CAPÍTULO 26

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Me puse a revisar algunos mensajes en el celular, y en uno de ellos Alejandra pedía disculpas por lo que había dicho, No quería perder la oportunidad de tener algo conmigo. Me pareció divertido porque antes había sido muy negativa y ahora me pedía no renunciar a una posible relación.
─¡Hola! ─levante la cara al escuchar el saludo.
─¡Hola!.
─¿Te ofrezco algo de tomar? ─preguntó la secretaria.
─No, estoy bien, gracias.
─Me llamo Isabel.
─Un placer, Isabel, yo soy Fernanda ─no dejaba de lado la coquetería, tomaba su cabello y lo hacía a un lado.
─Fernanda, me agrada tu nombre.
─Gracias, el tuyo es bonito.
─Me preguntaba si te puedo invitar a tomar algo esta noche ─fue muy directa y sin tapujos.
─No sé si podría...
─Claro que puedes, Fernanda ─Jessica me interrumpió. Isabel se puso roja ─te espero en la camioneta. 
─Creo que se enojó. ─dijo muy apenada.
─Tranquila, no tiene por qué hacerlo.
─Lo siento, fui imprudente.
─Si ella me permitió ir, entonces te veo en la noche.
─¿En serio?
─Por supuesto. Dame tu número y te llamo ─lo guardé en el teléfono.
─Espero tu llamada.
─Sí.
─Cuídate.
─También tú.
Jessica hablaba por celular en el lobby. Me hizo la seña que siguiera.
─Te ves muy mal, Fernanda. ─aseguro Héctor─, ¿no te duele?.
─Mucho, siento la cara hinchada.
─Que mal, pero le diste una buena paliza, es bueno que alguien le haya dado su ubicadita. La señorita Jessica es muy linda y amable, pero Ana la transformó.
─Me imagino. ¿Algún día viste que la golpeara?
─Esas cosas no se preguntan Fernanda, pagan también nuestro silencio, eso nunca lo olvides.
─Disculpa por preguntar.
─Ahora mismo está hablado con Ana.
─¿Como lo sabes?.
─Lo sé y ya ─la observamos de lejos, Jessica dejo el celular y fue a la barra del bar. Tomo asiento y esperó.
─No lo puedo creer ─Héctor fue irónico, ─está esperando a Ana.
─Impresionante.
─Si, la señorita Jessica la ama, y Ana juega con sus sentimientos.
─Así es el amor.
─No, el amor es ternura, pasión, cariño, compresión, respeto, lealtad, honestidad, fidelidad.
─¿Eres casado, Héctor? ─lo interrumpí, no quería seguir hablando de Jessica.
─Sí, tengo dos preciosos hijos, uno de dieciocho y veinte.
─Unos jovencitos.
─Son mi orgullo.
─Me alegra escuchar eso.
─Ahí está ─Ana se sentó al lado de Jessica. La saludo de beso pero no vimos bien si fue en la boca o en la mejilla.
─Espero aclaren sus diferencias.
─Ana no dejará a la otra mujer. ─me hizo señas y en otra mesa estaba la novia de Ana.
─¡Vaya! ─me agache y moví la cabeza.
─Que bonito tener a dos mujeres para ti y a la orden. ─Héctor se burlaba.
─Es privilegiada ─Jessica se dio cuenta que la mirábamos y se agacho.
─¿Eres casada, Fernanda?. ─preguntó Héctor queriendo desviar la atención en Jessica.
─No.
─¿Te has casado alguna vez?.
─Casado no, me junté en alguna época de mi vida.
─¿Que tal te fue?
─Hubo algunas diferencias ─levantó las cejas.
─¿Eres lesbiana?
─Sí.
─Qué bien ─su expresión fue bonita.
─Gracias, Héctor.
─¿Por qué? Tengo un hermano que es gay, lo he apoyado siempre.
─Qué bueno, Héctor, ahora ya me agrada más.
─Y tú a mí, Fernanda. Pero hazte para allá ─abrí enorme los ojos.
─¿Pasa algo?
─Sí, me encariño muy rápido.
─Eres igual que yo, así que ese sentimiento será mutuo. ─reímos.
─Vamos ─Jessica llegó de repente asustándonos. Subió a la camioneta y Héctor cerró la puerta.
─Me sigues, Fernanda.
Pasaron algunos minutos y mi celular sonaba, era Pamela.
─¡Hola, niña!
─¿A qué hora vienes, Fernanda?.
─Ya vamos.
─Apúrate, porque vamos a ir con mi abuela.
─Sí, Pamela, estamos por llegar ─colgó.
─¿Que quería? ─preguntó Jessica.
─Que lleguemos porque la señora Sarita quiere salir.
─¡Okey! Le diré a mi madre que no vaya a detenerte mucho tiempo ─la miré por el retrovisor, extrañada─, tienes una cita muy importante ─me la sostenía la mirada, desafortunadamente no pude mantener la mía y reí. ─¿A qué hora quedaron? ─nuevamente Pamela llamaba.
─¿Dime?
─Apúrate, Fernanda, ya quiero irme.
─Sí, Pamela, estoy a minutos.
─¡Okey! ─colgó. El silencio entre Jessica y yo duró hasta llegar. Héctor abrió la puerta. Jessica descendió.
─Tía, ¿vas a ir con nosotras? ─Pamela estaba esperándonos.
─No, mi amor, me siento cansada.
─Bueno, vámonos, Fer ─subió.
─Iremos a comer pizza. ─Carina se veía emocionada.
─Qué bien, Cari. ¿Como te sientes?.
─Mejor, mucho mejor.
─Me alegra mucho. ─la señora Sarita se veía ardiente, tenía un porte y estilo muy bonito. Una elegancia que también Jessica tenía.
─Héctor, vamos a recoger las flores para mañana. Pero primero a la pizzería.
─Sí, señora. 
─¿Te sientes bien, Fernanda? estas muy inflamada.  ─preguntó la señora.
─Sí, señora Sarita, duele un poco pero es soportable.
─Bien ─subió con Héctor, las niñas conmigo. Las veía raras, se notaban contentas y me transmitieron su energía.
─¿Qué pasa? ─se miraron y rieron─ ¿no me van a decir?
─Sí, Fer, a ti no te podemos mentir ─dijo Carina─, le confesé a Pamela lo que siento por ella ─ estaba siendo un día de sorpresas.
─¡Cuenten!
─Nos vamos a dar una oportunidad, Fer ─respondió Pamela─, me alegra que Carina diera el primer paso ─suspiró viéndola a los ojos.
─Que bien, me alegra. Espero se comprendan y que el respeto entre ustedes sea lo más importante.
─Estoy feliz, Fer, me siento muy emocionada. ─agregó Carina. ─les sonreí. Estacionamos.
─Fer, queremos que comas con nosotras ─pidió Pamela. De comportarse como una niña mimada, rebelde y tonta, ahora lo hacía más seria.
─No, niña, gracias.
─Vamos. ─la señora las apuró camino hacia la pizzería.
─Ven, come con nosotras ─Carina me jaló de la mano.
─Fernanda, ellas quieren que comas con nosotras. ─ordenó la señora. Pidieron pizza y bebidas, la señora se la pasó en el celular y las niñas viéndose una a la otra. Me gustaba su felicidad, en mi pensamiento les deseé suerte. Mi celular sonó y me impactó al ver quien era.
─¡Hola!
─Se te va a hacer tarde. ─escuché la voz de Jessica.
─Sí, bueno, creo que ella puede esperar.
─A una mujer nunca la haga esperar ─colgó.
─¿Quién era, Fer? ─preguntó Carina.
─Una amiga, niña.
─Es su novia, ¿qué no ves la risa que tiene? ─agregó Pamela.
─No es mi novia, pero no descarto la posibilidad.
─Espero que así sea, Fer. ─Carina miró a Pamela y las dos rieron. Carina apostó por el amor de Pamela y ganó. ─fuimos por las flores y la señora Sarita y las escogía.
─Esas flores están hermosas ─señaló Carina.
─Sí, son lindas, mi tía las adora─¡Oh. la lá! Ahora me enteraba cuáles le gustaban a Jéssica.
─¿Como se llaman?. ─pregunté.
─Se llaman lilis ─respondió la florista─. Su significado es “te reto a que me ames”. ─Sí que me encantaría llevarle bastantes.
─Qué significado tan más bonito ─agregó Pamela. Carina la miró con mucho amor.
─Quiero comprar cinco, ¿me las envuelve, por favor? ─Pamela la miró y sonrió, sabía que eran para ella.
Después de un largo rato volvimos a la casa..
─Ve a descansar un poco, Fernanda ─indicó la señora.
─Sí, gracias ─eso era muy bueno, me sentía agotada.
─¡Hola, mamá! ─Jessica salió a su encuentro.
─¡Hola, mi amor!.
─Rodolfo está en casa, viene con los abogados y te están esperando.
─Gracias, mi amor. En seguida estoy con ellos.
─Sí, mamá. Fernanda, Víctor y mi padre quieren hablar contigo. ─la señora Sarita la miró con curiosidad.
─¿Qué pasa, Jess?.
─Ya mismo te enteras, mamá ─me imaginé que querían preguntar sobre la propuesta de los socios minoritarios, y les diría que si los ayudaría.
─Adelante, Fer ─Jessica me dio el paso al estudio
─Gracias.
─¡Fernanda, hola! ¿Cómo estás?
─Muy bien, Rodolfo, ¿y tú?
─Maravillado porque sigues aquí ─rei.
─Comentamos a mi padre la propuesta que hiciste en la oficina, Fernanda ─manifestó Víctor─, explícale lo que nos dijiste a nosotros ─la señora Sarita estaba más sorprendida.
─Bueno, sugerí que fueran socios minoritarios porque ellos pueden aportar más ─manifesté todo lo dicho a don Arturo, Rodolfo estaba que no se la creía, doña sarita escuchaba con mucha atención.
─Será todo un éxito, lo aseguro ─concluí.
─Lo que tú no sabes, Fernanda, es que César Alonso quiere entrar al proyecto. Pero puso una condición ─me previno Víctor.

Continuará...

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