CAPÍTULO 63

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Salí de bañarme y me acomodé en las cobijas. Hacía un frío terrible y solo así podía calentarme. El celular sonaba, era un número no registrado.
─¿Hola?
─Hola, Fer. ¿Como estas? ─me sorprendió escuchar esa voz, me levanté de inmediato.
─¡Héctor!
─Sí, disculpa mi llamada. Debes regresar ahora mismo a México ─dijo con la voz cortada.
─¿Qué pasa, Héctor? ─me sobresalté─. ¿Jessica está bien?
─Sí, es tu hija la que está muy grave ─me deje caer en la cama. Mi silencio duró varios segundos.
─Fer, ¿Estás ahí? ─Héctor gritaba.
─¿De qué demonios estás hablando? ─me paralicé.
─Debes venir de inmediato. Acá te lo explicaré todo.
─No, me lo explicarás ahora mismo.
─No puedo, te estoy hablando rápido, debo ir al hospital. Otra cosa, no viajes a la Ciudad de México, estamos en Cancún. Yo hice algo por ti un día, te toca hacer algo por mi ahora.
─Héctor… ─colgó─. ¿Mi hija? ¡Dios! ¿Qué está sucediendo? Llamé a Violeta.
─Hola.
─Violeta, me llamó Héctor, me dijo que mi hija está muy grabe ¡No sé qué pasa!
─Debes viajar ahora mismo a México, Fer ─dijo triste.
─¿Qué sabes? Dímelo.
─Ya hice tu reservación, es mejor que te apures, empaca algunas cosas y ve al aeropuerto, tu avión sale en cuatro horas.
─¿Qué demonios estás diciendo? ¡Carajo! ¡No me dejes así, Violeta¡ ─gritaba.
─No puedo explicarlo porque tampoco sé mucho, llegarás a Cancún directo. Marca a Héctor cuando llegues. ─colgó. Me bloqueé, no sabía que hacer ni cómo actuar. Ya no lo pensé, me decidí a saber. Empaqué y salí de la casa cerrando. El taxi ya me estaba esperando y subí. Llegamos al aeropuerto.
Luego de documentar mi vuelo fui hacia la sala. Me senté a esperar y marqué a mamá, pero no contestó; marqué a Claudia y tampoco, Cesar me mandó a buzón. La angustia me estaba rebasando. Las palabras de Héctor retumbaban en mi cabeza.
─¡Mi hija! Dios, dame calma ─decía para mí. Pasaron interminables dos horas.
─Pasajeros que van a Cancún, México, pasar a puerta uno ─dijo una voz por el micrófono. ─casi corriendo abordé desesperada, ansiosa, con ganas de llegar ya. Mi celular sonó.
─Fer, ¿Ya vas en camino? ─preguntó Violeta.
─Estoy en el avión. Violeta, dime por favor, ¿qué sabes? La angustia me está matando.
─No sé bien, Fer. Te juro que te lo hubiera dicho ya.
─Está bien, te creo.
─Tranquila, pronto lo sabrás.
─Agradezco tu ayuda y tu apoyo incondicional.
─Estoy para ti, nunca lo olvides.
─Gracias ─mi desesperación era mayor. Llamó Héctor.
─¿Ya vienes? ─preguntó con desesperación.
─Llego a Cancún en cuatro horas, mándame la ubicación del hospital ─dije, angustiada.
─Voy por ti. ─colgó. Esas horas fueron devastadoras. Finalmente llegué, buscando a Héctor.
─¡Fer! ─corrió y me dio un abrazo enorme. ─Gracias por venir, ella te necesita ─dijo llorando.
─Necesito que me expliques ─subimos a la camioneta. Estaba temblando de angustia y nervios.
─Cuando te fuiste trató de suicidarse tomando muchas pastillas. La señorita Pamela la encontró inconsciente, la llevamos al hospital y le hicieron un lavado de estómago, el doctor llamó a la señora Sara al consultorio y después de casi una hora salió devastada. No me enteré en ese momento de lo que estaba pasando sino días después. Jessica estaba embarazada, así le dijo la señora Sara a don Arturo.
─¿Que locuras estas diciendo? ─me sentía peor.
─Las pastillas podrían daño irreparablemente al bebé, así que Jess tendría que estar mucho tiempo en el hospital para tratar de salvarle ─cerré mis ojos, comencé a llorar.
─¿Como fue que quedó embarazada?
─La señorita Jessica fue a la clínica de Monterrey cuando andaba con la Mariela y tú todavía vivías con ella.
─¡Como! ¿Jessica viajó con ella a Monterrey estando conmigo? ¿En qué momento paso eso?
─¿Recuerdas cuando llegaba tarde? Un día yo la llevé al aeropuerto con ella.
─¡Qué demonios! Entonces esa niña no es mía.
─Es tuya, Fer. Cuando las llevé, Jessica le decía a Mariela que quería que tú fueras la mamá de su bebé. Mariela le decía que no estaba de acuerdo, Jessica le contestó que si no estaba de acuerdo se podía marchar. Quería que tú fueras la mamá y la discusión se acabó.
─¿Porque no me dijiste?
─Soy una tumba, no lo olvides. Pero en esto no puedo callar. Fer, tu hija se está muriendo y necesita un donante de riñón, Jessica no es compatible, nadie de la familia lo es. El doctor pidió por el papá, se le explicó cómo fue concebida y el doctor quiere hacerte estudios para ver si tú aplicas. Jessica te buscó por cielo, mar y tierra, pero nadie nos dio razón. Me comuniqué con la señorita Violeta y le exigí saber donde estabas, que era de vida o muerte, le dije lo que te dije a ti. Nadie sabe que vienes, me tomé esta osadía pensando que me van a despedir, pero la vida de tu hija es más importante que mi trabajo. ─Yo no sabía que decir estaba en shock. ─Jessica se la pasó llorando todo su embarazo y del hospital no salía, revisión tras revisión; tu hija nació enferma y hasta ahora sale y entra del hospital. Fer, está muy enferma. Ni todo el dinero del mundo puede salvar su vida, tú sí. ─Me deje caer en el respaldo tratando de cavilar, la angustia de ver a esa niña que no conocía me estaba enloqueciendo.
─¿Que más debo saber? ─pregunté suspirando.
─Por mi parte es lo que puedo decirte, todos están muy preocupados y Jessica inconsolable, no come ni duerme por estar en el hospital con Arianita ─sonreí.
─Jessica eligió ese nombre y sí se lo puso, que bien.
─Es una niña encantadora, ya dice algunas palabras. ─mis lágrimas cayeron, que injusticia no poder estar con ella y perderme esos momentos─. Cuando está bien, la llevan a casa y es una niña normal, pero se pone muy grave a veces. Se parece a ti, mucho. ─reí llorando.
─¿Qué edad tiene?
─Dos años y meses, nació el siete de julio ─me quedé sorprendida.
─Héctor, ese día nací yo.
─Jessica le habla de ti, le dice que nació el mismo día de su mamá ─no paraba de llorar, Sentía muchísimo dolor.
─¿Mi madre sabe de la niña?
─¡No lo sé! Cuando Jessica iba, salía llorando.
─Entonces mi madre no sabe nada, ella me hubiera dicho, no lo dejaría así. ¿Como esta Erica?
─Bien, apoyándome, sabe seré despedido.
─¡No lo creo! Te lo van a agradecer, igual que yo. ¿Por qué tardaste tanto en buscarme?
─¿Tardé? Te busqué por todos los rincones habidos y por haber, fui con tu amiga Claudia, con Ezequiel, fui con todo mundo y nadie sabía nada.
─Sí, pedí a toda mi familia no decirle nada de mí a Jessica y a nadie. Pero si mi hermano Ezequiel trabaja para don Arturo él tenía que enterarse de todo.
─No, cuando te fuiste la señora Sara lo despidió.
─¿Por qué mi madre no me dijo nada de eso?
─No querían angustiarte, supongo. ─Puse las manos en la cara implorando a Dios y a todos los santos pararan con todo.
─Cuantas cosas han pasado. Mi hermano despedido, Una hija que no sabía que existía que está muriendo y yo ignorándolo todo. ¿Cuánto más debo soportar?
─Llegamos, Fer ─me miró agitado─. No sé qué van a decir cuando te vean.
─No dirán nada, llévame por la puerta de atrás y dime quien es el doctor que atiende a mi hija.
─¿No quieres ver a Jessica?
─No, llévame directo.
─Bien ─entramos.
─Disculpe señorita, ¿El doctor Diego Fuentes? Es urgente ─pidió Héctor.
─El doctor no se encuentra, ¿quién lo busca?
─Fernanda Alonso ─respondí.
─Ella es la mamá de la niña Ariana Alonso Palacios. ─Me quede anonadada, Héctor había mencionado mi apellido en primer lugar.
─En este momento lo localizamos. Deme un minuto. ─contestó.
─Héctor, ¡se apellida como yo!
─Si, Jessica así la registró. ─Sonreí, ya quería ver a esa chiquita─. También dice tu nombre. ─Me alegré más.
─El doctor viene para acá ─comentó la enfermera. Llegó corriendo y se acercó a la enfermera, que me señaló.
─Buenas tardes, soy el doctor Diego Fuentes.
─Fernanda Alonso ─respondí dándole la mano.
─¿Usted es la mamá de Ariana Alonso? ─preguntó.
─Si. Lléveme a hacer las pruebas no debemos perder tiempo.
─Bien. Por aquí. ─me guio. Héctor iba a mi costado y yo pidiendo a Dios ser compatible.
─Le explicaré un poco: le tomaré algunas muestras de sangre y... ─Ya no lo escuche, me paré en seco, estaba viendo a la mujer que ame con toda el alma.

Continuará...

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