El día del festival del libro infantil y juvenil, la preparatoria se llenó de niños representantes de preescolar, primarias, secundarias y preparatorias cercanas a la zona que, entrando a los salones, disfrutaron de las actividades que cada grupo había hecho de algún clásico de la literatura.
Para ese día, los grupos se esforzaron bastante pues cada uno de ellos ansiaba obtener el premio de ir a un viaje todo pagado al pueblo de Piña.
En ese tenor, Sebastián llevaba puesto un disfraz de león, era como una especie de mameluco enorme que solo dejaba descubierto su rostro, cuya nariz pintada de negro y un par de bigotitos pintados sobre sus mejillas, atraían a todas las chicas que visitaban su salón el cual ofrecía una mini obra de teatro sobre “El maravilloso mago de oz”.
Al finalizar una de sus tantas representaciones, Sebastián bajó de su escenario hecho con tarimas al frente del salón y sonrió ampliamente al ver que varias de sus amigas de otros salones se le acercaban para tomarse fotos con él y decirle lo tierno que se miraba.
Estaba el rubio disfrutando de su popularidad, de los abrazos y besos como pose para las fotos, cuando miró que Mariana, quien pasaba junto a Diego afuera del salón, le lanzó una mirada dura, celosa.
—¡Espérenme, chicas! —exclamó Sebastián rojo de vergüenza para entonces correr afuera del salón y alcanzar a Mariana, la cual llevaba una caja llena de hojas de papel en sus manos.
—¿Te ayudo? —preguntó Sebastián sonriéndole ampliamente a Mariana quien, al igual que Diego, vestía completamente de negro mientras llevaba puesta una diadema que tenía unas orejitas de zorrito combinadas con una cola afelpada atada a su cintura y un maquillaje de fantasía que simulaba al personaje.
—Eres un gato —señaló Diego con aire burlón.
Sebastián lo miró con odio, estaba a punto de decirle algo cuando entonces Mariana respondió:
—No te preocupes, no pesa y no quiero que pierdas el tiempo conmigo en lugar de con tus novias.
—No son mis novias.
—Deberías tener cuidado, Sebas —intervino Diego—, hoy nos visitan muchos niños y no deberías enseñarles a ser promiscuos.
Ante tal broma, Sebastián miró dibujarse una tenue sonrisa en el rostro de Mariana y aquello le dolió tanto que, dejando de caminar junto a ellos, le dijo a la chica:
—No sé de qué te enojas si tú prefieres estar con el amargado de Diego.
Mariana volteó a mirarlo, pero para entonces el rubio ya caminaba de vuelta a su salón.
—¿Andas con él? —preguntó Diego deteniéndose junto a ella.
—No. Él... Me confesó que me quería, pero no le he respondido nada porque quiero estar segura de que me va a tomar en serio y porque antes quiero hablar con Carla.
—¡Oh! Parece que se enojó. ¿Quieres ir a hablar con él? Pon tu caja sobre mi caja y ve.
Mariana asintió, dejó su caja y fue tras Sebastián, como el rubio ya había entrado a su salón para lloriquear en los brazos de una de sus amigas, para cuando Mariana llegó a la puerta del aula, lo miró abrazando a aquella chica y eso la hizo sentir tan triste que prefirió emprender una fuga al baño para llorar y tirarse al drama sin ser molestada.
Cuando Diego llegó a su salón, se encontró en la entrada a la profesora Valeria y al profesor Leandro, quienes al ser jueces del concurso, estaban allí para calificar.
—Les quedó lindo su salón —susurró la profesora Valeria cuando Diego se acercó a saludarlos con voz baja.
Al grupo de Diego le había tocado representar “El principito”. Por esta razón, los jovenes habían decidido colocar cortinas azul marino alrededor del salón para simular el cielo, también habían puesto un montón de series de foquitos de Navidad para simular las estrellas y habían colgado esferas de unicel pintadas como planetas, además, cubriendo el suelo con aserrín, asemejaron el aula a un desierto, pero lo que más llamababla atención de aquella decoración, era una parte de una avioneta que habían elaborado con cartón y papel maché.
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Piña II
Teen FictionEl viaje de crecimiento personal de un grupo de adolescentes que se enfrentan a las ilusiones y desilusiones ocasionadas por su primer amor.