Peeta Mellark, vencedor de los 74º Juegos del Hambre
Distrito 12
Me frustra no haber hecho más para parar el proyecto.
Siempre tiendo a exigirme demasiado y cargar con la culpa de lo que no puedo cambiar. Si la culpa es realmente mía o no, eso es algo que no siempre logro discernir con claridad, así que a falta de esa percepción tiendo a creer que lo soy.
De hecho, es muy posible que sea así. Alguien tiene que poner un poco de cordura donde todos los demás fallan en tenerla. Alguien tiene que poner el límite. Curioso que ahora cuando más influencia debería tener por mi condición de ganador es cuando más incapaz de poner freno a este error me siento. No importa cuanta fuerza de voluntad intente reunir, se ha convertido en algo escaso en mí y la que poseo suelo emplearla para poner en orden mi propia mente o la de Katniss. Es una situación complicada pues dependemos el uno del otro más que nunca. Así que por una vez, decidimos ponernos a nosotros antes que los demás y darnos prioridad. Yo a ella y ella a mí.
El público, que ha estado de bajón desde que Hadrian se fuera, se anima ahora más que nunca mientras Izzy de Star Valley es presentada. Todo el sector del Capitolio se levanta y aplaude, también en el Distrito 1 y parte del sector de los invitados más selectos. Es de lejos una de las reacciones más ruidosas, lo más cercano a lo que solían ser las de los juegos convencionales.
Izzy baja las escaleras de la plataforma donde están sentados el resto de los chicos, se detiene a saludar al público y lanzarles besos lo cual genera más reacciones. Al encontrarse con Caesar él toma su mano con delicadeza y le da un beso en la mejilla, Haymitch hace lo mismo y cuando los tres van a sentarse, Izzy tropieza con uno de los abalorios de su vestido color azul galaxia y Caesar pone cara de espanto mientras acude a asegurarse de que ella está bien.
Sin embargo, Izzy levanta la vista con una sonrisa.
—¡Aaahh, caíste! —se burla la chica. Todos ríen, también Caesar.
—¡Isamere Gates, no me des estos sustos! Por un momento olvidé que estoy ante la estrella más brillante del país. Seguro que no hay nadie en el mundo que no conozca de antemano a nuestra Izzy. Veamos una cosa antes de comenzar la entrevista.
Las gran pantalla se torna negra a la vez que una melodía de caja de música inunda el lugar mientras que en la pantalla retransmiten un anuncio de una bebita intentando sacar un tarro de papilla de frutas de un frigorífico con ayuda de sus juguetes que han cobrado vida.
El Capitolio aplaude y comienzan a cantar una canción. Las protestas provocadas por Eris se sienten ya como si no hubieran ocurrido.
Es lo que querían. Haymitch siempre me dijo que la gente es más manipulable de lo que parece y desde entonces por mi experiencia no puedo sino darle la razón. Han sido muchos años llenando esas cabezas con frivolidades y ocio como para obligarlas a pensar independientemente. Yo mismo me aproveché de eso en el pasado. Nunca me gustó hacerlo pero siempre tuve claro cuál era mi prioridad y estaba dispuesto a ir incluso en contra de mis propios principios para mantenerla a salvo. Siempre a salvo.
En sincronía con mi tren de pensamientos, ella apoya la cabeza en mi hombro.
—¿Te das cuenta como deciden no ver más allá del espectáculo? —dice.
—Estaba pensando eso mismo —ella sonríe cuando lo digo—. Pero hay más gente en contra de la que parece. El problema es que no los han dejado venir. Ya se han asegurado de traer sólo entusiastas.
O al menos eso pensaban ellos. Alguno de esos capitolinos ya ha cambiado de opinión y se ha ido, o se ha unido a las protestas del resto del público. Izzy parece haberles hecho que se olviden de eso, ha creado en ellos una reacción con su sola presencia. Como personaje público ella tiene un arma muy poderosa. Su fama. Habría esperado que sus fans se hubieran opuesto a que ella fuera enviada a la Arena y muchos lo están según he leído, pero otros, acostumbrados a verla en acción, esperan con ansias verla ahí. En el público todos son de esa última clase.
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Causa y Efecto
FanficLa pena y el dolor que infringes volverán forzosamente a ti como un boomerang, para golpearte con la misma intensidad que usaste al lanzarlos. No es castigo: es enseñanza. No es capricho: es moraleja. No es venganza: es justicia. Llegó el turno del...