CAPÍTULO 20

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Eran dos mujeres tomadas de la mano y muy guapas rumbo a su habitación. Jessica no dijo nada, estaba visiblemente impresionada.
─¿Estas bien, Jessica? ─preguntó Rodolfo tomándola del hombro, Jessica soltó el cuerpo y él la alcanzó a abrazar.
─¿Señorita, está bien? ─corrí a agarrarla por inercia.
─¡No me toques!
─Relájate, Jessica, no tienes que ser tan grosera, Fernanda quiere ayudar ─refutó Rodolfo. Yo me hice a un lado.
─Pues que no lo haga, no necesito de nadie. ─Camine tras de ellos y los hombres que estaban con Rodolfo también nos siguieron. Esas mujeres estaban quitadas de la pena en el lobby esperando. Una de ellas volteo y se percató de la presencia de Jessica y en seguida le aviso a la otra, que no se había dado cuenta. Jessica camino sin voltearlas a ver.
─¿Tienes los papeles, Rodolfo?
─Sí, listos para que los firmes. Carlos ya no tendrá el poder de vender nada.
─Perfecto.
─Jess. Tu hermano quedará desprotegido.
─Eso no importa, él se lo busco. ─entraron a la oficina y yo me quedé afuera, no creí prudente entrar. No entendía muchas cosas, pero igual no debía preguntar, yo solo era la chófer y mi silencio también estaba pagado. Timbro mi celular.
─¡Hola!
─¡Hola, Fernanda! ¿Qué haces? ─Alejandra preguntó con un tono en su voz de enojo.
─Trabajando hermosa. Disculpa no poder hablarte, he estado muy ocupada.
─Me imagino, dijiste que me hablarías y hasta ahora sigo esperando tu llamada.
─Lo sé hermosa. Ya estoy por llegar a la casa de mis patrones, en cuanto pueda te llamo.
─Dime algo Fernanda. ¿Te interesa conocerme como mujer o como amiga? Me gustaría saberlo para cavilar lo que buscas y no estar buscando pretextos para hablarte.
─¿A qué viene eso? Estoy trabajando y espero un poco de paciencia de tu parte, en cuanto pueda te busco, hermosa.
─No contestaste mi pregunta.
─Alejandra, sí me interesa tener una relación, pero debes respetar mi trabajo y hablarnos cuando esté desocupada.
─Bien, me llamas cuando tengas tiempo. Cuídate.
─También tú, hermosa. ─Cuanta intensidad, ¡vaya! Me llamaba tener algo con ella, pero se me estaba complicando por mis horarios. Después de un rato Jessica salió.
─Me parece que todo está en orden, Rodolfo, manda los papeles ahora mismo y que los firme el juez.
─Así lo hará mi abogado, Jess.
─Perfecto. ¿Ahora a quien le toca el turno de ir contigo a la fiesta?
─A nadie, aunque hay alguien que me interesa mucho. ─me miró, yo escuchaba con mucha atención. Una mujer de las que vimos en la recepción se acercó.
─Hola, Jessica. ¿No me vas a saludar? ─apresuró a decir tapando el paso.
─Es mejor que te vayas Ana. Jessica no quiere hablar contigo ─propuso Rodolfo. Esa era la mujer era por la que Jessica lloraba. Era una muy bella, y las dos se veían muy bien juntas. Ana la vio directamente a los ojos.
─Tú no te metas, Rodolfo, es entre ella y yo.
─Ana, quítate de mi camino ─Ana me miró celosa.
─¿Quién es esa? ─me señalo con la mano─ ¿estas con ella, ¡dime Jessica! ¿Ese es el amor que decías tenerme? ─se paró frente a mi─ ¿Quién eres tú? ─Jessica la alejó.
─No te queda hacer dramas y mucho menos encelarte, vete con tu mujer y déjame en paz, ¿querías tu libertad? Ya la tienes, ahora vete para siempre. ─Jessica caminó dejándola.
─¿Dramas? Sabes que a mí no me gustan los dramas, ¿piensas que me importa que andes con ella? ─me barría con la mirada ─míranos, ¿crees que me pondría celosa de alguien como ella? ─se estaba metiendo en terrenos raros y debíamos darle una lección. Me miraba con desprecio.
─¡Ja, ja, ja! No sé quién seas mujer ─comencé─, lo más interesante es que no son dramas ni celos, lo que te está pasando es tu exceso de falta de amor propio mostrándote que tu ego se desmorona.
─¿De qué hablas, estúpida? Era claro quién le enseño la expresión a Jessica.
─De tu ego, lo estás pisoteando, haciendo películas en tu cabeza y de paso llevando contigo fantasmas que no existen. Te sugiero calmes tus nervios y pongas en claro tus ideas. No es amor lo que te trajo aquí, es tu ser que se siente herido; el poder que tenías ya no está y eso duele en el alma, ¿cómo es que te llamas?
─¿Qué te importa y como te atreves, ignorante? Si no me conoces, no hables de mí ─la confronte de nuevo.
─Si tú no me conoces, entonces no supongas. No te metas conmigo y yo no lo haré contigo, de lo contrario, si te diriges a mí por supuesto que no me dejaré. Me respetas, yo te respeto, ¿te quedo claro? ─Jessica se metió entre las dos,  frente a ella.
─Deseo que te vaya bonito, y que Dios bendiga tu camino, Ana. Es en serio, te amo mucho, el amor también es libertad y te la doy para que seas feliz.
─Jessica, déjame hablar, por favor. Hagámoslo a solas.
─Vete, ella te está esperando─ la esquivó y caminó. ─¡Rodolfo!
─No, Jessica, déjame explicarte, no me dejes así ─la otra mujer observaba desde lejos, no había nada que hacer, seguía esperando a que Ana dejara de insistir con Jessica.
─Hablaré contigo, pero ahora no. Llama y nos ponemos de acuerdo ─¿era verdad lo que escuchaba? Caminé, no quería seguir el drama. Rodolfo me siguió.
─Es increíble, ¿no crees, Fernanda?
─¿Qué se puede esperar de alguien que no tiene control de sí? ─me sentía muy enojada por lo sucedido.
─Y de quien que no se quiere ─agregó Rodolfo.
─En parte es entendible, ella la ama y por eso acepta ese tipo de humillaciones, el amor nos hace hacer cosas raras.
─Por eso no me enamoro nunca, el amor es una mezcla de sentimientos no aptos para seres humanos.
─¿Quieres decir que solo los extraterrestres aman?
─¡Ja, ja, ja! ¿Quién habla de extraterrestres?
─Tú. ¿O te refieres a los animales?
─¡Ja, ja, ja! Me gusta tu sentido del humor.
─Y a mí estar aquí en Acapulco y ver esta maravilla de lugar. ─cambie de tema, ya no quería seguir hablando de ellas.
─Rodolfo, mamá pide vayamos a casa ─dijo Jessica.
─Bien, yo traigo mi carro, los veo en un rato más. Chao ─se desvió y Jessica y yo seguimos, el silencio era incómodo. Héctor le abrió la puerta.
─Fernanda, me sigues.
─Sí, Héctor ─me sentía triste, decepcionada. Puse música. No quiera voltear a ver a Jessica, ya me estaba gustando que me ignorara, pero no me gustaría tener en mi vida a una mujer que no se ama a ella misma. El evento me ayudó a no pensar en lo que no tenía posibilidad de pasar entre nosotras.
─Te voy a pedir que no vuelvas a meterte en lo que no te importa, no tenías derecho de decirle nada a Ana ─pidió Jessica. la miré por el retrovisor, puse mis lentes y guardé silencio. No la estaba defendiendo, me estaba defendiendo a mí. Pero Jessica lo vio como quiso. Me enfoqué en el panorama. Acapulco es un lugar lindo, su gente es maravillosa y que decir del mar, un espectáculo hermoso. A lo lejos, el sol se iba metiendo, colores rojo, amarillo y azul iluminaban el sereno caía con la tarde, impresionantemente bello. La compañía ya no era muy grata Finalmente, estaba ahí por trabajo. Héctor paró frente a un zaguán enorme, las puertas se abrieron y lo seguí. Para llegar a la entrada principal debíamos pasar por un patio enorme, donde había mucho pasto, las camionetas donde ellos iban ya estaban parqueadas en su lugar. Héctor abrió la puerta de Jessica y ella descendió.
─Fernanda, la señora quiere que vayas a verla ahora mismo. ─Me indicó Ezequiel.
─En seguida voy.
─¿Por qué tardaron?
─Jessica se encontró con Ana en el hotel.
─¡No! ¿Qué pasó? ─se exaltó.
─Esa mujer me quiso humillar.
─¡Que! No te pusiste al tú por tú, ¿verdad?
─¡Me conoces! ¿Qué crees?
─¡Ay, no! ─puso sus manos en la cara.
─Tranquilo, hermano, no pasó nada.
─¿Siempre estaré preocupado por lo que haces, Fernanda?
─Te preocupas porque quieres, créeme hermanito, jamás pondría en riesgo tu trabajo. Que te quede claro.
─Eso espero.
─Ahora dime por dónde debo ir.
─Yo te llevo ─la casa estaba hacia arriba, subimos algunos escalones para llegar a la puerta, Ezequiel entro y me dio el paso. Era una mansión hermosa. El azulejo era café claro con una figura de estrella, en medio, unas escaleras de caracol, cruzabas y llegabas a la puerta de un patio enorme con una alberca en medio. Una cancha de tenis y de básquetbol. Muchas plantas alrededor y en seguida de la alberca otra casa, ¡vaya! Un palacio. Carina y Pamela ya estaban en el agua. Pamela salió de la piscina.
─Fer, ven a refrescarte un rato.
─No estaría mal, niña, pero debo ir con la señora Sarita, ahora te veo ─me descuidé.
─Al agua pato ─me empujó.
─Pamela, tu abuela me va a regañar. ─Carina y ella se burlaban, me quité el agua de la cara. Esa agua me vino bien, debía agradecer a Pamela haberme aventado.
─¿Que pasa aquí? Vienes a trabajar no a nadar, tonta. ─se quejó Jessica.
─Ella no tuvo la culpa ─me defendió Ezequiel.
─No estoy hablando contigo ─le respondió Jessica.
─Vamos hermana. ─me dio la mano y salí del agua. Me hubiera gustado quedarme ahí.
─Discúlpame, Fer ─Pamela se acercó con una toalla.
─¡Ja, ja, ja! Me hiciste un favor, EL calor está horrible. ─le cerré el ojo, pasé junto a Jessica ignorando su presencia.
─Ojalá te hubieras quedado en la ciudad ─me gruñó.
─Ojalá nunca te hubiera conocido ─me empujó a la alberca, pero esta vez no me fui sola, me la lleve conmigo.

Continuará...

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