Jelly Sweet

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La Tierna

Área 7: Candyfloss Square 12 AñosAltura: 1

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Área 7: Candyfloss Square
12 Años
Altura: 1.49
Peso: 44
Cosechada
Arma: Cuchillos
Fortalezas: Animada, Escurridiza, Cariñosa
Debilidades: Ingenua, Dependiente, Frágil
Amuleto: Relicario

—¡Jelly! ¿Cuánto falta para el pedido de la mesa ocho? —dice mi padre asomándose a la puerta de la cocina.

—¡Enseguida va! —contesto dándome toda la prisa que puedo.

Doy la vuelta a las tortitas que se están haciendo en la plancha y mientras se terminan de hacer por el otro lado, tomo las tostadas y las pongo en un plato junto con un par de paquetitos de mermelada y otro de mantequilla, agrego un cuchillo y un tenedor, vierto el café con una de azúcar en una taza, pongo las tortitas una sobre la otra y les echo sirope de arce y unas cuantas frambuesas. Todo eso en un minuto justo.

—Voy a servir la mesa ocho mamá —digo poniendo todo en una bandeja.

Mi madre sonríe mientras fríe unas tiras de panceta, arranca uno de los papeles pegados al panel de corcho de la pared y lo tira a la basura.

Ahora sólo queda llevarle al cliente lo que pidió. Tomo la bandeja con todo encima y presiono uno de los botones de mi muñequera, el que activa las ruedas retráctiles de mis patines. Cuando llego a mi destino en la mesa ocho, vuelvo a desactivarlas y dejo la bandeja sobre la mesa.

—Aquí tiene su desayuno señor Zimermann —digo mientras voy dejando los platos sobre la mesa.

—Gracias Jelly, te ves muy linda hoy —contesta untado la mermelada en la tostada.

—Es mi nuevo uniforme. Yo lo diseñé —explico dando una vuelta sobre mí misma.

Mi viejo uniforme se me quedó pequeño y tuvimos que encargar otro. Al estilista que visitamos le encantó mi idea y dijo que el uniforme captaba a la perfección mi esencia. Es un vestido rosa con falda de volantes hasta las rodillas y mangas farol, encima lleva un delantal blanco con muchos volantes. El diseño de los patines iba incluido, son rosas y tienen la suela muy gruesa. En realidad es el espacio donde van las ruedas cuando no las necesito.

—Hey, Jelly— dice otro cliente habitual desde una mesa cercana—. ¿No tienes miedo de la cosecha?

Me hago la enfadada y giro la cabeza hacia el dado contrario a donde está.

—Claro que no. Sólo los bebés tienen miedo.

Antes tenía mucho miedo pero sólo habrá un papel con mi nombre en el sorteo, así que no tiene sentido tenerlo. Varias personas cercanas ríen a carcajadas. Mi padre se acerca y coloca su manota en mi cabeza, desordenándome el pelo.

—¡Papá! —me quejo, y los clientes vuelven a reírse.

—Que se atrevan a tocarle un pelo a mi niña. Los abriré en canal con esto.

Causa y EfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora