CAPÍTULO 58

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─¡Dios! Qué mal me siento ─todo me daba vueltas. Mi celular sonó─. Bueno.
─Hola, Fer. ¿Como amaneciste? Yo estoy que me muero de la cruda ─era Cesar─. Cuéntame ¿Qué pasó?
─Jessica me empujó muy fuerte, perdí el equilibrio y fui a besar el suelo, como tú ─reímos.
─¡Qué barbaridad! ¿Qué le dijiste? ─preguntó.
─Nada, ya no hay nada que decir.
─Qué mal por Jess, no sabe valorar tu amor.
─Te dejo, Cesar. Tengo qué hacer, te veo en la oficina.
─Come algo antes, la gastritis va a hacer estragos en tu estómago. ─Me despedí, fui a la ducha y me cambié. Debía investigar. Salí corriendo a la oficina, debía dejar todo en orden, ya no trabajaría para ellos y les ahorraría palabras.
─Hola, Isabel.
─Hola Fer. 
─Tráeme los planos y el archivo de Cancún.
─En seguida ─me senté en mi silla pensando a quien hablarle primero. Empezaría en los bancos─. Aquí están, Fer.
─Gracias. Comunícame con el licenciado López.
─Ahora mismo ─salió y revisé los planos. Todo estaba en orden, puse mis manos en los archivos. Sonó mi celular.
─Hola, amiga ─contesté.
─Hola Fer. ¿Cómo estás? ─preguntó Claudia.
─Nada bien, te mandaré un audio y hablamos un poco más tarde, debo terminar pendientes.
─Está bien. ─Colgué y le mandé la grabación. Me puse a hacer mis labores para terminar lo antes posible. 
─Fer, el licenciado está en la línea uno ─avisó Isabel.
─Gracias. licenciado López, buenos días.
─Buen día, dígame ¿En qué puedo servirle?
─Necesito una cita con usted urgente, quitaré mi firma para dejarle al licenciado Víctor Palacios la responsabilidad.
─¿Pero que está diciendo? No puede hacer eso.
─Claro que puedo, mi firma ya no figurará en sus papeles, el licenciado Víctor puso una cláusula donde yo podía quitar mi firma en el momento que yo quisiera.
─En efecto, pero debo notificarlo a él.
─Espero su llamada. Siga teniendo un buen día. ─colgué─. Isabel, llama a Cesar, debo hablar con él urgente.
─Sí ─quería dejar todo en paz antes de irme, aun temía responsabilidad laboral aún estaba y eso hablaría de mí.
─No contesta, Fer. 
─Sigue insistiendo.
─Claro. ─después de algunas llamadas para dejar todo en claro me dedique a dejar las cifras y los planos perfectamente para que ellos no tuvieran problema alguno.
─El licenciado Cesar en la línea dos ─dijo Isabel.
─Gracias. Cesar. ¿Ya estás en tu oficina?  ─pregunté.
─No, me siento muy mal y no creo ir. ¿Necesitas algo?
─Sí, tu firma para dejar de figurar en los papeles tuyos.
─¿De qué demonios estás hablando?
─Dejare el trabajo y quiero dejar todo tranquilo.
─No puedes irte, estamos a mitad del proyecto.
─Lo siento, mi estancia aquí se acaba de terminar.
─Espera, Fer. También me estas llevando a mí en esa decisión. No puedes tomarlo a la ligera.
─No estoy en este momento para hablar de eso. Hoy por la tarde iré a tu departamento y me firmas, sigue descansando ─colgué y le mandé el audio, ahí estaba la explicación que él necesitaba. Mi celular sonó minutos después.
─¿Dime?
─¿Qué le pasa a ese cabeza de chorlito? ¡Claro que te necesitamos, tu estas llevando la administración y la contabilidad de esta empresa! ─gritaba Cesar.
─Mejor deja las cosas así. Ya no hay vuelta de hoja.
─Ahora mismo voy.
─No, no es necesario que... ─colgó.
─¡Carajo! Isabel, ven por favor.
─Dime.
─Archivar estos documentos y llévate los planos.
─Sí.
─El licenciado López llamará, anotas la hora de la cita y me lo haces saber.
─¿Y si pide hablar contigo?
─Dile que no estoy, tuve que salir de emergencia.
─Hola ─entró Jessica.
─Hola ─contesté sin mirarla.
─¿Como te sientes?
─Disculpen ─Isabel entró─, Fer, llegó el licenciado Cesar. Esta en su oficina y me pidió que fueras ahora mismo.
─Que bien. ─ fui a la puerta─. Jessica, no tengo tiempo de hablar, nos vemos al rato. ─salí sin dejar que respondiera.
─¿No me digas que eso te dejó el madrazo de ayer? ─peguntó riendo Cesar.
─Tú no te salvas ─le sonreí.
─¡Ja, ja, ja! Qué buen golpe nos dimos, me hubiera gustado verte.
─Qué lastima, pero yo si te vi ─comenzamos a reír.
─Dime, ¿Que ha pasado? ─se puso serio.
─Lo que ya escuchaste, necesito que firmes mi renuncia y que autorices tu firma.
─Te niego todo lo que estás pidiendo. No quiero que te vayas y me dejes a la deriva, ¿Yo que rayos tengo que ver en esto? ¿No piensas en mí? ─estaba exaltado.
─Estoy pensado en mí, Cesar. ¿Qué debo hacer? ¿Quedarme aquí mientras ellos me siguen pisoteando cuando se les da la gana? Entiéndeme, solo eso.
─¡Demonios! ¿Qué les pasa? Porque se toman atribuciones solos, también yo tengo mi capital invertido ahí. Debieron consultarme ─estaba demasiado irritado y gritaba.
─No entiendo nada tampoco, pero espero que tú si lo hagas.
─Discúlpame muñequita, no estoy pensado en ti ni en tu dolor. ¿Como te sientes? ─se relajó.
─Mal, por eso me voy, pero antes de irme quiero dejar todo en orden.
─No hagas nada, deja que ellos, así como se sienten muy inteligentes resuelvan esto.
─No, ante todo está mi responsabilidad. Tengo lealtad y por eso terminaré mis pendientes.
─¡Okey! ¿Dónde debo firmar? ─sacó su pluma.
─Aquí. ─le mostré con el dedo.
─Si te vas a quedar sin trabajo, te ofrezco que te quedes conmigo. Me ayudaras en mis otros proyectos como mi mano derecha.
─La propuesta es tentadora, pero necesito pensar que voy a hacer.
─No lo pienses mucho, el trabajo no espera siempre.
─Bien, te aviso en cuanto esté lejos de aquí.
─La espero ─me devolvió los papeles, ya firmados. Me voy, tengo algunos pendientes, ¿Te veo en Valle?
─Probablemente ─le sonreí.
─Bien, cuídate ¿oíste? Espero tu respuesta.
─Si, gracias. ─Fui a mi oficina. ─Isabel, saca tres copias a esta hoja, y una la pones dentro del archivo.
─En seguida. ─Tomó el papel y lo leyó sin salir. ─Fer, ¿ renuncias? ─me miró incrédula.
─Haz lo que te digo, por favor.
─Si, disculpa. Te dejé tu café en el escritorio ─dijo antes de salir.
─Lo agradezco. ─le di un sorbo y al levantar la cara vi a Jessica mirándome desde su oficina. Bajé las persianas. Comencé a escribir mi carta de renuncia en la cual solo decía que me iba por problemas ajenos a la empresa. El café estaba delicioso. Quizás era mi boca necesitando endulzarse un poco.
─Fer, llamó el licenciado López, la cita es el sábado a las once de la mañana, aquí. ─Le agradecí─. ¿Puedo preguntar por qué te vas? ─la note triste.
─En la vida hay ciclos que deben cerrarse, me voy a que alguien más venga a ocupar mi lugar ─dibujé una sonrisa.
─No creo que nadie pueda hacerlo, dudo que alguien tenga tu capacidad. ─me acorde de las palabras de Víctor.
─Créeme, nadie es indispensable.
─Te voy a extrañar. Desde que llegaste mi estancia aquí en la oficina fue más amena y estaba aprendiendo mucho de ti. Mis maestros en la universidad se sorprendían por terminar mis proyectos antes que los demás. Te lo debo.
─No, te lo debes a ti por ser una estudiante que quiere aprender, llegaras lejos. Lo verás. ─le guiñé y sonrió triste.
─¿Podemos hablar? ─entró Jessica.
─¿Ya archivaste el papel, Isabel?
─Ya, las otras copias están a tu lado.
─Recuérdame la cita con López. Vendrán más personas de los bancos, los haces pasar al despacho y me avisas.
─Entendido. Con tu permiso ─salió cerrando la puerta.
─¿Debo pedir cita también para hablar contigo? ─dijo Jessica entrando hacia mí.
─Estoy muy ocupada dejando en orden todo esto.
─Bien, el sábado se hará una reunión en Valle de Bravo, nos iremos juntas. ─ordenó.
─No podré ir, tengo muchos pendientes.
─Lo harás, nos vemos en casa ─dio la vuelta y salió. Respiré profundo, no tenía tiempo de pensar nada. Tomé algunos papeles que necesitaba para la gente del banco.
─¡Listo! Dejaré esto bajo llave para cuando mi cuñadito los encuentre, los firme, así le devolveré su firma y todo estará en paz ─hablaba para mí.
─Fer, os las personas que esperas están en el despacho.
─En seguida voy. Gracias ─salí llevando el contrato en mis manos para quitar mi firma de ellos.
─Buenas noches, les agradezco que hayan venido. Pueden sentarse.
─Buenas noches. ¿En qué podemos servirle, Fernanda?
─Dejare de trabajar para esta empresa así que debo relevar mi firma a manos del licenciado Víctor Palacios. ─se extrañaron─. Esto ya lo firmé y creo que es mi última trámite.
─¿El licenciado Víctor está enterado? ─preguntó el gerente del banco, Agustín.
─No, no tiene tiempo de notificarles, por eso lo hago yo al pedirles que ustedes vinieran. Sé que debí ir yo, pero tengo que dejar todo preparado para mi retiro de la empresa.
─No podemos aceptar que nos devuelva la firma, usted ha girado sin problema los pagos correspondientes y nos hemos entendido con usted. Si viene otra persona volveremos a hacer todos los trámites en cuestión y será muy difícil para ellos. ─refutó Agustín.
─Nadie es indispensable, sé que lo podrán hacer sin mí y ustedes tendrán sus pagos como hasta ahora.
─Sigo pensado que esto no conviene ni a ellos ni a nosotros. ─estaba sorprendido.
─Así deben ser las cosas, le pido que firme usted de notificado, no quiero meter en más adelante, sé que mi firma vale en estos papeles y lo quiero hacer legalmente.
─Víctor debe estar enterado ─dijo Agustín preocupado.
─Lo estará el lunes, si gusta puede hablar con él usted mismo ─concluí.
─Bien. No firmaré, debo hablar con el primero.
─Al firmar usted, él quedará como primero, así está estipulado en el contrato, hago esto para protegerme de cualquier anomalía que se pueda venir más adelante, como ya le dije.

Continuará...

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