CAPÍTULO 41

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Jessica no pudo contener su emoción.
─¿Cuándo llegaste, Mariela? ¡Que alegría verte! ─se lanzó a sus brazos.
─Hace dos días, mi querida Jessica, te extrañé mucho. ─Mariela tocaba el cabello de Jessica. Pamela y Carina me voltearon a ver.
─Que sorpresa verte, Mariela ─saludó la señora.
─Sarita, que alegría volver a verte ─la abrazó efusiva.
─¿Dónde te hospedas? ─preguntó la señora.
─En el hotel Rosal.
─¿Te quedarás mucho tiempo?
─Solo algunos días, vengo por negocios.
─Entonces me dará mucho gusto que te quedes en casa, nosotros venimos por unos días también ─propuso la señora.
─Sí, mamá, es buena idea, ¿quieres venir con nosotras a casa? ─pidió Jess, feliz.
─¿Cómo negarme? ─Mariela dibujó una sonrisa. Camila me miró y me dio pena, sabia la razón.
─Se hace tarde, me gustaría viajar en ese yate tuyo, Sara, amo esta laguna. ─agregó Camila.
─Y lo haremos ─compramos nieves y fuimos a casa, Jessica platicaba con Mariela. Yo me sentía rara.
─¿Estás bien, Fer? ─preguntó Carina.
─¿Debería estar mal, niña?
─No, solo preguntaba ─la casa era por demás hermosa. Un patio enorme de puro pasto, en medio una alberca y a los costados estatuas de ángeles. Atravesando la sala había una salida que llevaba directamente a la laguna de Valle de Bravo. El yate era hermoso y muy grande.
─Abuela, vamos a subir ya, quiero ver el Cristo en medio de la laguna. ─la emoción de Pamela era inmensa.
─Sí, también yo quiero verlo ─pidió Mariela.
─No se diga más ─dijo Jess sonriendo emocionada.
─¡Ah! Pero debo ir por mis maletas ─comentó Mariela.
─Tranquila, cuando volvamos vamos por ellas, ahora a disfrutar ─agregó Jess.
─¡Pero que sorpresa tan más desagradable tenemos aquí! ─ Cesar llegaba con Víctor.
─No puede ser, ¿tú aquí? ─Mariela golpeó su frente.
─Ven acá, hermosa mujer. ─exclamó Cesar. Se abrazaron, Víctor saludó y emprendimos el viaje. El agua estaba tranquila, y se iba escondiendo el sol. Me senté.
─¿Por qué tan callada, Fer? ─Carina se me acercó.
─Para nada, niña, estoy contemplando esta vista tan maravillosa que Dios nos regala ─aclaré.
─Es muy bonito, me encanta venir aquí. ─agregó Pamela quien se sentó al lado de Carina.
─Las noches en Valle son las mejores, la laguna es calmada y casi no me mareo. ─suspiró Camila muy relajada─, la vida no es color risa, ¿verdad Fernanda?
─No entiendo tu pregunta, Camila ─respondí.
─Cuando más feliz se está, llega alguien y desequilibra la vida ─lancé un ruidoso suspiro.
─La vida es impredecible, toma lo que tienes en el momento, después déjate fluir ─contesté.
─Hola, amor. Ven, quiero mostrarte algo ─Jess me dio la mano, apartándome de ellas─. ¿Pasa algo? ─Preguntó.
─Nada, corazón. ¿Debería? ─pregunté.
─Te ves muy seria y no me gusta. ─se puso frente a mí pegando su cuerpo al mío.
─Estoy bien, cariño, me gustas mucho, eres impresionantemente bella ─le hice a un lado el cabello que caía en su cara y nos entregamos a un beso donde la pasión nos hizo estremecer. Me rendí a sus caricias.
─Jess, mira qué hermoso ─Mariela llegó con un erizo, se movía y eso me agitó. Siempre le he tenido pánico a los animales, y ese me levantó los pelitos de todo el cuerpo.
─Que hermoso, dámelo ─Jess me lo mostró. Me hice a un lado─, ¿Te dan miedo, amor? ─preguntó desconcertada.
─Sí, un poco, corazón, aléjalo de mí.
─Tranquila, mi amor yo cuidare tus fobias. Mariela, hazme el favor de llevártelo ─Mariela lo tomó mirándome. ─disculpa la grosería de no presentarlas, Mariela, te presento a mi novia, Fernanda Alonso de Palacios ─sonrió contenta. ─amor, te presento a Mariela, una gran amiga.
─Mucho gusto, Mariela. ─saludé amablemente.
─Un gusto, Fernanda ─apenas y me dio la mano. Dio la vuelta y se fue.
─¡Uy! Creo que no le gustó que la hayas presentado.
─No es eso, amor. No le gusta que nadie les haga el feo a sus erizos. Mejor apaga mis ganas y quítame la sed de ti.
─¡Qué romántica! ─la besé riquísimo, tenía magia en sus besos que todo a nuestro alrededor era nulo.
─¡Ay, no! ¿No saben que hay cuartos exclusivos para demostrarse ese amor? ─se quejó Cesar. ─me van a empalagar.
─Calla, ya te veré enamorado ─dijo Jess riendo.
─¡Ay, sí! No necesito un amor, pero ver este paisaje antoja estar así como ustedes, acaramelado ─se agarró del barandal y suspiró. Jess hizo mismo y la abracé por atrás, la sensación era exquisita.
─¿Cómo conseguiste el amor de Jess, Fernanda? Yo no lo pude conseguir, y mira que me le hinqué y le imploré y nada ─Cesar me miró haciendo ademanes chistosos.
─El amor todo lo soporta, Cesar. No me fui y ahí estuvo la diferencia ─besé a Jess en el cuello.
─Ay, corazón. Gracias por no haberte ido, y por soportar tantos desplantes ─me pegó a ella.
─Siempre estuve para ti, Jess. ¿Porque nunca me aceptaste? ─Cesar puso las manos en la cintura.
─Hay una gran diferencia ─Jess lo miró. ─ella tiene lo que yo quiero, y tú no.
─¡Ja, ja, ja! Me mataste.
─¿De que ríen? ─llegó Camila.
─Hola, maravillosa mujer, dime que tu si me vas a hacer caso ─Cesar la abrazó.
─¡Ja, ja, ja! ¿de qué hablas?
─Dice Jess que yo no tengo lo que Fernanda sí. Pero si tengo lo que a ti te gusta ─se mordía los labios.
─¡Ja, ja, ja! Tampoco me sirve lo que tú tienes, eso se lo darás a otro hombre.
─¡Ja, ja, ja! Estás terminado ─dije riendo, parecía un juego de Cesar, pero en el fondo necesitaba quién lo hiciera sentir amado.
─¡Sí, lo sé! La vida es fea conmigo. ¡Ay, voy a llorar! ─se aventó a los brazos de Camila.
─No te preocupes, alguien te quiere, yo no, pero de seguro alguien te quiere. ─le sobaba la espalda.
─¡Ja, ja, ja! Sí, Cesar, alguien te quiere, nosotras no.
─Qué malas son, me aventare a la laguna. No vayan a saltar por mí, me quiero ir solo ─pasó un pie del otro lado.
─Va a ser una caída muy fuerte, pero nos vemos con Dios ─dijo Camila. Reíamos, qué loco Cesar.
─Mejor no, nadie llorara por mí; mejor haré la vida imposible a todos ustedes ─metió su pie nuevamente.
─Yo esperaba tu caída, pero como en todo, tienes miedo de hacer las cosas ─aseguró Mariela.
─¿Miedo yo? Sí, un poco ─se mordía las uñas─, pero hago lo imposible por conseguir lo que quiero ─la retaba.
─Eso habla bien de ti ─contestó Mariela tranquila. Se puso frente a ella.
─Pero de ti no, teniendo las cosas en las manos y las dejas ir por bobadas.
─Bueno, ya a casa, es todo por hoy ─sugirió Camila, quitando la tensión entre ambos.
─Si. Vamos, amor, debemos cenar algo ─concluyó Jess. Me di cuenta de que entre Cesar y Mariela había una disputa de poder. No se toleraban y eso se sentía en el aire.
─Fer, mira ─Pamela estaba impresionada y yo más, al ver tanta belleza.
─Que hermoso, que maravilla ─el Cristo que estaba en el agua se veía realmente bonito.
─¿Te gusta, amor? ─preguntó Jess.
─Sí, es hermoso. Gracias por estas imágenes que me llevo en la mente, cariño ─se puso en frente de mí, le encantaba que la abrazara por la espalda.
─Regresemos, ya es noche ─ordenó la señora Sara. Fuimos hacia la casa.
─Vamos a hacer una fogata y quememos bombones. ¿Podemos, abuela?─propuso Pamela.
─Claro que sí, corazón. ─le agarró el cachete y le mostró todo su cariño.
─Vamos a comprarlos, mi amor. ─opinó Carina.
─Dile a Héctor que las lleve. Vamos a preparar la cena. ─dio la vuelta y la seguimos.
─Fer, ¿nos acompañas? ─pidió Pamela.
─Sí, ahora vengo, amor ─dije a Jess.
─Con mucho cuidado, amor. ─me beso y me fui con las niñas, compramos bombones, botana y uno que otro dulce.
─Fer, estos dulces le encantan a mi tía. ¿Por qué no se los llevas? ─sugirió Pamela.
─Claro, gracias por el dato. ─le cerré el ojo. los detalles son lindos así sea un dulce. Compré muchos para mi novia hermosa, ver la cara que pondría me emocionaba. Estacioné.
─Fernanda, debemos aclarar algunas cifras, queremos empezar este proyecto lo más pronto posible ─dijo Theodore.
─Sí, ahora mismo ─agregué.
─No, eso se hará mañana, hoy debemos descansar, mañana estaremos todo el día en esto ─respondió Víctor.
─Como lo ordene ─aceptó Theodore un poco molesto. Cenamos en familia, platicábamos de todo un poco y reíamos de las ocurrencias de Cesar. A Mariela no le hacía tanta gracia lo que él decía, apenas si reía, pero los demás estábamos atacados.
─Vamos a hacer la fogata, quiero bombones ─Pamela se levantó.
─Vamos amor, quiero comerme ese bomboncito. ─le dije al oído a Jess.
─¡Uy! Sí quiero. ─Mariela nos observaba, su mirada me hizo voltear a verla y se agachó. La fogata estaba muy alta, el calor que sacaba era rico, parecía mentira pero hacía un poco de frío en Valle, sacamos los bombones y empezamos a comer, Jess me daba en la boca y yo a ella. Cesar empezó a contar sus anécdotas y tenía toda nuestra atención en él.
─Cuando fui a Australia, hicimos una fogata así de grande, mi novio en ese entonces estaba muy ebrio y quería bailar alrededor, al levantarse cayó en ella,  me dio un susto tremendo. ─Mariela volteaba a ver a Jess y se agachaba. Jess le sonreía normal.
─¿Que paso después? ─preguntó Carina.
─Se quemó las nalgas por andar de gracioso ─reímos.
─Ahora vengo, amor, voy al tocador ─al salir del servicio me sorprendió.
─¡Ay, por dios!, me asustaste ─me pegó a la pared callándome a fuerza de besos.

Continuará...

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