CAPÍTULO 31

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─Pues que les vaya bien ─me jaló a la pista y empezamos a bailar una canción norteña.
─No, Rodolfo, estás loco.
─¡Ja, ja. ja! Sí, mucho ─reíamos, bailaba muy chistoso y yo lo seguía.
─Si no fueras lesbiana ya serías mi novia.
─Si tú fueras mujer ya te estuviera besando ahora mismo.
─Fernanda... ─interrumpió Ezequiel─, la señora Sarita te necesita.
─Voy ─dio la vuelta y se fue.
─¡Ja, ja, ja! Creo que mi cuñado se enojó.
─¡Ja! Estas loquito, Rodolfo, me caes muy bien.
─Y tú a mi, Fer. Vamos. ─arremedó a Ezequiel─ li siñiri ti nicisiti.
─¡Ja, ja! Tan feo no le hizo.
─Me gusta hacerte reír ─se puso serio.
─Y lo has logrado.
─¿Qué necesito para que seas mi novia, Fernanda? Me encantas y yo sería feliz si me voltearas a ver como hombre. ─suspiré─, dame la oportunidad de amarte como jamás nadie lo ha hecho. No te cierres a la oportunidad de conocer otro mundo, otras manos, otro tipo de besos, de caricias, de abrazos, otra forma de amar. Déjame ser ese hombre que vele tus sueños y que se desviva por atenderte.
─Fer, te estamos buscando, Carina y yo queremos que bajes a bailar ─dijo Pamela agarrándome del brazo.
─Ahora estoy con ustedes, niña. Tu abuela me llama.
─¿Nos pueden dejar cinco minutos solos, por favor? ─Rodolfo las miró irritado.
─¡Qué genio! Te esperamos abajo, Fer. Bye.
─¿Qué piensas a lo que acabo de decir? ─tomó mis manos.
─Te diré algo que jamás pensé decir a alguien. Si mi pasión fueran los hombres, tú ya no estuvieras soltero, serías mío y de nadie más. Pero la honestidad conmigo misma me hace ser sincera con las personas, y más aún, con alguien que se a portado muy bien conmigo, y ese eres tú. Rodolfo, mi vida será una mujer, los hombres en mi vida emocional, no tienen cavidad. Te ofrezco mi amistad incondicional, nada más.
─No entiendo, Fernanda. No sé si es amor el que siento por ti, pero no dejo de pensarte, te sueño todo el tiempo, duermo contigo y despierto contigo. Por primera vez me pasa algo así y soy rechazado ─se tomó el cabello y enseguida bajo las manos a su cara─, ¿qué me pasa? ─Jessica que llegó a espaldas de él.
─Pasa que esa mujer ama a otra mujer, ¿es difícil de entenderlo, Rodolfo?. Fernanda, si no bajas ahora, mamá estará muy enojada ─dio la vuelta dejándolo mal. Él se agacho y sonrió tristemente.
─Estas enamorada de Jessica, ¿verdad, Fernanda? ─exhalé lastimosamente.
─Sí, Rodolfo.
─Pero ella se va a casar.
─Eso dices tú. No quiero lastimarte, no hay un posible tú y yo, solo hay una amistad, la tomas o la dejas, déjamelo saber.
─¿No te importan mis sentimientos?.
─Lo que tu sientas por mí no es problema mío, de tus sentimientos te encargas tu. Hazme saber si serás mi amigo para tratarte como tal, si no es posible, déjamelo saber para tratarte como a un desconocido ─lo esquivé y baje las escaleras.
─Fernanda, ¿cómo te sientes? ─preguntó la señora.
─Bien.
─Perfecto. A nuestro regreso te daré tres días para que descanses.
─Estoy de acuerdo, señora, pero hay un inconveniente ─me miró confusa. ─Su hijo Víctor quiere que empiece a trabajar con él, ya.
─Tranquila, eso no es problema, si yo digo que te vas tres días, lo harás.
─Sara, déjame conocer a la mujer que le salvó la vida a Jessi. ─entró un hombre panzón, chaparro y calvo, muy elegante─ me dijo Arturo que ella es ─levantó los brazos queriendo darme un abrazo.
─Sí, Fidel, es ella quien salvó a nuestra Jessica.
─Maravillado estoy con su osadía bella dama. ─no se si quería reír o llorar al ver a ese hombre tan admirado conmigo─ es un verdadero placer conocerla señorita, además es muy guapa. ─me tomo la mano y la beso.
─Deja esas ridiculeces, Fidel, y no incomodes a la señorita. ─intervino un hombre alto y guapo. Por lo visto todos sabían de la situación, la señora sara parecía contenta presentándome con todos. Ezequiel me observaba de lejos y sentía que estaba orgulloso. Camila que era una mujer muy bella, brillaba con su presencia, me observaba y disimuladamente volteaba a ver a Jessica, que se embelesaba con Ana. La mujer con la que bailé reía al verme saludar a aquellas personas, Pamela y Carina bailaban apartadas y felices.
─¿Bailamos? ─Violeta se aferró a mi mano. De inmediato volteé a ver a la señora.
─No me mires, es momento de relajar esa tensión ─dijo la señora, que era toda una dama. La tomé de la cintura y bailamos al movimiento de aquel tango, era impresionante la manera cómo Violeta movía el cuerpo,. pero yo también puse mucho de mi parte. Camila aplaudía y su emoción hacia sacar una leve sonrisa. Ana me miraba con ojos de odio, Jessica la tomaba de la mano y Ana la aventaba. Todos los que estábamos bailando lo hacíamos con aquella elegancia que se le pone a esa maravilla de baile.
─¡Bravo, bravo! Algunos siguieron a Camila.
─Bailas muy bien. ─dije a Violeta.
─No fui yo, recuerda que en el baile hombre lleva a la mujer, depende como la mueva, ella bailará.
─No soy hombre, aun así, me doy un aplauso, por hacer que te movieras maravillosamente.
Luego de un par de horas, ya era tarde para Violeta;  Camila aguardó el mejor momento. No me acordaba del acuerdo. Pamela y Carina se unieron a nosotras, irradiaban alegría. Camila se acercaba junto con la señora Sara, Jessica fue a encontrarlas a si camino junto con Ana.
─Debo irme, es muy tarde y pediré un taxi ─dijo Violeta.
─Nada de eso, que te lleve Héctor. ─dijo la señora.
─Mejor que la lleve Fernanda, se sentirá más cómoda con una mujer ─la miro haciendo grandes sus ojos, era la señal─ ¿No es así, Violeta?
─Sí, claro que sí. Si sarita lo permite.
─Te sientes bien para que la lleves, Fernanda?.
─Por supuesto, señora ─Jessica no hizo nada, y no esperaba que lo hiciera. Se despidió y le abrí la puerta.
─Cuanta amabilidad ─dijo violeta. Me di cuenta que había más en mi vida que estar persiguiendo a una mujer.
─No la vas a llevar tú ─Jessica estaba muy ebria─, la llevará Héctor.
─Son órdenes de la señora, tu permiso ─caminó hacia mí, casi cayéndose.
─Si la llevas te juro...
─¿Pasa algo. Jessica?. ─Camila interrumpió.
─Nada, Camila ¿debería pasar? ─Jessica no soltaba su vaso.
─¿Qué demonios sucede, Jessica?  ─llego Ana muy autoritaria. La miraba a los ojos retándola.
─No pasa nada. Ana. ─Jessica reía.
─¿Quieres que te vuelva a patear el trasero, maldita? ─su furia contra mí era mucha.
─ Ana, no puedes gritar así a nadie. ¿Quién te crees que eres? ─la desafió Camila.
─Soy la novia de Jessica, eso me da derecho.
─Te equivocas Ana. Ya no eres nada de mí, desde este momento te despido como mi novia, así que ya vete y no vuelvas a buscarme. ─la despidió con la mano, se miraba chistosa haciendo su seña de adiós.
─¿Estás hablando en serio, Jessica? ─se ponía de todos los colores.
─Nunca he hablado tan en serio. Héctor, saca a esta mujer de aquí, y que no vuelva a entrar a esta casa ─Camila reía irónicamente.
─Vamos, señorita ─Héctor le extendió la mano para mostrarle el camino.
─No, espera, Jessica. Lo dices porque estás ebria ─Ana quiso abrazarla.
─No, ya no te amo, no sé por qué pero ya no te amo. ─la voz de Jessica era rara.
─Mi amor, vamos a hablar.
─Ay, lárgate ahora mismo. No sigas dando pena ─dijo Camila enojada.
─¿Que pasa aquí? ─ era la señora sara.
─Jessica terminó a esta mujer, ella no se quiere ir y Jessica no deja ir a Fernanda a dejar a Violeta a su casa ─contó Camila.
─Es mejor que te vayas, Ana. Cuando una mujer dice ya no, es, ya no y debes aceptarlo. Héctor, llévala a su carro. ─Camila aplaudía burlona.
─Te juro que regresaré por ti ─me señaló.
─Aquí estaré ─me puse frente a ella. Me quiso dar un golpe y la esquivé. Héctor la agarró.
─¿Que te pasa, Ana? ─la señora sara se veía muy molesta─ Vete de mi casa ya. Héctor, sácala ahora mismo. ─Héctor se la llevó a la fuerza.
─Me las pagarás maldita, lo juro. ─se fue gritando.
─Y tú, Jessica, ve a dormir, mañana hablaremos.
─No, no me iré a dormir, mamá, quiero quedarme aquí. ─se comportaba como todos los borrachos, testaruda.
─Fernanda, lleva a Violeta ahora mismo. ─metieron a Jessica, no lograba estar en pie. ─En el camino Violeta hablaba de ella, de sus viajes, yo contaba algo mío nos entendimos tan bien que el tiempo se hizo corto.
─No me gustaría dejar de hablarte ni de verte ─dijo tomando mi mano.
─A mí tampoco, Violeta, me encanta platicar contigo y hacerte reír ─estábamos emocionadas, nos miramos fijamente, su respiración era lenta y mejor me volteé, haciendo platica para apagar la situación. Nos despedimos y regresé a casa. Iba pensado en Violeta, en Jessica y respiré profundo. Estacione, fui directo a mi habitación, ya no se escuchaba ruido alguno, vi a algunos guardaespaldas de las personas que aún estaban con los señores. Iba cruzando la piscina para llegar a mi habitación.
─Te gusta ─me asustó. Jessica estaba sentada en una silla cerca de la piscina.
─No entiendo tu pregunta.
─¿Me quieres hacer ver como una estúpida? ─dijo mirándome a los ojos.
─No, descansa. ─se incorporó y quiso decir algo cuando tropezó y cayó a la piscina.

Continuará...

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