Eryx E. Dorinday

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El Snob

 Área 1: Capitol Hill

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Área 1: Capitol Hill

18 años

Altura: 1.73

Peso: 68

Cosechado

Arma: Dagas gemelas

Fortalezas: Carismático, Habilidoso, Extrovertido

Debilidades: Caprichoso, Perfeccionista, Insistente

Amuleto: Collar de perlas negras

En la pared, sobre el sofá del salón hay un par de sables cruzados clavados en un escudo.

No son de verdad, es plástico moldeado y pintado de tal forma que de lejos parecen auténticos Fueron parte de mi infancia, cuando con mis amigos de la escuela los sacábamos de donde estaban enganchados y jugábamos a las luchas con ellos a escondidas de mi padre. Recuerdo cuanto odiaba que tocáramos la decoración de la casa. Han pasado muchos años desde entonces, pero ahora, en el día de la misma cosecha y al tenerlos otra vez delante de mí de vuelta en la casa donde me crié, me acordé de esos momentos. Éramos niños y era un juego. Paradójicamente, los Juegos no lo son.

En las dos últimas semanas me ha estado pasando mucho. Cuando como, me quedo mirando el cuchillo en mi mano, incluso el tenedor. Me imagino cómo podría usarlos para defenderme o atacar. Se ha convertido en una obsesión.

Puede que esté exagerando un poco, porque lo más seguro es que no salga cosechado. ¿No? Soy uno entre muchísimos papeles. Son esas dos posibilidades. Lo que hace que no sea un "no" al cien por cien lo que me inquieta.

"Cuatro tributos..."

Miro a mi padre, cuidadosamente sacando unas brochas de su enorme maletín de maquillador profesional. Me insistió mucho para que viniese a pasar la noche a su casa. A la que solía ser mi casa. También ha insitido mucho para maquillarme, y a pesar de que he dicho que no, ahí está con el maletín abierto preparando el repertorio.

Normalmente las artes persuasivas de otros no funcionan conmigo, con él es distinto. Es mi padre y me conoce bien. Sabe como romper mis defensas. Y lo peor es que ni siquiera me doy cuenta.

Cuando lo veo girarse hacia mí con un gesto rebuscado y una sonrisa en su rostro, me preparo mentalmente para la lluvia de quejas de rigor.

¿Cuánto tiempo hace que no te exfolias? dice tomando mi cara entre sus manos, palpando cada centímetro de la misma con la yema de sus dedos.

Tal y como decía.

Lo hago dos veces por semana —respondo a la defensiva.

Lo cual es verdad, últimamente me he estado haciendo mis propias mascarillas caseras. Son más baratas e igual de efectivas.

Ya... -Dice como si no me creyera una palabra por un momento pensé que le habías tomado cariño a esas células muertas. ¿Puedes quitarte las gafas, por favor? ¿Desde cuando llevas gafas de todos modos? Podrías operarte la vista, es mucho más cómodo.

Causa y EfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora