CAPÍTULO 40

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Me sentía cansada y quería llegar a casa y recostarme.
─Hola, Fernanda, ¿podemos hablar? ─Isabel me abordó frente a todos.
─Ahora no, disculpa. Mi novia y yo tenemos que llegar a casa, cuídate ─le sonreí. Ella quedó pasmada, tomé la mano de Jessica y me soltó de inmediato.
─¿No dejaste las cosas claras con ella? ─preguntó Jessica enojada.
─No, amor, no sabe que tú y yo somos pareja. Aparte, cuando le dije que nos podíamos ver ella no quiso.
─Disculpa, corazón. Sentí celos de que te hablara. Debo decirte algo. Yo le pedí que no te viera.
─¡Ja, ja, ja! ¿En serio hiciste eso?
─Si, por eso no se vieron.
─No lo puedo creer. Ahora entiendo, cuando le hable para quedar, ella me dijo que no podía. ¿Pero ahora por qué se atrevió a hacerlo delante de ti?
─¡No lo sé! Finalmente estamos juntos.
─Y soy toda tuya, amor, toda tuya ─subimos a la camioneta.
─Vamos Héctor ─dijo Jessica, el cerró la puerta.
─Amor, debo ir a casa, mamá quiere verme y me pregunto si me acompañarías?
─Claro que sí. Debo conocer a mis suegros, ya tú conoces a los tuyos.
─Gracias, hermosa, te quiero mucho.
─Y yo a ti ─contestó─. Amor, quiero proponerte algo. ─Cuando una mujer habla así, ya es un sí, sin pensarlo, ¡ja!
─Dime. mi vida.
─Vámonos a la casa de Valle de Bravo. Allá trabajaremos el proyecto. Por ahora no se necesita la presencia de nadie. Solo será una semana.
─Estoy de acuerdo contigo. Pero, Víctor ¿lo estará?
─Yo espero que sí. ─Sacó su celular y marcó─ Víctor, se me acaba de ocurrir, por ahora solo estudiaremos planos, cifras y algunas cosas, ¿por qué no lo hacemos en Valle? ─cerró el micrófono ─el aceptará, yo me encargo ─una pausa─. Vale, perfecto. Te quiero.
─¿Que te dijo, amor? ─pregunté inquieta.
─¡Nos vamos a Valle, corazón! ─levantó las manos.
─¡Ja! Me gusta la idea, amor.
─Debo hablar con Cesar. ─Marcó─, hola, cariño. ─Jessica reía─, ya te dije que no se puede, y no dejare a mi Fernanda por ti ─qué lindo sentí─, jamás, eso que te quede claro ─más risas. Le habló del viaje y César acepto gustoso, era una idea genial.
─Listo, amor ─me abrazó y me dio un beso ─vamos a tu casa, saludamos a tus papas y de ahí a pasar una semana a Valle y lo mejor de todo, a tu lado.
─Me encantas ─nos besamos apasionadas. Mamá estaba llamando mucho y quería verme. Le llevaría a su nuera. Estacionamos.
─Espera aquí, Héctor. No tardaremos.
─Amor, por aquí ─me tomó de la mano. Abrí la puerta y le di el paso. Un pasillo, escalones y llegamos a la cocina.
─Hola, mamá, ya llegué ─corriendo, aventó la cuchara y fue a abrazarme, el amor de madre siempre va a ser único.
─Fernanda, hija, me alegras ─no me soltaba.
─¿Como estás, mamita? ─No se percataba de la presencia de Jessica.
─Feliz de verte.
─Buenas tardes, suegra ─le dijo Jessica sin titubear.
─¿Suegra? ¿Tú eres la novia de mi hija?
─Sí, mami, te presento a mi novia, Jessica Palacios.
─Mucho gusto, Jessica ─mamá le dio la mano sin dejar de observarla─, eres muy bonita.
─Gracias ─Jessica se portaba a la altura, manera de contestar era firme y sin pena.
─Me gusta que me digas suegra, ya era hora que Fernanda tuviera una mujer a su lado. ─contestó mamá, contenta─. Pero siéntense, les voy a servir de comer.
─Gracias ─le ofrecí una silla a Jessica. Mamá servía la comida y platicaba con Jess, me impresionó lo bien que se llevaron. Con papá fue lo mismo, muy atenta y amable.
─Así que tú eres la pareja de mi hija ─papá que se sentó para que mamá le sirviera.
─Sí, suegro ─Papá la. Jess dio las gracias en la mesa por los alimentos recibidos. También llegaron mis hermanos y sobrinos, comiendo en familia. El momento de despedirnos había llegado.
─Nos vamos, mamá, no te veré en algunos días ─los abracé a ambos.
─No dejes de llamar, estaremos al pendiente ─dijo mamá─, es un gusto conocerte, nuera.
─Lo mismo digo.
─Cuídense, hija. Te quiero ─agregó papá.
─Que lindos son mis suegros, amor.
─Sí, son mi vida, corazón.
─Volvamos a casa, Héctor ─dijo Jessica. En el trayecto platicamos de mis padres y todo le gustó. Estacionamos, Héctor abrió la puerta.
─Voy a preparar algunas cosas, ¿me acompañas a mi habitación? ─ me preguntó Jess
─Será un placer ─no había nadie, así que subimos tranquilas.
─Necesito decirte algo ─le dije tomando su mano.
─¿Sí?
─Te deseo tanto que siento que voy a flaquear.
─¿De verdad? ─tocó mi pierna.
─No hagas eso que soy capaz de hacerte mía.
─Tómame ─dijo humedeciendo sus labios.
─Me haces estremecer ─puso la mano en mi espalda y eso me excitó─ Amor, me pones chinita ─dije mirándola morder sus labios. Me enloquecía la mente, el cuerpo y me paralizaba.
─Estamos solas. Me tomas ahora o me dejas como estaba ─puso mi mano en su pecho, tenía ganas de besarla toda, recorrer su piel y saborear las delicias de su hermoso cuerpo.
─Vamos amor, tócame ─dirigió mi mano a su vientre, la cintura es sensible ante cualquier rose, la toqué haciendo movimientos con las yemas de los dedos, se estremecía completa, la hice gemir y cerra los ojos.
─Que rico, no pares amor ─metió un dedo a su boca y lo saco rosando levemente sus labios. La besé llevándola a la cama, le quite la blusa y observe la perfección de sus senos, su mirada estaba en mi boca, que yo humedecida invitándola. Despegué un poco mis labios y rosando los suyos la besé despacio, abrí la boca para invitar a su lengua entrar, sentía su corazón latir, sus suspiros salieron cuando sintió mi mano en su ingle. Bajé poco a poco para tocar su pierna, el deseo que teníamos una por la otra hacía que nos entregáramos con desenfreno, quité mi boca de la suya y empecé a besar su cuello recorriendo cada parte de él, metí mi lengua en su oído y se estremecía tanto que sentí su piel erizada, la acosté y me puse encima de ella besando sus brazos y bajando poco a poco para llegar a su más intimó placer.
─¡Jessica, Jessica! ─gritaba a la señora Sarita.
─¡Mi madre! ─me quité de encima y nos incorporamos rápido. Se vistió y acomodó la ropa. Me hice a un lado para que sacara algunas prendas de su closet y tratar de que la señora ni se diera cuenta de nada.
─Jessica, hija ¿estás aquí?
─Si mamá, aquí estoy, pasa.
─Mi amor, Víctor hablo y dijo que... Fernanda, ¿estás aquí?
─Sí señora, ayudo a Jessica a meter las cosas en la maleta. ─expliqué con el corazón acelerado y tratando de hablar sin titubear. Miró a Jessica y sonrió.
─Víctor me dice que se van a valle de bravo.
─Sí, mamá, se me ocurrió, creo que es buena idea.
─Claro que sí, mi amor. Camila ya está preparando maletas y las niñas también, nos vamos con ustedes.
─Perfecto, mamá. ─se alegró Jess.
─Bueno, nos vemos abajo, estaremos listas. ─salió sonriendo, ya sabíamos por qué.
─Sí, mamá ─Jess cerró la puerta y me besó apasionadamente, la tomé de la cintura y la acerqué a mi cuerpo mis ganas no se fueron, la quería tomar ahí mismo.
─Que rico besas, corazón. ─suspiró.
─Me encantas, hermosa, eres tan bella que no quiero dejar de besarte y tocarte.
─Pues no lo hagas, amor, jamás se reprimen las ganas de nada. ─Jess me besaba acariciándome la espalda.
─¡Tía, tía!  ─gritó Pamela.
─¡No, por Dios! ─la solté.
─Pasa, cariño. ─Jess, estaba roja.
─Tía, nos vamos a Valle ─entró muy contenta─, ¿dónde está Fer?
─Hola, niña. ─contesté.
─¡Aaah! Me asustaste, Fernanda. ¿Estás lista para irnos a Valle? ─su felicidad era mucha.
─Sí. ¿Y Carina?
─Ya está abajo, vámonos. ─se notaba impaciente.
─Sí, mi amor ─Jess sonaba molesta. Pamela bajó y nosotras atrás de ella.
─Amor, te quiero, ya habrá tiempo de estar solas.
─Tranquila, ya habrá tiempo. Por ahora vámonos, que han de estar impacientes.
─Me encantas, Fernanda de Palacios ─suspiró.
─Te quiero, Jessica de Alonso ─la besé.
─Al fin se acordaron de que estábamos esperándolas ─se quejó Camila.
─Tranquila, llegaremos ─le aclaró Jess. Subimos a las camionetas, Camila y la señora se fueron con Héctor y las niñas y Jess conmigo. Víctor y César llegarían por su lado. El camino fue ameno, las niñas platicaban de sus proyectos y Jess daba algunas recomendaciones, la plática cambiaba y las cuatro reíamos de cosas sin sentido. Las curvas de Valle de Bravo son muy cerradas, debía poner toda mi atención en ellas.
─¿Vas bien, amor? ─preguntó Jess.
─Sí, corazón, todo bien.
─Ya casi llegamos, pero antes quiero pasar a comprar una nieve se mamey, ¿quieres una, amor? ─preguntó gustosa Jess.
─Sí, mi amor. Se me hizo agua la boca.
─Mira, Héctor estacionó. Mi abuela quiere nieve también ─observó Pamela emocionada.
─Yo quiero una de piña ─pidió Carina.
─Yo una de melón ─pidió Pamela.
─Jessica Palacios en Valle de Bravo ─afirmó una voz.

Continuará...

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