Rebanada 4. Ampolla.

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Mientras empacaba, la emoción se apoderó de Mariana al imaginar su vida alejada de su familia, sin embargo, cuando llegó el día de despedirse y miró por última vez el interior de su casa ahora vacía, la nostalgia la invadió.

-Debes portarte bien, ¿entendiste? -preguntó su madre con lágrimas en los ojos, preguntó más por tramite que por desconfianza a su hija mayor-, y si cambias de opinión y quieres ir con nosotros, no hay problema.

Mariana asintió, abrazó a su mamá, luego a su hermanita y por último a su papá, toda la familia reprimió sus ganas de llorar por la separación, no obstante, sintieron aquellas lágrimas que mantuvieron aprisionadas en su mirada.

Una vez que la despedida terminó, Susana abrazó a Mariana y juntas miraron el auto de la familia partir, vieron las manitas dentro agitándose para decir adiós, lo observaron hasta que la distancia lo despareció.

-¡Es hora de ir a casa! -exclamó Susana una vez que aquella despedida terminó.

En el auto de Susana, Mariana comenzó a dudar de su decisión de vivir lejos de su familia pues apenas habían pasado cinco minutos cuando sintió la necesidad de volver a abrazarlos. Al distinguir la tristeza en Mariana, Susana le dijo en un intento de animarla:

-Puede parecer difícil al principio, pero te acostumbrarás. Ahora te quedas con el propósito de finalizar tu año escolar, pero si lo ves a futuro, quizá después te animes a quedarte para estudiar la Universidad.

-Ese ha sido mi sueño desde que tengo memoria. Me gustaría estudiar Medicina en la Universidad de La Gloria -señaló Mariana.

-Pues nunca pierdas tus sueños de vista. Si lo ves de una manera superficial, arriesgar da miedo, pero desde experiencia y el corazón... es lindo arriesgar. Disfruta el camino a tus sueños y si se pone difícil, no quites tu vista de la meta, eso te animará. Ahora, quitemos estas caras tristes y mandemos al dogther por comida para celebrar que oficialmente ya vives en mi casa.

Cuando Mariana llegó a la casa de Su, miró desde el auto que Sebastián discutía con una chica en la puerta, apenas las dos bajaron del auto, la pareja dejó de hablar.

-Hola. Bienvenida -saludó Sebastián a Mariana. Él la abrazó sin muchas ganas, de manera fugaz.

-¿Ya fuiste por la cena, Sebas? -preguntó Su mientras veía con recelo a la supuesta amiga de Sebastián que, molesta, fingía ignorarlas mientras tecleaba en su celular.

-Ya iba -respondió Sebastián-, dame un minuto.

Dicho esto, Susana y Mariana entraron a casa y Sebas continúo su discusión con aquella atractiva chica.

-Es un idiota -musitó malhumorada Susana-. Le pedí un estúpido favor y no puede hacerlo...

-Tranquila -sonrió Mariana-, no tengo mucha hambre, estoy más cansada que hambrienta. ¿Te molesta si voy a dormir un rato?

-No, ve a descansar. Mientras, me baño. Me toca trabajar esta tarde.

Mariana subió a su habitación, al lugar que había decorado junto con Su, a aquella recamara que sería suya durante los próximos meses.

Exhausta, Mariana se acostó en su cama para dormir, sin embargo, las voces de Sebastián y su amiga, provenientes de afuera, se lo impidieron. Apenas era audible el sonido de su discusión, pero eso fue suficiente para entristecerla por un momento hasta que los celos la invadieron. Dispuesta a enterarse del motivo de la discusión, se levantó de la cama, entreabrió con mucho cuidado la puerta que daba al balcón y, oculta entre la pared interior y las cortinas, asomó su oreja al exterior.

-Tienes muchas actitudes que me lastiman -dijo la bella chica.

-Fui claro contigo cuando empezamos todo esto -sentenció Sebastián-. Lo siento. Estoy enamorado de otra persona.

Piña IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora