Rebanada 38. ¿Punto final?

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Pese a que Mariana había acusado a Valeria frente a Sebastián, la profesora recuperó de forma rápida la serenidad de su rostro.

—Disculpa —dijo Valeria con una expresión molesta que logró que la misma Mariana dudara de la verdad que conocía—, no sé de qué hablas.

—¡Sé que te metiste con José!

—No sé qué te habrá contado Pepe, pero no ha pasado nada entre nosotros. José delira conmigo, se la ha pasado acosándome desde hace un año, pregúntale, dile que te diga la verdad… Se acercó a mí para tratar su pánico escénico, pero malinterpretó todo y por eso ya no lo atendí. No quería armar un escándalo porque no quiero afectarlo...

—¡Mentirosa! Puedes manipular a José porque él te ama, pero Sebastián y yo no sentimos más que asco por ti. Sé de las llamadas que le hacías mientras estabas en España porque yo llegué a hablar contigo a través del teléfono. ¿Qué profesional busca a un menor de edad en plena madrugada reclamándole sobre su nueva relación? No quiero exponer a José, no quiero que se distraiga de nuevo cuando está intentando levantarse, pero si vuelves a acercarte a él, te juro que toda la escuela se va a enterar de lo que pasó. ¿A quién le van a creer? ¿A ti y a Pepe o a nosotros? ¿Quieres que probemos?

En ese momento, Leandro abrió la puerta y, al percatarse del ambiente tan tenso allí, preguntó a Mariana, la cual no dejaba de llorar:

—¿Qué pasa?

Antes de que Mariana pudiese responder, Valeria contestó:

—Estaba hablando con Seb y Mariana llegó a interrumpir para que dejara ir a Seb ya que la pobre se siente mal…

Pero Mariana, sintiendo un odio terrible hacia Valeria, aprovechando que Leandro era su amigo, dijo:

—Leandro, me siento mal. ¿Puedes llevarnos a Sebas y a mí a casa? Sirve que aprovecho para hablar contigo sobre algo muy delicado.

—Yo te llevo —ofreció Valeria de inmediato, al borde del pánico— , no te preocupes.

—¡Tú aléjate de mí!

Sebastián tomó de la mano a Mariana, quien ahora estaba llorando, y, evidentemente afectado por todo lo que acababa de descubrir, dijo:

—Yo la llevaré.

Sebastián salió junto a Mariana de la oficina, una vez afuera se quitó su abrigo y, poniéndolo sobre la cabeza de ella con el fin de ocultar su rostro, la llevó hasta afuera de la escuela en donde abordaron un taxi, apenas entraron al auto, Mariana abrazó al rubio y comenzó a llorar sin decir nada.

Entre tanto, en la oficina de Valeria, Leandro se sentó frente a ella y preguntó con una seriedad que ella nunca había visto:

—¿Qué pasó?

Justo cuando Valeria no esperaba a que las cosas se pusieran peor, José entró a la oficina diciendo:

—¡Profe, le traje mi ensayo! ¡Hola, Leandro! —saludó disfrazando su coraje de cinismo—. Tu prometida es increíble. Aunque ya no es mi profesora, sigo disfrutando mucho de su experiencia...

Leandro se levantó furioso y aquello asustó tanto a Valeria que, de forma veloz, se colocó frente a Leandro suplicándole al borde del llanto:

—¿Puedo ir a las siete a tu casa? Te veo allí, ¿sí? ¡Por favor! Yo arreglo esto.

Leandro la besó y luego se retiró sin mirar siquiera a José, quien dijo a Valeria apenas y quedaron solos:

—Creo que sospecha de nosotros. ¿Quieres que ponga el seguro? —sin esperar respuesta, él colocó el seguro a la puerta—. Por cierto, no hice ningún maldito ensayo sobre el bullyng.

Piña IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora