Rebanada 50. Vencido.

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—¡Bravo! —exclamó Carla cuando los chicos dejaron de gritar.

De inmediato el festejo de Diego se tornó en vergüenza, hasta ese momento en que escuchó la voz de Carla, le pareció desconsiderado festejar frente a ella su ingreso en la universidad que recién la había rechazado.

Pepe y Esteban también sintieron como suya esa incomodidad, así que, disimuladamente, desaparecieron de la pantalla mientras que Diego, ruborizado, le dijo a Carla:

—Paso a tu casa… Llego en unas dos horas.

—Bien. Ven con cuidado.

Carla agitó su mano para decir adiós y enseguida colgó. El festejo de Diego la había desilusionado un poco porque, luego de lo que Talía, Mariana y Sebastián le habían dicho, sobre que estaban seguros de que Diego rechazaría esa beca con tal de no despegarse de ella, pensó que a Diego le costaría aceptar irse sin ella, que ni siquiera festejaría.

Más tarde Diego llegó a casa de Carla, había tardado en llegar un poco más a lo acordado debido a que había pasado a su casa para bañarse y cambiarse de ropa. Apenas Carla lo miró, lo abrazó efusivamente para felicitarlo.

—Me iré a China —le dijo mientras ella lo abrazaba.

Los ojos de Carla se llenaron de lágrimas, nunca había escuchado a Diego hablar con tanta seguridad acerca de lo que quería en el futuro y le dolió un poco que dicho plan implicara su separación, no obstante, ella ocultó su tristeza.

—Me alegro —respondió pese a que era mentira, pero luego agregó una verdad—. Estoy muy orgullosa de ti.

Luego de que Diego se marchó, Carla fue a su recamara, cerró la puerta y se acostó en su cama para llorar hasta que alguien entró a su habitación. Avergonzada, cesó su llanto mientras se lamentaba por no haberle puesto seguro a su puerta.

—Carla —llamó su mamá de manera distraída—. ¿Tomaste mi bolso ros…? ¿Qué tienes? —la adolescente, boca abajo, negó con su cabeza, pero su mamá fue a sentarse a su lado para acariciar su cabeza—. ¿Peleaste con Diego?

—No —explicó con un nudo en la garganta—. Él sí consiguió la beca para China y se va a ir y no quiero que me deje. Está mal lo que siento porque él está muy emocionado por esa beca, pero no quiero que se vaya.

—Ven, déjame abrazarte —Carla se enderezó, arrodillada sobre su cama abrazó a su mamá y lloró—. Marianita iba en el mismo salón que su ex, ¿no? El chico por el que lloró tanto estaba a su lado. Mira, estaban tan juntos y eso no resistió, pero está bien, las cosas suceden por algo. Si Diego y tú están destinados, la distancia no romperá lo que tienen, pero si no es así… Puede parecer algo imposible de pensar ahora que eres muy joven, pero a medida de que madures y conozcas a la persona indicada, entonces entenderás el porqué de las cosas. 

Cierta tarde, mientras Carla, Talía, Mariana y Sebastián miraban, desde el pasillo del segundo piso de cierto edificio, el partido de fútbol entre el salón de Diego y otro grupo de tercer año, Sebastián dijo, luego de que Navarrete diera un pase a Héctor que este convirtió en gol:

—¡Qué ridiculez! ¿Por qué gritan tanto las chicas por esos dos? ¡Ja!  ¿Se imaginan que Diego sea considerado feo en China? Y que del otro lado del mundo digan cosas como: “Pobre chico, solo una ciega se va a fijar en él”.

Carla suspiró y, al ver como las chicas abajo gritaban y no despegaban la vista de su novio, dijo:

—¡Ojalá! Seguro conocerá a alguien más bonita e inteligente que yo y entonces me terminará. ¡Diego podría casarse con una china millonaria!

—Eso no va a pasar —dijo Mariana tajantemente—. Diego conoce a chicas más lindas, inteligentes y ricas que tú y no te ha dejado.  Tu amarre o lo que le hayas dado a Navarrete, funcionó.

Piña IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora