CAPÍTULO 22

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─Tranquila Ana, no hagas un show aquí.
─Te voy a enseñar a respetarme.
─Me gustaría verlo.
─Maldita naca, sé de dónde vienes y te voy a hacer la vida imposible, te lo juro.
─¡Nah! tranquila, cuando alguien a mí no me interesa simplemente la ignoro.
─Cuídate la espalda, te estaré vigilado.
─Hay algo que no entiendo. Sabes que soy la chófer de Pamela, también sabes que Jessica y yo jamás tendríamos algo, que déjame decirte, ganas no me faltan; esa mujer es lo más hermoso que han visto mis ojos, la llevaría a al cielo si ella me lo permitiera. ─mis palabras la enfurecieron más.
─Jessica jamás se fijaría en una corriente como tú, te falta mucho para estar a su nivel.
─¡Sí, sí, lo que tú digas!, ¿pero no entiendo por qué te pones así conmigo si yo soy nada? ¿Acaso tienes miedo de que Jessica se fije en mí y me dé ese amor que solo ella puede dar?
─¡Ja, ja, ja! ¿Ya te viste en un espejo? Eres horrenda.
─Entonces ¿cuál es tu miedo?
─No es miedo, eres tan poca cosa que no vales la pena.
─Perfecto. No hay más que hablar, ve con tu mujer y dile que solo juegas con ella, busca a Jessica y dile que la amas y todos en paz. Pero te voy a advertir algo, esa mujer que tienes a tu lado ahora será mía algún día. ─cerré un ojo sonriendo. Se soltó de Rodolfo y me alcanzó con un puñetazo en la cara.
─¡No, Ana! ─grito Rodolfo asustado. Me dejé ir a su cuerpo y me recibió con la rodilla en mis costillas, la tumbé, la tomé del cuello y le di un puño golpeando sus dientes, me aventó y caí de espaldas, se levantó dándome con la mano cerrada en la mandíbula. Me dolió horrible. La empujé con las manos haciéndome de lado, logré montarme encima de ella y con el puño le di de golpes en la cara.
─¡Fernanda, Fernanda! ¡Suéltala! ─gritaba Rodolfo tratando de quitarme. me tomó de la mano y Ana aprovechó y me dio un golpe certero directo a mi ojo derecho. Caí nuevamente hacia atrás. Nos levantamos rápido. Esto no podía quedarse así, le di una tremenda patada entre las piernas que la hice caer de rodillas, quedo vulnerable y rematé pateándole en la cara. Cayó soltando el cuerpo por completo.
─¡Ya, ya, ya! Fernanda, tranquila, ¿qué pasa contigo? ─me hizo a un lado.
─No pasa nada, Rodolfo.
─Mírate, estás sangrando ─me limpié la boca, mis manos estaban llenas de teñidas de rojo. Ana estaba desmayada, la había noqueado. Rodolfo fue con ella.
─¡Ana, Ana! ─intentaba hacerla despertar. ─Ana, por Dios, reacciona ─empezaba a volver en sí, una mujer le acercó agua, no me había percatado que teníamos mucho público.
─¿Estas bien? ─me preguntó la novia de Ana.
─Si, estoy bien, ve con ella.
─No, ya no me interesa.
─Me alegra ─me tomó de la mano y me llevo a una silla.
─Siéntate, ahora traigo agua para que te enjuagues la boca.
─Te lo voy a agradecer ─¡carajo! Esa mujer sí que pegaba fuerte. Llamaron a un médico para que la revisara había regresado, pero aún estaba mal.
─Vamos al baño para que te limpies ─dijo un empleado del hotel. Fui con él. Me vi al espejo y parecía que le había pasado un elefante a mi cara. Enjuagué mi boca y al escupir vi mi sangre correr, me toque los dientes, parecía que todo estaba en su lugar.
─Disculpa que te interrumpa, me dijeron que estabas aquí. ─comentó la novia.
─Gracias, estoy bien.
─Me alegra que la hayas puesto en su lugar, se lo merecía ─la vi por el espejo y era muy guapa.
─Solo me defendí, nadie puede llegar así de la nada y querer humillarte.
─Lo sé. Siempre ha sido así.
─¿Por qué estas con ella? ─me miro y sonrió.
─Espero que estés bien, yo me voy, no quiero toparme con su ex.
─¿Jessica viene para acá?
─Sí. Escuché a Rodolfo hablar por celular, viene en camino.
─¡Por Dios!
─Cuídate.
─También tú ─me agache poniendo las manos en el lavabo. Debí irme a tiempo.
─Disculpe señorita, la necesitan en el lobby ─era el mismo empleado que me ayudó.
─Ahora voy, gracias. ─tomé un poco de papel y me limpié la cara, acomodé el cabello y mis ropas y salí. Rodolfo me encontró en el camino.
─¿Como te sientes?
─De maravilla ─sonreí.
─Le diste una buena patada.
─Solo así se estuvo quieta.
─¡Ja, ja, ja! Peleas bien.
─Sí, eso creo. Pega fuerte.
─Mírate, te dejó muy mal.
─¿Te pido un favor, Rodolfo?
─Dime.
─¿Puedes llevarme a tomar el autobús de vuelta a casa?
─Claro que sí, me hubiera gustado que te quedaras pero creo que es imposible. Antes de que te vayas, ¿me aceptas ese café?
─Compro mi boleto y en lo que sale el autobús lo tomamos.
─¡Listo! Gracias. déjame ver que paso con Ana y nos vamos.
─Claro, gracias.
─Otra cosa, Jessica está por llegar, espero no haya otra pelea.
─El que me busca me encuentra ─rio y se fue. Suspire profundo, me sentía ahogada y no sabía que iba a pasar con Ezequiel, finalmente me preocupaba mucho que no lo fueran a despedir por mi culpa, quien llegó muy agitado.
─Hermana, ¿qué paso? ¿Estás bien?
─Sí, me preocupa tu empleo.
─A la chingada con el trabajo, eres más importante tú. ¿Como te sientes?
─Mal, me duele la cabeza.
─Vámonos de aquí, te llevo al autobús.
─No, me llevará Rodolfo.
─¿Qué paso, Fernanda? ─la señora Sarita estaba enojada. Ezequiel se hizo a un lado.
─Ya me iba de su casa y su esposo me pidió traer a Rodolfo, no me dejo decirle que ya no trabajaba para ustedes. Solo dio la orden, llegamos aquí y esa mujer empezó a pelear conmigo.
─¿Porqué? ¿Sabes quién es ella?
─Sí. Es la ex de Jessica. Cuando vine a dejarla esta mañana, ellas se encontraron, Ana piensa que Jessica es mi novia y se puso celosa, me insultó y yo no me deje. Ahora me vuelve a ver y no perdió la oportunidad, quiso insultarme, me golpeó y aquí estamos.
─Ve a que te revise el doctor.
─Gracias señora, pero no, me voy de aquí.
─Ya es tarde para que te vayas, esta noche dormirás en casa y mañana temprano te irás.
─No es necesa...─me interrumpió.
─No me gusta que me lleven la contraria. Ezequiel, llévala con el doctor y que la revisen, después la llevas a la casa.
─Lo que usted ordene, señora ─Jessica hablaba con Rodolfo, me imaginé que él le estaba contado lo sucedido. Ya no me importaba nada.
─Vamos, hermana. ─me levanté y el dolor en mis costillas empezó a pasar factura, su rodilla fue directa y con fuerza.
─Llévame a casa, Ezequiel, ya no quiero estar aquí.
─¿Quieres irte?
─¡Sí! ¿para qué esperar?
─Entonces vamos, te llevo a tomar el autobús ─ya en la camioneta, el dolor era muy intenso.
─Ezequiel, vamos con el doctor Peralta, él la atenderá. ─dijo Jessica subiéndose con nosotros.
─Como ordené, señorita.
─Me siento bien, quiero irme a casa ─me ignoró por completo.
─Hermano, llévame a tomar el autobús, ¡Por favor!
─¡A donde te ordené, Ezequiel! ─exigió Jessica.
─Sí, señorita. ─Mi cara empezaba a hincharse, mi ojo estaba ya morado y no me sentía con fuerzas para nada.
─Espero que entiendas que debes irte para siempre.
─No tengo paciencia, Jessica, si tanto te molesta mi presencia entonces llévame a tomar ese autobús para largarme.
─Si por mi fuera, lo haría, pero son órdenes de mi madre.
─Entonces desobedece y listo. No será la primera vez que lo haces ─ya no dijo nada, tomaba mis costillas con fuerza, sentía que algo se había quebrado por dentro.
─¿Estas bien? ─Me sorprendió que se dirigiera a mí. No contesté.
─¡Auch! Ezequiel, ve más despacio, por favor. Duele mi costilla.
─Perdón, hermana ─Alejandra llamaba a mi celular.
─¿Sí?
─¿Que pasó contigo, Fernanda? Quedaste en hablar. ─me gritaba.
─Hola, hermosa. Estoy un ocupada, ¿puedo hablarte mañana?
─No, déjalo así, no me interesa una mujer a quien no le importa hablarme, cuídate, adiós. ─colgó, me sentía muy mal, Jessica me vio y se volteó. Estacionamos, Jessica abrió la puerta y salió.
─Con cuidado, hermana. ─bajé agarrando mis costillas.
─Señorita, busco al doctor Peralta. ─preguntó Jessica.
─Está en consulta, tomen asiento.
─Gracias ─el doctor salió en seguida con su paciente.
─Hola, Alfredo.
─Jess, ¿qué haces aquí? ¿Paso algo?
─Si, quiero que revises a Fernanda, está muy lastimada.
─Pasen ─se hizo a un lado para entrar, Ezequiel me ayudaba.
─Siéntala en la camilla. ─me sentó y Ezequiel salió junto con Jessica.
─¿Qué te pasó?
─Una mujer me golpeó, me dio un golpe con su rodilla en mis costillas, con el puño en la boca y en el ojo.
─Vamos a ver tus costillas. ─el doctor me revisó.
─Afortunadamente somos fueron los golpes, no hay de qué preocuparse, te pondré una inyección para el dolor. ─asentí muy cansada─ ¡Listo! Estarás bien, solo reposa.
─Gracias, doctor ─ Ezequiel fue por mí.
─Hermano, paga la cuenta. No quiero deberle nada.
─Claro que sí.
─Es todo, Jess. Solo debe descansar y no moverse para nada ─aclaró el doctor.
─Gracias, Alfredo.
─Por nada ─jamás vi a Jessica pagar. Nos fuimos a casa, nadie dijo nada.
─Fer, ¿cómo estás? ¿Cómo te sientes? ─Pamela y Carina llegaron a mi encuentro.
─Bien, niñas, estoy bien.
─Llévala a descansar, Ezequiel ─ordenó Jessica. ─vamos Pamela, Carina.
─La habitación era muy bonita, por fin descansaría un poco.

Continuará...

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