CAPÍTULO 43

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Entré nuevamente al despacho, don Arturo hablaba por celular, continué en la pizarra tratando de resolver lo más rápido posible para empezar con el proyecto de Cancún. Agilicé algunas cifras, quitaba ponía y mi desesperación iba en aumento, aún quedaba mucho trabajo por hacer.
─Hola, amor, debes estar exhausta, necesitas descansar un poco ─comentó Jessica abrazándome por la espalda.
─Sí, corazón, necesito un poco de espacio. Vamos afuera, quiero respirar fresco ─salimos sin hacer ruido.
─¡Hola! En este momento iba por ustedes, me gustaría ir a la laguna, ¿qué dicen? ─preguntó Mariela emocionada.
─¿Quieres ir, amor? ─Jessica me miró.
─Estoy de acuerdo. ─nos sentamos en el pasto a contemplar la laguna, era noche de fiesta y se escuchaban las campanas, era hora de misa. Pensé por un momento en ir a visitar el Santo Negro.
─¡Señorita Jessica, su mamá la busca! ─grito Erica.
─Ahora regreso ─Jessica fue hacia la casa.
─¿Fer, vamos a misa? ─Mariela me tomo de la mano, la volteé a ver y me impresionó.
─¿En serio? ¿Tú, escuchando misa?
─¿Tiene algo de malo?
─No, pero sí me sorprendiste.
─No soy tan mala como crees, disculpa la manera como te hablé, pero Cesar me pone mal. ¿Podrías disculparme? ─rio.
─No tengo nada que disculpar, Mariela. Es evidente que Cesar no te cae bien.
─No, no me cae bien, es muy soberbio y hace mofa de todo ─hizo muecas.
─Cuando lo conocí tuve un enfrentamiento con él, después vi que era un buen tipo ─agregué.
─No cambiaré tu forma de pensar. Yo prefiero evitarlo.
─Haces bien.
─¿Que dices? ¿Me acompañas? Esperamos a Jess a ver que dice ─estaba emocionada.
─La verdad es que si necesito un poco de paz mental. ─dije viendo el horizonte y respirando profundo.
─Aquí estas, Fer. Te estamos buscando, vamos a ir a la feria, ¿vienes con nosotras? Tú también, Mariela ─dijo Pamela.
─Sí, yo si voy, ¿Jess? ─preguntó Mariela.
─Mi tía me mandó por ustedes. Corre, Fer ─había mucho trabajo por hacer, no quería distraerme, pero era inevitable no ir.
─Vamos. ─respondí.
─Vayan ustedes, yo tengo mucho trabajo aquí ─dijo don Arturo a la señora Sarita.
─Anda Cariño, no tardaremos ─insistió la señora.
─¡Okey! Solo un par de horas ─aceptó don Arturo. La algarabía de la gente se notaba, era la fiesta de Valle; había puestos por todos lados y mucha gente moviéndose. Visitamos al Cristo, Jessica me tomaba de la mano y eso me gustaba, sentía su amor y yo la amaba mucho. Los juegos siempre me dieron miedo, nunca me subí a uno, pero sí me reía de aquellos que se subían y bajaban despotricando. Había uno en especial que de tan solo verlo me daban nauseas. Se trataba de “La reportera”, eran dos palos en cada costado y lazos amarrados, te ponían cinturón y debías meter los pies y te abrochaban, te jalaba hacia arriba no había de donde sostenerse.
─Fer, vamos a subirnos. ─propuso Carina.
─No, no me subo a los juegos, ve tú, desde aquí te veo.
─Chistosa, ¡anda, vamos!
─Bueno, pero primero te subes tú.
─Está bien. ─el hombre la sujetó y Carina empezó a subir, los ojos se salían de sus cuencas y dio una marometa en el aire, la gente y yo estábamos muertos de risa, gritaba que pararan, ya no quería sentir ese dolor, tenía que hacer mucha fuerza en los brazos para poder sostenerse de las cuerdas.
─Voy a morir, ¡por favor paren! ─gritaba asustada. Las risas seguían, Pamela estaba muy asustada por su novia y yo no dejaba de ver en su rostro el pánico. Otra marometa y se dejó caer, giro y su cabeza quedó hacia el colchón inflable. 
─¡Ya paren, no puede más¡ ─gritó Pamela enojada. El hombre dio el último jalón y Carina voló alto. Sus gritos eran horribles, al soltarse de las cuerdas su cuerpo quedó de cabeza de nuevo. Yo me senté en el piso a reír.
─Por favor! Paren ese juego, ya no puede más. ─pidió la señora Sara al hombre. La resortera dejó de moverse y la inercia misma hizo que Carina llegara al colchón, un ayudante ya estaba esperándola. Vi caer sus lágrimas y pude contener un poco la risa, se sentó en el colchón, lloraba y reía al mismo tiempo.
─¿Estas bien amor? ─Pamela la tomó del brazo.
─Estoy bien.
─¿Te subirás otra vez? ─dije burlándome.
─Ni loca. Te toca a ti, Fer. Lo prometiste ─se quejó Carina.
─¿Para bajar así como tú? ¡Ja, ja, ja, No gracias, ¡olvídalo! Me daría un paro cardíaco. ─di la vuelta y me alejé.
─No sé cómo te atreviste a subir ─dijo Camila abrazándola ─Jessica me abrazó y se acercó a mi oído.
─Corazón, me encantas, me haces muy feliz.
─¡Oh! Me gusta escucharte, haces mi vida más linda.
─Se ven muy buen juntas, hacen bonita pareja ─dijo Cesar suspirando.
─Gracias, espero pronto verte así. ─contesté.
─Si, algún día, ya me dieron ganas de enamorarme. Mira esa belleza ─señaló a un hombre muy guapo y varonil. Jessica fue con Mariela.
─¿Porque no le hablas? ─dije invitándolo a animarse.
─No creo que sea gay.
─¡Bah! La vida te puede sorprender ─me miró.
─¿Crees?
─Inténtalo.
─No sé cómo.
─Vamos, te ayudaré a saber. ─lo agarré de la mano.
─¡No, espera, Fer! Soy muy miedoso ─trataba de soltarse de mi mano.
─El que no arriesga no gana, no te quedes con la duda ─le aclaré. Llegamos junto al chico y tropecé con él adrede.
─Ay, disculpa.
─¡Auch! ¿Estas bien? Disculpame. ─se justificó como si él hubiera tenido la culpa.
─Tranquilo, estoy bien. Me lastimé un poco el pie pero todo bien.
─¿Amiga, que te paso? ─dijo Cesar angustiado, había entendido el juego.
─Perdona, no fue mi intención ─repuso.
─Tranquilo, ella siempre camina torpemente ─Cesar le sonrió.
─Gracias amigo, tú, muy amable. ─contesté.
─¿De verdad estas bien? ─estaba muy apenado.
─Sí, no te preocupes. ─me sentaré en aquella banca, sí me duele un poco el tobillo ─los dos me llevaron y César empezó a hacer lo suyo. Yo solo los escuchaba, Cesar tenía una manera muy sutil de saber quién era aquel en realidad. Finalmente, los dos se dieron la mano.
─En serio, te esperamos esta noche, tienes mi número, puedes llamar cuando gustes ─Propuso Cesar muy ilusionado.
─Lo haré, gracias. Y nuevamente, discúlpeme, señorita. ─me dio la mano.
─Solo si vienes esta noche, si no, vete con la conciencia de que casi me matas ─lo mire muy seria.
─No, no quiero eso, ahí estaré puntual ─me sonrió.
─¿Promesa?
─Sí, promesa.
─¡Okey! ─miró a Cesar y le sonrió más. Se dieron la mano y entonces algo pasó ahí. Un suspiro de Cesar salió de lo más profundo de su ser.
─¡Dios! Me he enamorado. ¡Gracias, Fer! ─besó mi frente y me abrazó alborotando mis cabellos─, ¡siento que te amo! ─no dejaba de besarme.
─¡Ya, ya, ya! Déjame, tosco, me vas a llenar de baba. ─me limpiaba.
─¡Ja! Ven a mis brazos, cariño ─me volvió a abrazar.
─¿Qué le haces a mi novia? ─se quejó Jessica haciéndolo a un lado.
─Nada, solo es que la amo mucho.
─¡O sea! ¿Qué, ya no me amas a mí? ─puso sus manos en su cintura. Me levanté abrazándola y besándola.
─No, ya tengo un nuevo amor ─se puso detrás de mí y me aplastaban.
─No te lo voy a perdonar ─lo separó de nosotras.
─Mujeres, no lo quieren a uno, pero cuando nos vemos bien que se ponen celosas ─reímos.
─Cesar. ¿Que habrá hoy en la noche en la casa? ─pregunté desconcertada.
─Nada, no supe que decirle, algo tenemos que inventar. ─se mordía las uñas.
─¿De que hablan? ─preguntó Jess. Contamos lo sucedido y ella reía de mi osadía.
─Bueno, haremos una pequeña reunión y tomaremos algunos tragos ─aclaró Jess.
─¿En serio? ¿Harías eso por mí?
─Tú lo harías por nosotras, ¿o no?
─Las amo mucho. Su emoción aumentó. Los demás nos alcanzaron y nos fuimos a dar la vuelta. Pamela y Carina se notaban felices, la señora y don Arturo caminaban tomados de la mano, Camila y Mariela iban platicando, Cesar veía su celular emocionado y Jess y yo buscando qué chucherías se nos antojaban, entre dulces y recuerdos.
─Vamos a casa, es tarde ya ─dijo don Arturo. Linda la feria, me gustó mucho y que mejor, acompañada de mi persona favorita. ─Nos fuimos a la casa─. Vamos a seguir trabajando, mujer, manda café y que nadie nos interrumpa ─ordenó.
─Ya mando a Erica. Amor, no trabajen tan tarde recuerda que no puedes desvelarte mucho ─refutó la señora.
─Tranquila─don Arturo se dirigió al despacho.
─Amor, debo irme, no dejes solo a Cesar, te necesitará.
─No lo dejaré solo y tampoco a ti, te amo, Fernanda.
─Me fascina que me lo digas. Te amo Jessica ─en el despacho me senté a revisar papeles. Víctor le mostraba algunos a su papá. Yo me metí de lleno en lo mío, las cifras iban quedando muy bien, pero se requería de muchas horas más. Pasaron tres horas y me sentía exhausta.
─Fer, necesito que veas esto. ─expresó Víctor. Fui con él y ya tenían los costos de algunos materiales. ─me gusta más el precio de este, ¿qué piensas?
─¿Son los mejores?
─Lo mejor en el mercado. revisé algunos precios y este me pareció el más accesible. Por mayoreo sale en unos pesos menos. debemos pagar lo menos posible. Revisa los demás y vemos cual es el que nos conviene.
─Déjame entonces saco costo de todos y te doy el total de cada uno.
─Perfecto. ─fui a mi lugar y empecé a hacer cuentas.

Continuará...

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