Prólogo: El Cetrero

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Esta historia está  publicada en Fanfiction.net también. Hace unos meses, alguien me dejó un review diciendo que le había gustado mucho y preguntándome si podían subirla a Wattpad, nunca pude ponerme en contacto con dicha persona porque Fanfiction borró el correo electrónico, así que decidí subirla yo misma.


"Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo a la ley; la suerte o azar no es más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la Ley." El Kybalion.


Capitolio - Hospital General del Capitolio en Carnation Crest- Día 12, Mes 11. Año 1 de la Era Sinsajo -6:20 AM

Ibrahim Lovell llevaba ahí sentado doce horas según el reloj. Cinco horas antes, el último de sus acompañantes se había ido y desde que Plutarch cayó en las garras de sueño sobre tres asientos de la sala de espera, su única compañía era la televisión encendida que sonaba al fondo, repitiendo una y otra vez el mensaje que días atrás había grabado la presidenta Paylor. Lo había escuchado tantas veces que ya se lo sabía de memoria.

En esas cinco horas, no obstante, había tenido tiempo para meditar sobre lo que en mitad de la tarde, les llevó desde el despacho de Paylor hasta una aero-ambulancia y de ahí al quirófano. También sobre los acontecimientos vividos en los ultimos meses y que como tan agoreramente predijo, habían acabado finalmente en un atentado. Aún corría por sus venas toda la adrenalina que su cuerpo había producido al oír el cristal supuestamente blindado de la ventana romperse y ni un segundo después, ver a la presidenta desplomarse sobre la mesa, a la vez que unas gotas de sangre salpicaban su corbata plateada. Todos los presentes se tiraron al suelo y mientras él acudía a socorrer a Paylor, gritó a los demás que llamasen a una ambulancia y a los cuerpos de seguridad.

Paylor perdió el conocimiento casi inmediatamente. Su respiración era descompasada y superficial, sabía que eso era malo, pero mientras no se parase, tendría esperanzas. Al subirla a la aero-ambulancia a través de la ventana, Ibrahim se fijó en el hilo de sangre y líquido que le salía de la oreja izquierda, en sus ojos semiabiertos e inexpresivos, en sus brazos colgando inertes a cada lado de la camilla... Era algo que no olvidaría en la vida. Si la presidenta caía, la democracia recién instaurada se vería como una pantomima que cualquiera puede echar abajo con proponérselo. Tenía que vivir. No había elección...

Media hora después, una doctora entró en la habitación. Para entonces el sol ya había salido y el Hospital empezaba a despertar con sus ruidos y devenir cotidiano. Ibrahim se puso en pie y sacudió suavemente a Plutarch, quien se incorporó en su asiento como un resorte.

—La presidenta se encuentra estable —anunció. Ibrahim se fijó en sus ojeras y en la leve palidez de su rostro sin maquillar. Sin duda alguna ella tampoco había dormido aquella noche—. Ha sido poco para lo que podía haber pasado. Traumatismo craneal y contusión cerebral.

—¿Se recuperará? —preguntó Ibrahim.

—Lo hará. Los mejores médicos del país están trabajando duro en estos momentos para que no haya ningún tipo de secuela. Lo importante ha sido detener la hemorragia y drenar la sangre. La bala no traspasó su cráneo. El cristal debió frenarla, pero el impacto hizo que el hueso se quebrara y lo empujase hacia adentro, seccionando algunos vasos sanguineos. Lo siguiente será realizar pruebas para calcular el alcance de los daños... y mantenerla estable por supuesto. Las siguientes 48 horas serán las peores, así suele suceder en este tipo de casos.

—¿Puedo pasar a verla?

Ella negó con la cabeza.

—Hoy no. Entorpecería a los que estamos trabajando. Si quieren mi consejo, vuelvan a casa y descansen. No hay nada que puedan hacer aquí. Si hay alguna novedad, les llamaremos.

Causa y EfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora