La pena y el dolor que infringes volverán forzosamente a ti como un boomerang, para golpearte con la misma intensidad que usaste al lanzarlos. No es castigo: es enseñanza. No es capricho: es moraleja. No es venganza: es justicia. Llegó el turno del...
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Área 11: Serenity Ville
16 años
Altura: 1.61
Peso: 55
Cosechado
Arma: Cuchillos
Fortalezas: Arrojado, Genuino, Enérgico
Debilidades: Chicas guapas, Insolente, Bromista
Amuleto: Muñequera
El ligero dolor de cuello me despierta de repente. Miro a mi alrededor y tardó unos cuantos en ubicarme. Estaba cantando algo encima de la mesa de la cocina con Viktor, mientras los demás a nuestro alrededor vitoreaban y nos acompañaban.
Mi cabeza palpita en cuanto me muevo. No debería haber bebido tanto.
Estoy en uno de los sofás de mi casa con la cabeza apoyada en el hombro de Viktor, mientras que mi mano descansa peligrosamente cerca de su entrepierna.
Rápidamente la retiro y la limpio, frotándola con el brazo del sofá. Esto ha sido cosa de los otros seguro. Ya los pillaré.
Dos chicos cuyo nombre no recuerdo están durmiendo en otro de los sofás, y en el sillón hay una chica usando la funda del mismo a modo de sábana.
La casa está hecha un asco después de la fiesta pre cosecha que organizamos. Quizá sea la última vez que nos reunamos todos, aunque con suerte no la será. Por si alguno del grupo acaba en los Juegos, era importante que esta fuera la fiesta del año. La fiesta de la que todo el mundo opine que ya puede morir tranquilo. Había como cien personas en la casa anoche, de las cuales sólo conocía a la mitad, pero nos lo pasamos bien. Dicen que no es una buena fiesta si uno recuerda cómo acabó al despertarse.
—Buenos días —murmuro al entrar a la cocina y ver un tipo sin camiseta sirviéndose jugo en un vaso.
Él me devuelve el saludo y sale al jardín.
No sé ni la hora que es, pero no creo que sea muy tarde. No estarían todos aquí tan tranquilos. La mayoría estamos en edad de cosecha.
Abro el refrigerador y le doy un par de tragos a la botella de leche, me como un par de fresas y cojo una lata de refresco de lima. Luego busco las pastillas anti resaca, me meto un par en la boca y le doy un trago al refresco.
Unos minutos después empiezo a sentirme mejor. Quizá debería empezar a decirle a la gente que se vaya, aún tengo que arreglarme y todo.
Una chica que lleva puesta la bata de casa de mi madre entra a la cocina y se sienta en una de las sillas, dejando caer la cabeza en la mesa a la vez que emite un quejido.