La pena y el dolor que infringes volverán forzosamente a ti como un boomerang, para golpearte con la misma intensidad que usaste al lanzarlos. No es castigo: es enseñanza. No es capricho: es moraleja. No es venganza: es justicia. Llegó el turno del...
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Área 3: Wintertown
15 años
Altura: 1.85
Peso: 65
Voluntaria
Arma: Katana
Fortalezas: Responsable, Optimista, Maternal
Debilidades: Humor cambiante, Indecisa, Temeraria
Amuleto: Collar
Hacía mucho tiempo que no hacíamos un muñeco de nieve juntas. Desde que dejó de nevar en Wintertown.
—¿Cómo le podemos llamar? —me pregunta Tiana arrodillada a mi lado frente al pequeño hombrecito blanco que acabamos de crear.
—Hum... ¿Qué tal... Tiberius?
—¡Es una chica! —contesta, como si fuera lo más obvio del mundo—. Yo creo que deberíamos llamarla Melody. Es bonito.
—¿Como yo? —pregunto, tomada por sorpresa— ¿Y si a ella no le gusta?
Tiana acerca su cara a la cabeza del muñeco, como si éste le estuviese contando un secreto. Tras unos segundos asiente.
—Melody dice que le gusta mucho su nombre.
—Será ese entonces. Pero ahora tenemos un problema. ¿Cómo va a distinguirnos la gente?
—Cierto... -Murmura frunciendo el entrecejo mientras se queda mirando a la nada con cara de concentración—. A partir de ahora tu serás Melody 1 y ella Melody 2.
Tiana no me pide mi opinión, lo que significa que acabo de ser rebautizada sin opción a protestar.
—Es una buena idea. Pero ahora me temo que tendré que dejar a Melody 2 sola. Tengo cosas que hacer.
—¿Qué harás? —me pregunta mi hermana.
—Tengo que preparar algo de comida para ti. No voy a estar aquí para la hora de comer, así que lo dejaré todo listo y para cuando tengas hambre sólo tendrás que calentarlo y ya.
La sonrisa de Tiana desaparece de su cara y de un instante a otro rompe a llorar a la vez que me abraza.
—No vayas...Por favor.
Desde hace unos días tiene ataques de llanto que no puede controlar. Intentar tranquilizarla ha resultado ser poco efectivo.
—Tiana, no puedes seguir con esto. ¡Estás poniendo triste a Melody 2!
—Pero quizá no vuelvas nunca más... Igual que papá.
—Claro que volveré. ¿Cómo te iba a dejar sola? —Susurro dándole un beso en el pelo—. Hay muchos más chicos en la cosecha, no estaré yo sola.