La pena y el dolor que infringes volverán forzosamente a ti como un boomerang, para golpearte con la misma intensidad que usaste al lanzarlos. No es castigo: es enseñanza. No es capricho: es moraleja. No es venganza: es justicia. Llegó el turno del...
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Área 4: Great Mall 18 años Altura: 1.68 Peso: 50 Cosechada Arma: Navaja Fortalezas: Endurecida, Furtiva, Autopreservadora Debilidades: Selectiva, Intransigente, Inconstante Amuleto: Pulsera de hilo
Abro los ojos lentamente, despertada por un leve cosquilleo en mi hombro.
—Buenos días bella durmiente. O debería decir buenas tardes —me susurra la voz de Rudy al oído.
—Buenos días, o tardes, o lo que sea —digo y bostezo.
Me estiro todo lo que puedo, fijándome por primera vez en la pluma de la almohada rota que Rudy tiene en la mano, con la que seguramente me estaba haciendo cosquillas en el hombro.
—Hoy toca cosecha. No podemos quedarnos haciendo el vago hasta las tantas.
—No me lo recuerdes —le digo mientras me entierro de nuevo entre las sábanas.
No sé si es por el cansancio, pero la cama hoy me resulta más cómoda que nunca. Anoche no podía dejar de pensar en los Juegos del hambre y cuando por fin logré dormirme, el cielo ya estaba clareando. Habré dormido unas cinco horas, no más.
—¿Sabes lo que necesitas? Un buen desayuno y un café. Como los que tengo aquí.
La curiosidad me hace incorporarme para ver mejor. Rudy se inclina sobre la mesa y agarra la bandeja que luego deja sobre mi regazo. El olor de la bollería recién horneada me termina de despejar. ¡Croissants!
—¡Ohhh gracias! —digo, animada de repente—. Incluso le pusiste mantequilla tal y como me gusta. Y usaste mi taza favorita.
—¿Crees que después de todo este tiempo no sabría ya tus gustos?
Me sonríe a la vez que le doy el primer mordisco al croissant. Delicioso. Perfecto, con su punto justo de todo, ni muy dulce ni muy soso, ni muy seco ni muy grasiento, dorado pero no quemado. Si por mí fuera los comería a todas horas, pero dejaría de ser mi momento especial. Un día a la semana está bien, hoy no toca, pero si Rudy ha decidido que la ocasión lo merece, entonces no voy a quejarme.
—Qué día tan bonito —digo mirando a la ventana, desde donde se ve el cielo de un azul puro.
—Podríamos salir temprano, dar una vuelta antes de la cita. ¿Qué te parece?
—Bien.
Es una vista preciosa. El ático de uno de los rascacielos más altos de la zona. Desde esa altura todo se ve mejor, uno se siente importante al ver las diminutas personas y automóviles que pasan por la avenida. La vivienda no es nuestra y no pagamos alquiler por ella. Al dueño no le importa. Soportar los gastos de la misma es como calderilla para él. Además nos debe mucho. Gracias a mí ganó más de lo que costaría mantener cien apartamentos como éste.