La pena y el dolor que infringes volverán forzosamente a ti como un boomerang, para golpearte con la misma intensidad que usaste al lanzarlos. No es castigo: es enseñanza. No es capricho: es moraleja. No es venganza: es justicia. Llegó el turno del...
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Área 9: Sparkly Lane
17 años
Altura: 1.68
Peso: 51
Cosechada
Arma: Látigo
Fortalezas: Astuta, Determinada, Instinto de autoconservación
Debilidades: Un secreto, idealista, tributos jóvenes
Amuleto: Anillo de platino
Los recuerdos de mi hogar y de su destrucción vuelven hoy a mí con más violencia que nunca. Ayer, después de más de un año exiliada, volví a Sparkly Lane. Mis intenciones son salir de aquí en cuanto la Gran Cosecha, razón por la cual he venido, acabe.
La habitación del hotel, si se le puede llamar hotel a la construcción prefabricada donde estamos, es sencilla pero cómoda. Al menos no estamos pagando por ella, ya que el gobierno se ha hecho con los gastos de todos los que se fueron a vivir fuera tras el bombardeo e invasión. Muy considerados.
—Exrañas nuestro hogar. ¿Verdad Johann? —Le susurro con dulzura, acariciando con mi mano los ricitos de su cabello rubio ceniza.
Ha estado inquieto desde que llegamos hace dos días. No ha dormido bien en el par de noches que hemos estado aquí. Yo tampoco, aunque procuro que mi abuela no lo note. Ella no ha hecho comentarios ni me ha reprochado el tener que desplazarse al lugar donde murió su hijo, su nuera y su nieto mayor sólo por mí.
Sé que mi familia está muerta aunque nadie me lo diga. Sé que los infiltrados antes del bombardeo tenían una lista de objetivos a eliminar antes de que se efectuara la evacuación de la zona y que entre esos objetivos estaba mi padre, uno de los patrocinadores de las maniobras bélicas en los distritos. Sé que aunque nunca me dijeron nada, la razón por la que mi madre me hizo huír por una ventana cuando derribaron a patadas la puerta de nuestra casa era esa. Estaban allí. No volví a ver a ninguno de ellos a partir de ese día, y aunque en un principio tenía mis dudas, y no los contacté por vergüenza, el hecho de que mi abuela tampoco lo hiciera cada vez me hacía sospechar más cual había sido su suerte. En cuanto a mí, yo casi tampoco lo hago.
Son pocas las memorias que tengo de ese día. Yo huía de casa tal y como mi madre me ordenó. Había soldados rebeldes con sus característicos uniformes negros por todos lados, recién venidos del Distrito 13.
Corría sin rumbo. Desesperada. Con el único objetivo de poner tanta distancia como fuera posible entre yo y los invasores.
No llegué muy lejos, para mi desgracia, y lo que pasó a continuación cambiaría mi vida para siempre.