Rebanada 41. El problemático.

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“¿Qué cómo me gustan los hombres? —pensó Mariana mientras miraba los rostros preocupados de Sebastián y Pepe—. Guapos, muy guapos, pero creo que, sobre todo, idiotas”.

—¿Cuál bebé? —preguntó Mariana, aunque estaba fatigada, podía sentir una creciente furia al escuchar tal chisme.

Sebastián respondió:

—Dicen que estás embarazada de Pepe.

—¿Y tú crees eso, Pepe? ¡¿Tú?!

José bajó su vista avergonzado solo para responder:

—Pues si las clases de sexualidad no me fallan, estoy un noventa y ocho por ciento seguro de que no.

Mariana se acercó a José, le quitó su mochila de la mano y luego dijo a Sebastián:

—Estoy resfriada, tengo fiebre y me siento fatal, me mandaron a descansar a casa. Me hizo daño la lluvia de anoche.

El rostro de Seb se iluminó dejando de lado toda la tristeza y preocupación que hace unos segundos lo habían ensombrecido.

—¡Yo te llevo! —se apresuró a decir Sebas—. Solo espérame aquí. Voy por mi mochila.

Sebastián se alejó veloz rumbo al salón, entre tanto, Mariana tomó asiento en el banco.

Ante el silencio, José no apartó su mirada de Mariana y aquello produjo que, nerviosa, recargara su cabeza en la pared y cerrará los ojos hasta que percibió que José se paró delante de ella.

Mariana abrió sus ojos, José tenía su imponente cuerpo frente a ella, peligrosamente cerca.

—¿Qué quieres?

José no respondió, prefirió colocar el dorso de su mano sobre la frente de Mariana con el fin de percibir su temperatura hasta que, deslizando su mano por su rostro a modo de caricia, la tomó de la barbilla.

—Yo te llevo a casa —le dijo sin apartar su mirada, con una sonrisa pícara mientras que con su dedo pulgar acariciaba el labio inferior de ella—. Hay que bajarte la calentura, ¿no? ¿Te parece si te doy un baño y luego nos vamos a la cama? Vámonos ya antes de que regrese Sebastián, no quiero verlo llorar.

Mariana le dio un manotazo para que la soltara, luego, avergonzada por sus pensamientos deseosos de José, dijo:

—Acabas de cagarte en los pantalones porque creíste que serías padre, pero ni cinco minutos después de descubrir que no ibas a serlo, haces esta clase de propuesta.

José se sentó a su lado, sonrió haciéndola ruborizarse y luego explicó:

—La ex de Seb fue a hacerle drama en el receso. Lo acusó de haberse metido  contigo andando aún con ella..

—¡No lo hice! —replicó avergonzada—. ¡No soy una zorra como tú! Besé a Seb ayer, él me dijo que ya había terminado con su novia, pero la chica llegó, nos vio besándonos y entonces descubrí que para ella, Seb aún seguía siendo su novio. ¡Sentí tanta vergüenza! Casi me golpea. Por suerte estaba lloviendo y creo que nadie miró ese teatrito.

—¿Estás saliendo con Seb? ¿Por qué te besó?

—No estoy saliendo con él, pero regresaré con él...

—¡No lo hagas! Si aún sientes algo por mí, no regreses con ese estúpido.

—¡Iba a hacerse cargo de un bebé que no era de él! Será un estúpido, pero no cabe duda de que me ama demasiado, en cambio tú...

—Yo también iba a hacerme cargo del bebé.

—Oh.

Hubo un breve silencio que terminó cuando José dijo sonrojado:

Piña IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora