Rebanada 5. Unilateral.

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Luego del descanso, Félix y Talía, aprovechando que el profesor aún no llegaba al salón, propusieron a sus amigos ir al centro de la ciudad saliendo de clases. Todos estuvieron de acuerdo con la idea, en un instante hicieron planes de ir a un buffet chino para comer y estuvieron tan entusiasmados con el propósito que Pepe, Mariana, Talía y Félix, incluso decidieron esperar por media hora a Diego y a Carla al terminar las clases debido a que ambos tuvieron que quedarse a una junta con el resto de representantes de grupo.

Mientras Carla caminaba junto a Diego por la escuela para dirigirse al salón de juntas, miró de reojo la mano de su novio, anhelaba tanto tomarlo de la mano frente a todos que, mientras se armaba de valor para hacerlo, pudo sentir los latidos fuertes de su corazón.

—Pese a lo fastidioso que me resultaban las juntas después de clases —dijo Diego de pronto haciendo que Carla desistiera de su propósito y, avergonzada, llevase su mano a la correa de su mochila—, me gustaba ir para verte. Hoy podría saltarme esas juntas ya que ya no las necesito. No hay que entrar a la junta.

—No puedes. Eres el presidente estudiantil… Así que…  —ella sonrió y mientas le daba codazos suaves en el brazo a Diego, le preguntó emocionada—: ¡¿En serio ibas a las juntas para verme?! ¿Desde cuándo?

—¿Desde cuándo qué?

Ella dejó de golpear a su novio para luego poner sus manos sobre su corazón y decir con tono meloso:

—¿Desde cuándo te fijaste en mí? ¿Desde cuándo te diste cuenta que era el amor de tu vida?

Diego tocó su propio cuello y, masajeándolo, respondió avergonzado:

—Yo me fijo en todo, niña cursi.

—No, tú acabas de decir que ibas a esas juntas con el fin de verme, no de ver a todos. Yo te vi el segundo día de clases. Te vi por primera vez en el autobús, le cediste tu lugar a una señora que llevaba a su hijo al doctor. El niño iba llorando y tú lo tranquilizaste. Me di cuenta que siempre leías en el autobús. Siempre te miraba tan amable y atento. Me ponía muy nerviosa cuando te veía, mi corazón latía muy fuerte y rápido, mis piernas temblaban y se me olvidaba hasta cómo caminar, así que no me animé a hablarte hasta ese día en que me caí frente a ti y más tarde tú me llevaste a casa.

—¡Qué miedo! Cualquiera diría que me acosabas —ambos rieron,  luego él confesó—. Te me hiciste guapa desde el primer día de clases en que te vi subiendo al autobús. Ahora sé que tú te fijaste un día después en mí.

—¡Fue amor a primera vista! ¡Te gusté! ¡Ya te gustaba! ¡Qué feliz me siento! ¡Qué guapa me siento!

—Dije que te me hiciste guapa, no que me enamoré de ti.

—¿Y en qué momento te diste cuenta que te tenía hechizado en cuerpo y alma como una Elizabeth a su Mr. Darcy?

Diego puso su mano sobre la cabeza de Carla, ella se detuvo junto a él, miró a su novio sonrojado, entonces él resbaló su mano desde la cabeza hasta el hombro derecho de ella, luego se inclinó y le dio un beso suave en los labios.

—¿Puedo tomarte de la mano en la escuela? —preguntó él.

—¡Pues ya me besaste! —sonrió ella—. Creo que eso no será relevante si ya me besas en la escuela…

—¡Entonces no te agarro!

—¡Mejor sí agárrame! ¡Claro que sí es relevante! —ella lo tomó de la mano y luego continuó caminando a su lado mientras sonreía ampliamente.

Estaba Sebastián hablando con una de sus amigas en el salón de juntas cuando miró a Carla llegar tomando de la mano a Diego. La sonrisa del rubio se borró, pero a pesar de que se sintió bastante triste, simplemente fingió que aquello no le importó.

Piña IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora