Rebanada 34. ¡Corte!

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La mañana siguiente, mientras Carla y Diego viajaban en autobús rumbo al jardín en donde él tendría su actividad con el club de paisajismo, ella le preguntó:

—¿Lograste saber con quién le puso el cuerno Pepe a Mariana? Ella no nos lo quiso decir.

—Ni siquiera vi a Pepe. Ayer tardó demasiado en dirección y no me ha respondido mis mensajes.

—Sospecho que fue con Abril.

Cuando ambos llegaron al jardín, Carla se sorprendió bastante al ver que había un montón de chicas en el club de paisajismo que enseguida miraron como embobadas a Diego en cuanto llegó.

—¡Eres tan popular! —exclamó Carla sinceramente emocionada.

—Te traje para que me cuides —reclamó Diego—. Rápido, hay que besarnos, si quieres, agárrame una nalga…

En ese momento una chica se acercó a ellos diciendo:

—Dieguito, ¿por qué no viniste con nosotros en el autobús escolar?

—Es que —respondió Carla de lo más alegre, sin dejar de tomar la mano de su novio— dice que le da miedo viajar con tantas chicas. Es tímido.

—¡No es cierto! —se sonrojó Diego.

—¡Ay, tu nariz está rojita, mi amor! 

—Es porque hace frío.

Quitándose la bufanda, Carla abrigó con ella a su novio mientras le decía:

—Te la pondré las veces que quieras.

Ambos soltaron una carcajada que provocó que la chica, no entendiendo nada, se retirara.

Pepe:
Estuve tocando esta mañana en tu casa, pero nadie me abrió.

Diego:
No estoy en casa, por la tarde regreso.

Pepe:
Ok

De regreso a casa, en el autobús, Carla miró los dibujos que Diego había hecho con el club, por lo que, asombrada por el talento de su novio, dijo:

—¡Genial! Podrías ser un gran arquitecto.

—O irme a estudiar arte contigo.

—Bueno… No sé… Quisiera ser ilustradora, pero me da miedo no lograrlo. Aún no estoy decidida si irme al departamento de Artes o estudiar contabilidad como papá. Es más probable que gane más dinero como contadora que como artista.

—Creo que tienes la capacidad de lograr lo que quieras.

Carla agradeció las palabras de aliento dándole un tierno beso en los labios, luego cambió de tema al decir:

—Iré a ver a Mariana luego del trabajo. Quiero llevarle un pastelito para que se anime.

—¡Oh! Me encargó una receta médica para que justifiquen sus faltas. ¿Puedes llevársela?

Ambos llegaron a casa de Diego, allí subieron a la habitación de él y, mientras Diego buscaba sobre su escritorio un folder con la receta médica, Carla se sentó en su cama.

—¿Te dieron la receta tus papás o la falsificaste? —preguntó Carla.

—No la falsifiqué, simplemente tomé una hojita del recetario de papá y coloqué medicamentos que me dieron cuando tuve faringoamigdalitis —sentándose a su lado, Diego le entrego la receta—. Bueno, sí falsifiqué la firma de papá, nada más.

Piña IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora