Presentaciones

29 4 19
                                        


Eris Shadows

18 años, Carnation Crest

Hadrian vuelve a estornudar, rompiendo el silencio en el que estamos sumidos. En la parte delantera del auto, el conductor espera paciente a que Zoe termine de hablar por teléfono y nos podamos ir.

—¿De veras no hay tiempo para ponerla presentable? Deberías ver cómo ha venido vestida —la oigo decir al aparato con el tono melodramático de una comedia mediocre.

—¡Te he oído! —grito golpeando el cristal.

Asustado, el conductor da un brinco en su asiento pero Zoe no se entera. No es el primer comentario que oigo al respecto en lo que llevamos de día. Pero si mi atuendo la estresa, entonces bienvenido sea.

Mis puños están tan apretados que mis nudillos se han vuelto blancos. He hecho uso de toda mi voluntad para no perder la calma. No quiero meterme en líos nada más empezar.

A mi derecha, justo al lado de la ventanilla cercana a Hadrian, el vehículo con los tributos de Star Valley se pone en marcha. ¿Habrá alguna celebridad ahí dentro? Rápidamente me pongo de rodillas sobre el asiento y apoyo las manos en la ventanilla para ver mejor pero el auto ya se ha puesto en marcha y las siluetas difuminadas por el cristal trasero no son suficientes como para permitirme reconocer a nadie.

Hadrian se aclara la garganta y en ese momento me doy cuenta por su postura rígida, como intentando fundirse con el respaldo del asiento, que mi invasión de su espacio personal lo debe haber incomodado.

—¡Ups, lo siento! —digo volviendo a mi sitio—. No me paré a pensar en eso.

Él no contesta.

Se ve un chico introvertido. Normalmente no tengo problemas para entablar una conversación, pero podría ser que lo peculiar de la situación me esté bloqueando. No se me ocurre nada de lo que hablar con él.

Hadrian estornuda de nuevo y sorbe por la nariz.

—Salud —digo para romper el hielo mientras busco en mi bolsillo el paquete de pañuelos que me acordé de llevar, sólo por si Vibia se ponía demasiado emocional—. Mal momento para agarrar un resfriado. Usa ésto. Huelen a manzana.

Le tiendo un pañuelo y él lo toma, murmurando un "gracias" casi imperceptible.

Después de usarlo, lo veo mirar alrededor, buscando algún tipo de papelera o lugar para dejar la bolita arrugada que ahora es el pañuelo pero no parece haber nada. Mi atención se centra en él de nuevo cuando lo veo flexionar el antebrazo y concentrarse en algún punto en los asientos delanteros.

Cuando miro, veo el bolso de Zoe abierto sobre el asiento del copiloto. Hadrian arroja la bolita y ésta se cuela limpiamente en su interior. Inmediatamente me da un ataque de risa que se acentúa cuando después de eso él se cruza de brazos con una expresión de satisfacción en su cara.

Me calmo justo cuando Zoe abre la puerta del copiloto, deja el celular dentro de su bolso y lo cierra, lo cual hace volver la risa. Es increíble como algo tan absurdo puede causarme tanta gracia. Más en un momento así.

—¿Me he perdido algo? —me dice Zoe mirándome con el ceño fruncido través del retrovisor central.

Estoy a punto de decir algo hostil, pero me muerdo la lengua. No estoy interesada en enemistarme con ella, pero que no hemos congeniado desde el primer momento es algo visible. Además en estos instantes ella me recuerda constantemente que acabo de ser cosechada. Es la prueba tangible de que está pasando.

Causa y EfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora