jessica, ¿y si te hace otra cosa? Si se puso de acuerdo con Ana y te ponen una trampa ¿qué va a pasar? ─no había pensado en eso, reaccioné por inercia diciendo que sí a Jessica, ¿y si mi hermano tenía razón?
─No sé qué decirte, Ezequiel.
─Fernanda, Ana, según lo que contaste, te amenazó.  Ellas podrían haber hablado y hacer cualquier cosa.
─¿Crees que me harían daño?.
─No lo sé, pero no te confíes de nadie.
─No quiero irme, hermano ─me tomó del brazo.
─No te vayas entonces, pero prométeme que te vas a cuidar mucho y pondrás los ojos en todos lados.
─Lo prometo.
─¡Fer, Fer, estamos listas! ─Pamela gritaba.
─Sí, niña. Gracias, hermano, cuídate mucho, ¿okey?
─Te amo ─contestó.
─Y yo a ti.
─Fer, iremos de compras. ─Pamela estaba muy excitada. Y corrió a la camioneta.
─¡Hola, Fer! ¿Como estás? ─pregunto Carina.
─Muy bien, Cari.
─Me da gusto ─me asombre, la voz y los gestos de las personas son muy diferentes cuando algo nos preocupa, nos molesta o nos deprime. Carina estaba triste.
─¿Pasa algo, Carina?.
─Sí, pasa todo, Fer, pero no intento no pensar. Quiero ir de compras y traerme todo lo que me guste.
─¿Cres que eso va a aliviar tu tristeza?
─No, pero me hará sentir mejor ─subió a la camioneta.
─Vamos, Héctor ordenó Jessica, este cerró la puerta y fue a su camioneta. Subí a la que me correspondía con esfuerzo. 
─¿A dónde vamos, señorita?
─Al centro comercial.
─¡Okey! ─me sentía mejor. ¿Cómo era posible que alguien me pusiera tan de buen ánimo?
─¿Qué tienes, Carina?. ─pregunto Pamela.
─Nada, estoy buen.
─Sea lo que sea aquí estoy para ti, Carina. ─Jessica le dio un abrazo reconfortante. Carina le agradeció el gesto.
─Gracias, no tengo nada, de vez en cuando me levanto sin ánimos.
─Pues nosotras te ayudaremos a levantar ese ánimo. Pon música, Fer ─pidió Carina. Salió una canción muy movida. Las dos empezaron a bailar, quise observar a Jessica por el retrovisor, se dio cuenta y se volteó de inmediato. Puse mis direccionales y giré.
─¡Listo!
─¿Iras con nosotras, Fer? ─preguntó Pamela.
─No, Pame. Debo estar aquí ─contesté. Héctor abrió la puerta y salieron.
─Ven, no debes quedarte. ─dijo Jessica, mirándome.
─Está bien, señorita ─yo caminaba bien pero el dolor aún estaba ahí.
─Fer, mira ese osote de peluche, cómpraselo a tu novia. ─sugirió Pamela. Jessica me volteo a ver.
─Si, lo haré cuando tenga novia. ─Pamela y Carina se perdieron por los pasillos dejándome sola con Jessica.
─¿Te duele mucho?.
─No, es un dolor soportable.
─Bien, si algo te molesta puedes decírmelo y nos vamos.
─Gracias. Me molesta que me traten bien, uno se encariña y de la nada abandonan el barco ─quise ver si se reía.
─¿Perdón? ─estaba extrañada.
─Nada. Disculpa.
─No te estoy tratando bien, solo estoy siendo amable.
─Y te lo agradezco ─siguió mirando los productos.
─¿Así que tienes novia? ─¡guau! ¿Por qué me lo preguntaría?
─No, para nada.
─Eso no fue lo que escuché.
─Bueno, Pamela me escuchó hablar con una amiga que conocí en las redes y piensa que es mi novia.
─¿Y no?
─No.
─No es que me quiera meter en tu vida, solo quiero hacer más amenas las compras.
─Sí, claro ─alguien que no tiene interés en ti no pregunta nada, me desconcertaba mucho.
─¿Puedo comprar algunas cosas? ─pregunté viendo las cajas de galletas.
─Claro que sí. ─me miró tomar una caja.
─También me gustan esas galletas.
─Si, saben delicioso.
─Toma otras para mí, por favor ─le sonreí. Las metí y puse mi mano en el carrito, sin querer rocé su mano.
─Perdón ─la quitó de inmediato.
─Tía, ya escogimos todo ─aseguro Pamela.
─Ya mi amor, vamos.
─¿Compraste algo, Fer?
─Sí, unas galletas.
─Chévere. ─Jessica recibió una llamada.
─¡Hola! Si, en seguida voy ─colgó─. vamos a pagar. Fernanda, te vas con Pamela y Carina.
─Sí, señorita.
─¿Qué pasa, tía?.
─Tú tío Víctor necesita mi presencia en el hotel.
─Vamos contigo, tía.
─No quiero que pasen horas ahí, vayan con Fernanda.
─Queremos ir contigo. ─dijo Carina.
─Vamos ─Jessica seguía recibiendo llamadas, según lo que escuchaba decir, importantes. Héctor nos hizo orillarnos.
─Tardaré un poco, si quieren irse, Héctor estará con ustedes ─dijo Jessica que descendió de la camioneta ayudada por el de seguridad.
─Si tía, estaremos aquí, te esperamos. ─se fue alejando y yo me sorprendía más de lo que empezaba a sentir. Claudia llamaba a mi celular.
─¡Hola!
─Me tienes con mucho pendiente, Fernanda. ¿Todo está bien?
─Sí, Claudia. Disculpa el no llamarte pero he estado un poco ocupada.
─Sí me imagino, conquistando a la hija de la dueña.
─No estás mal.
─Lo sabía, Fernanda. ¿Ya te hizo caso?
─No, pero en eso ando.
─Aleja esos sueños de ahí, ella es rica y poderosa, tú solo eres la chófer. Saldrás lastimada, Fernanda.
─Eso no tiene nada que ver, Claudia.
─Claro que sí. ¿Qué le puedes ofrecer a una mujer como ella? Tiene posición económica, vuela mucho muy alto, ¿crees que se fijaría en alguien como tú?
─No lo sé. Pero gracias por las porras. amiga.
─Fer, ahora venimos ─bajaron las chicas.
─Sí, está bien. ─respondí.
─Fer, no pongas los ojos ahí, no tienes nada qué darle.
─Amor incondicional, fidelidad, honestidad, lealtad. ¿Eso no te dice nada?
─Eso no es suficiente.
─Pues tiene que serlo, amiga.
─Como quieras, piénsalo bien ─se notaba enojada.
─¡Ey! ¿Qué pasa contigo?
─Nada.
─¿Claudia?
─Terminé con ella.
─¡Dios!
─Me engañó con su mejor amiga. Te necesito.
─Clau, lo siento mucho, pero no puedo acompañarte en estos momentos, me encuentro lejos.
─Lo sé, Fer. Estoy devastada, me siento en una burbuja de la cual no creo salir.
─¡Oye! Tu siempre has salido de muchas cosas fuertes, esta no es la excepción.
─Necesito un abrazo tuyo, Fer.
─Te lo mando a la distancia. No puedo estar contigo, pero te mando un fuerte abrazo.
─¿Por qué me pasa esto?
─No sé, pero de algo malo siempre viene algo bueno.
─No, cállate. Esto es malo, muy malo ─jamás había escuchado llorar de esa manera a Claudia.
─Tranquila, Clau, yo estoy contigo.
─Si lo estuvieras, agarrabas el primer vuelo y vendrías a verme.
─No me pongas en esa situación, sabes que no puedo.
─Lo sé, nunca puedes ─colgó.
─Por Dios mujer, ¿qué te pasa?. ─recargue mi cabeza en el asiento. ─sonó el teléfono del trabajo.
─¡Jessica! ¡Hola!
─Fernanda, ¿dónde está Carina? Estoy llamando a su celular ─voltee a todas partes y ellas estaban en la barra tomando algunos tragos de no sé qué era.
─Están en la barra del bar ella y Carina.
─Bueno. Trae mi bolsa y los papeles que están al lado, ¡Por favor! ¿Puedes?
─En seguida se los llevo, señorita. ─los tomé y fui lo más rápido que pude.
Toque la puerta y me abrió un hombre de traje.
─Vengo a dejarle estos... ─Jessica no dejó terminar.
─Pasa.

Continuará...

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