Spencer Valvo

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La Oveja Negra

 Área 3: Wintertown

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Área 3: Wintertown

17 años

Altura: 1.78

Peso: 70

Cosechado

Arma: Martillo de guerra

Fortalezas: Observador, Planificador, Sutil

Debilidades: Vértigo, misterioso, demsiado honesto

Amuleto: Colmillo de tiburón


El frío suelo ya casi ha insensibilizado la parte izquierda de mi cuerpo, pero eso no me molesta. Aquí, en la tranquilidad del almacén lejos de todos estoy bien. Siempre me funciona.

—¡Spencer! —Oigo gritar a mi madre desde la tienda.

No respondo a su llamada, sino que me estiro y me acomodo de nuevo para detener el hormiguero que ya empiezo a sentir en mi pierna izquierda. Tampoco lo hago cuando medio minuto después, vuelve a repetir mi nombre, esta vez con un poco más de violencia.

No pasa mucho tiempo hasta que oigo la puerta del almacén abrirse, seguida de unos pasitos breves y ligeros. Debe ser mi hermana Sasha.

—Spencer —dice. En efecto, era Sasha. Yo me hago el dormido—. Spencer mamá te busca. ¡Despierta!

Siento como me zarandea el brazo y me río para mis adentros, hasta que un golpe seco en mi costado me obliga a incorporarme con un grito.

—¡Eh! ¡Vuelve aquí! —grito viéndola correr hacia la puerta—. ¡Sasha!

La persigo a través del almacén y el pasillo exterior, acortando la distancia con cada paso hasta que está a mi alcance, alargo el brazo y la agarro de la ropa.

—¡MAMAAAA! —Grita después de dar un chillido que hace vibrar mis tímpanos.

—¡Spencer! ¿Qué crees que haces? ¡Suelta a tu hermana! —Dice mi madre acercándose a paso ligero seguida de Lore, que parece estar aguantándose la risa.

—Fue ella quien comenzó. ¡Me dio una patada! —Me quejo masajeando la zona.

—Oh, qué tanto daño debe haberte hecho una niña pequeña. Madura de una vez y deja de ponerte a su altura —dice mamá, frunciendo el ceño—. Y ven afuera. Te necesito en la tienda y ya he pedido suficiente tiempo con vuestras peleas.

—Porque la tienda está a rebosar, ya se ve —digo sabiendo que no hemos tenido ni un cliente en todo el día—. A quién se le ocurre abrir el día de la Gran Cosecha...

—Ya deja de replicar y sal afuera. Tengo varias cosas que podrías hacer para ayudar en lugar de quedarte todo el día holgazaneando.

—Enseguida voy a atender a los clientes invisibles. Oh, y para tu información, inmadurez no es sinónimo de mala educación.

Causa y EfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora