CAPÍTULO 15

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Sonreí, esas mujeres me volvían loca. Cuando trabajé para ellas eran un desmán, cada quien por su lado. No podía creer que estuvieran juntas. Dios las hizo y ellas se reunieron.
Busqué la butaca donde nos sentamos, mi sorpresa fue que Jessica estaba en el lugar donde se había sentado Carina y Carina estaba en el lugar de Jessica. ¿Dónde me iba a sentar yo? Me senté dos butacas al lado de Jessica,  dejando espacio entre las dos. Pamela se inclinó hacia adelante para hablarme.
─Fer. Siéntate al lado de mi tía.
─No, aquí estoy bien ─Jessica no dijo nada ni me volteó a ver. La película comenzó de nuevo. Había comprado un chocolate en la dulcería y lo abrí haciendo un poco de ruido. Jessica me miró y yo le sonreí enseñando los dientes, su expresión fue de enojo. Hice más ruido para molestarla más. Reía dentro de mí. Salió una escena donde una niña era asesinada por un ente maligno, muy escandalosa y sangrienta.
─¡Aaaaaay Dios! ─grité asustando a todos a mi alrededor, con alevosía y ventaja.
─Ssschh. Cállate Fer, no hagas ruido ─dijo Bridget que estaba dos butacas abajo.
─Perdón, me asusté ─le respondí en voz baja. La verdad era que el filme me producía sueño y risa.
─¿De qué te ríes? ─Carina me decía en voz baja.
─De nada ─contesté. Las luces se encendieron.
─Al fin terminó. ─dije levantándome. Salí para esperarlas en el lobby.
─Te pasas, Fer, te la pasaste riendo toda la película. ─reclamó Pamela.
─Eso me provocan este tipo de monstruos ─Bridget y Verónica me dijeron adiós con la mano e hice lo mismo.
─Vámonos, Pamela. Es tarde ─Jessica pasó delante de nosotras─, niñas, me tengo que ir a casa.
Jessica fue hablando por celular en el trayecto, lloraba. Héctor nos seguía. Pamela y Carina se veían una a la otra, las lágrimas de Jessica no paraban.
─Tía ¿Estás bien? ─preguntó Pamela.
─Si mi amor. ─puso su cabeza en la ventana. Yo la miraba por el retrovisor, quería consolarla, pero jamás me lo permitiría. Nadie habló ni dijo nada más, Jessica estaba muy mal y la entendía, una desilusión amorosa era muy fuerte. Llegamos a casa. Jessica se metió sin voltear a ver a nadie.
─Gracias, Fer. Hasta mañana. ─se despidieron las dos.
─Hasta mañana, niñas ─en la cocina tomé agua.
─¿Todavía aquí, Fer?
─Aaay, ¿siempre te la pasas asustado, Erica?.
─¡Ja, ja, ja! Perdón, no fue mi intención.
─Deja de hacer eso, me puede dar un paro cardíaco.
─¿Aún aquí, Fernanda? ─la señora Sarita entró.
─Sí, señora, me fui con Pamela.
─¿En serio?
─Si, acabamos de llegar.
─No me avisaron. Erica, ¿dónde está Jessica?
─Subió a su cuarto, señora. 
─Bien. ¿Quieres quedarte aún a trabajar, Fernanda?
─No, señora.
─Te veo mañana. ─salió de la cocina llevando un vaso.
─Me voy, capaz que la señora regresa y me detiene.
─Sí, ya vete ─fui directo con Héctor.
─¡Hola!
─¡Hola!
─Me voy y quiero mi dinero de la apuesta ─sonrió.
─Pensé que se te había olvidado.
─¡Ja! ¿Crees que mi mojada fue de gratis?
─¡Ja, ja, ja! No ─sacó el dinero y me pagó.
─Fue un placer hacer negocio contigo. ─estaba metiendo mi dinero a mi bolsa.
─Así que eres el chófer ─giré para ver quién decía eso.
─¡Ah! eres tú ─Héctor me miró incrédulo.
─¡Ja, ja, ja! Me gustan las mujeres como tú ─Rodolfo seguía coqueteando.
─A mí también ─sonreí.
─Que simpática eres.
─Lo sé. Te veo mañana Héctor. Hasta luego Rodolfo.
─¿Debo pagar para invitarte un café? ─me sorprendió.
─¿Perdón?
─Todos tenemos un precio, ¿o no?
─¿Cual es tuyo?
─Soy muy caro.
─Que extraño, yo salgo a tomar el café con mis amigos y es gratis
─¿Entonces saldrás conmigo?
─Dije con mis amigos.
─Lo difícil es lo más interesante y me gusta ─reí y avancé.
─Nadie me ha dejado hablando solo ─caminaba detrás.
─Siempre hay una primera vez.
─¿Porque te haces la interesante?
─Porque siempre habrá un tipo como tú.
─Me siento estúpido persiguiéndote.
─Relájate, estás acostumbrado a que la mujer que quieres la obtienes sin esfuerzo.
─Es verdad. ¿Porque tú no? ─me le planté.
─Por la única razón que soy lesbiana, solo puedo darte mi amistad. ─la ventana de Jessica quedaba frente a ese pasillo, mire arriba del hombro de Rodolfo y ella nos observaba.
─Eso no es problema, no quiero casarme contigo. ─sonreí, no por lo que ese tipo decía, sino porque Jessica no dejaba de vernos.
─Y yo solo puedo ser tu amiga.
─¿Que le ves a las mujeres? ─no se daría por vencido.
─Sigue pasando un día hermoso ─Jessica estaba en su ventana cruzada de manos. Di la vuelta.
─¿Piensas que te voy a seguir?
─No, ya no lo harás. Adiós Rodolfo el Reno de santa Clos ─Me iba riendo.
─Lo que yo veo en las mujeres es su figura maravillosa ─me detuve sin voltear─. Ternura, pasión, entrega, atención, la mujer es sublime en toda la expresión de la palabra, su naturaleza para amar es impresionante ─seguí caminando.
─Si piensas así de la mujer, entonces porque tratas de humillarla. ─le grité. Corrió hacia mí y se puso de frente.
─No entiendo por qué te persigo, por primera vez una mujer me dice que no, y peor aún, me deja hablando solo.
─Reno, soy la mujer equivocada, ve y busca a esa mujer que te haga sentir importante.
─No te cansas de perseguir a alguien que no vale la pena Rodolfo.

Continuará..

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