Rebanada 36. Princesa de hielo.

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Cierta noche, luego de terminar su jornada en el restaurante, Félix, Pepe y Diego se dirigieron a casa de este último debido a que habían planeado quedarse a dormir allí. Antes de llegar a su destino, los tres pasaron a una tienda de conveniencia para comprar chucherías y luego continuaron su camino entre risas y bromas hasta que Félix preguntó a Pepe con seriedad:

—¿No has hablado con Mariana?

—No… El otro día, en la prepa, le mandé un mensaje, pero no me respondió. Me detesta.

—Pues creo que si le ruegas, te perdona. Talía me ha contado que Marianita sigue llorando por ti.

—¿No viajará con sus papás?

—Sí, pero aún no se va. Ve a su depa y pídele perd...

—No le ruegues si no la quieres —interrumpió Diego con seriedad luego de beber de su café.

—¿Y con quién le pusiste el cuerno? —preguntó Félix dándole de codazos a Pepe mientras sonreía con morbo—. ¿Fue con Abrilita, Brenda u otra chica nueva?

—Fue con la profesora Valeria —respondió Pepe con toda la naturalidad del mundo.

Diego miró asustado a Félix, no obstante, el pelirrojo lanzó una carcajada diciendo:

—¡Sí, claro! ¡¿Como no?! Me cagas, Pepe, te tomas demasiado literal eso de que “los caballeros no tienen memoria”. ¡Creí que éramos amigos y todo nos contábamos!

—¿Apostaste con Talía sobre con quién le puse el cuerno a Mariana?

—Eso no quiere decir que no me preocupe por ti, Pepito.

Los tres llegaron a casa en donde los padres de Diego los recibieron con una rica cena. Ya a la mesa, los chicos no dejaron de contar anécdotas de su trabajo en el restaurante que hicieron reír a todos, estaban los adultos tan felices por tener una cena alegre que, en cierto momento, la madre de Diego preguntó a Félix:

—¿También irás a las cabañas con Pepe y su hermano?

Ante el rostro evidentemente confundido de los invitados, Diego, muy avergonzado, golpeó las piernas de sus amigos por debajo de la mesa.

Félix respondió:

—Este… todavía no sé. Es que…

—Es que a él no le gusta pescar—interrumpió Diego.

—Pero qué bueno que ustedes sí dejaron ir a Diego —dijo Pepe— porque luego me aburro un montón. Yo tampoco sé pescar, pero mi hermano estaba insiste e insiste...

Cuando los tres subieron a la recamara de Diego, en voz baja le preguntaron al unísono:

—¿A dónde te vas a ir?

—Iré con Carla a las cabañas del bosque el último fin de semana de febrero, pero le dije a mis papás que iría con Pepe y su hermano a pescar todo el fin de semana. Así que, Pepe, no la vayas a cagar, eres mi coartada.

—Deberíamos ir los cuatro juntos —sonrió Félix—, Pepe no porque ya se quedó sin novia y Mariana tampoco porque Pepe le puso el cuerno. ¡Encerrarme todo el fin de semana con Talía sería como una fantasía hecha realidad!

—¡No, olvídalo! —dijo tajantemente Diego—. No quiero a nadie cerca.

—¡Ni que fueramos a meternos a la misma cabaña!

En ese momento, Pepe le soltó un almohadazo a Félix directo en el rostro diciendo:

—¡Que no! ¿Quién querría ver tu cara recién salida del apareamiento?

Piña IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora