Rebanada 53. Final. Distancia.

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Ante la descarada interrogante, Sebastián se levantó con rapidez, temeroso de que la prudencia acudiera al rescate de Mariana antes de que él pudiese cumplir su fantasía.

—Vamos —sonrió mientras le daba la mano a su novia.

Los dos caminaron hacia la roca, entre risas ingresaron al mar, no obstante, tan pronto como Mariana sintió que el agua levantó su falda, comenzó a arrepentirse.

Al ver el rostro de Mariana, Sebastián notó cierto temor, por lo que, cariñoso, la escondió detrás de la roca y allí la besó.

—Está bien —le dijo Sebastián al oído—. Nadie nos ve.

Sebastián sentó a Mariana en el borde de la roca y miró con lujuria la manera en que el agua apenas cubrió los pechos de su novia.  Aquella vista lo enloqueció.

Si bien, ambos podían sentir la adrenalina de ser descubiertos, ese temor, en lugar de apaciguar su deseo, lo aumentó.

Bajo el agua, Sebastián metió su mano al escote de Mariana y, completamente excitado, desnudó sus pechos metiendo la tela entre ellos, hecho esto, los besó mientras los estrujaba desesperado con sus manos.

Deseoso de más, Sebastián bajó la bragueta de su pantalón y, fuera de sí, llevado por completo por la excitación, se entregó a su pasión con rudeza.

Cansada luego de tanto bailar, Carla regresó a la mesa en donde Diego hablaba con algunos de sus amigos que tampoco sabían bailar. Entonces ella se sentó sobre las piernas de él y le dijo:

—Salgamos a ver la luna.

Él asintió, la tomó de la mano y salió junto a ella al patio del hotel en donde ocuparon  un camastro para mirar la luna y escuchar el relajante oleaje del mar. 

—Cada que veas el cielo de noche en China —dijo Carla mientras abrazaba a Diego—, quiero que te acuerdes que cada estrella significa las veces que pensé en ti durante el día.

—¿Y si por la contaminación no se ve nada? —cuestionó Diego con una sonrisa.

—Que no las puedas ver, no significa que las estrellas no estén allí. Que no podamos vernos, no significará que mi amor por ti desaparezca.

—¡Je! Eres muy linda con tus cursilerías —él besó la frente de Carla, luego dijo sinceramente conmovido—: Me haces muy feliz.

Mientras tanto, Félix sacó de la fiesta a Talía para llevarla al mirador del quinto piso del hotel. Allí le dijo completamente ruborizado:

—Cierra los ojos y estira la mano izquierda.

Talía hizo lo que su novio le pidió hasta que sintió que el pelirrojo le colocó un anillo en el dedo índice, entonces abrió los ojos.

—Va en el anular —dijo Talía al borde del llanto.

—¡No es de compromiso! —se apresuró a decir Félix—. ¡Todavía estoy chiquito! Este es un anillo de promesa. La señorita de la tienda me dijo que este anillo representa el amor, la amistad y la lealtad y creí que describía perfecto lo nuestro. Por eso quiero que lo tengas mientras no estemos listos para colocar el otro.

Talía se arrojó a los brazos de Félix y, sin poderse contener, lloró emocionada.

En la fiesta comenzaron la graciosa ceremonia de nombrar a los reyes de la generación. Todos creyeron que Diego sería nombrado como rey por su belleza, inteligencia y popularidad, sin embargo, fue grande la sorpresa cuando Héctor fue nombrado ganador de tan ansiada corona debido a su carisma.

El guapo moreno celebró su triunfo, quería ver la cara de derrota de su rival, pero ni siquiera lo encontró en aquel salón de fiestas, sin embargo, aquello no le importó mucho, eufórico subió al escenario y recibió una corona. Posteriormente Abril fue nombrada reina de la generación y la pareja celebró con un gran beso.

Piña IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora