"Si el rey Pigmalión hubiera tenido en su mano todo el conocimiento que hay en la actualidad en el campo de la ingeniería genética humana, no me cabe ninguna duda que habría tenido éxito en su misión de sacar a la reina perfecta de la prisión de piedra de su mente soñadora y traerla a la realidad." Fragmento del diario del doctor Sauler.
Mair Rainder, 17 años
Sparkly Lane
Llegamos. Este debe ser el lugar que se describe en el libro. Los laboratorios del doctor Sauler comienzan aquí.
Eris mantiene su arco en alto, y yo tengo el látigo listo para usar. Siento que en cualquier momento algo vendrá a por nosotros, ya sea un elemento de la Arena o un tributo. Aunque no hemos encontrado a nadie desde que salimos del escondite hasta ahora, no puedo creer que nadie más haya sucumbido a la idea de perseguir el premio.
—Casi desearía que algo se moviera —susurro—. Este silencio solo aumenta mi nerviosismo. Como si todo fuera a empeorar cuando finalmente suceda algo.
Eris se detiene de repente.
—También tengo esa sensación. Hay algo que se nos escapa... Algo que, si no lo tenemos en cuenta, nos saldrá caro. Pensar, sentir, observar... ¿Qué podría ser?
Si percibimos que el peligro se aproxima pero desconocemos su origen, lo más probable es que estemos a punto de enfrentarlo.
Eris y yo permanecemos inmóviles hasta que examinamos y analizamos todo el pasillo. No hay nada, no se escucha nada... Pero hay algo. No puede ser tan sencillo.
Avanzamos lentamente, prestando extrema atención a nuestro entorno. Cuando el pequeño artefacto blanco aparece cerca del techo, Eris y yo lo detectamos al mismo tiempo. Una vaina. Su forma es inconfundible, y no podríamos olvidarla aunque quisiéramos. Intercambiamos miradas, y no hace falta decir nada más; ambas sabemos, sin necesidad de palabras, que el peligro está presente.
La mayoría de las vainas cuentan con un sensor de movimiento que las activa, aunque también existen otros métodos como la presión, e incluso pueden programarse con temporizadores o activarse manualmente.
—Retrocede —susurra Eris, con la vista fija en la vaina.
Mientras nos retiramos, ella vuelve a cargar la flecha en su arco, apunta y dispara. Una llamarada surge de la vaina, envuelta en un denso humo negro que se propaga por el pasillo hasta alcanzarnos.
Corremos hacia un pasillo perpendicular al que nos encontrábamos. Eris se cubre la nariz con la solapa de su gabardina, y yo imito su gesto, de manera que cuando la nube de humo nos alcanza, apenas tosemos.
—¡Monóxido de carbono! —exclama Eris, su voz sonando amortiguada a través de la tela—. ¡Esperemos a que se disipe!
mbas estamos lagrimeando. Ese humo es irritante y hace que mis ojos piquen. Esto nos está haciendo bajar la guardia y me preocupa. Agarro a Eris de la ropa y retrocedemos hasta una habitación donde el aire está limpio.
Mis manos tienen una ligera capa de hollín que las hace ver grisáceas. La cara y el cabello de mi aliada también están así, por lo que doy por hecho que yo debo verme igual.
—Tus ojos están rojos —musita Eris.
—Los tuyos también. Quizá deberíamos limpiarlos antes de salir ahí de nuevo.
—De acuerdo.
Eris saca una botella de agua y moja un pedazo de venda. Con mucho cuidado, limpia mis ojos y mi cara. El paño está completamente sucio para cuando termina. Luego es mi turno. Repito el proceso y comienzo a limpiar sus ojos. Jamás los vi tan cerca. Son hermosos, de un cristalino tono de verde y unas leves, casi imperceptibles pinceladas amarillentas.
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Causa y Efecto
FanfictionLa pena y el dolor que infringes volverán forzosamente a ti como un boomerang, para golpearte con la misma intensidad que usaste al lanzarlos. No es castigo: es enseñanza. No es capricho: es moraleja. No es venganza: es justicia. Llegó el turno del...