Cuando Carla despertó la mañana siguiente, lo primero que hizo fue sonreír al hallarse envuelta en el abrazo de Diego, quien, a espaldas de ella, siguió durmiendo.
Al experimentar una fuerte necesidad por mirar el rostro de su novio, Carla giró, pero ante el movimiento, Diego despertó y, sin abrir los ojos, buscó prolongar el abrazo de manera que, colocando la nariz sobre el hombro de ella, la acercó a su cuerpo con sus brazos y entrelazó sus piernas.
—Tienes la nariz fría —susurró sonrojada ante el contacto de sus cuerpos desnudos.
Ella subió las cobijas de su cadera hasta su cuello y, cuando lo hubo abrigado, se separó un poco para observar el atractivo rostro de Diego, sus cejas boscosas que hacían juego con sus pestañas largas y tupidas, sus labios gruesos y suaves y la perfección de aquellos rasgos cincelados con una belleza casi femenina, pero inequívocamente masculina.
Carla acarició su cabello y besó su frente, como el sol aún no había salido, cerró de nueva cuenta sus ojos y durmió con una sonrisa en su rostro, podía jurar que amaba tanto a Diego que su corazón dolía.
Esa mañana, un par de horas más tarde, Diego se despertó al escuchar a Carla decir:
—¡Tengo hambre! ¡Vamos a almorzar!
Diego abrió lentamente sus ojos, el sol ya había salido y Carla, vestida con unos vaqueros y una chamarra, se maquillaba frente al tocador del baño.
—Ven conmigo otro rato —musitó Diego somnoliento.
—No, quiero que me lleves a pescar. Pediré un louch para que almorcemos junto a la cascada. ¿Te parece? ¿O prefieres que vayamos a las aguas termales? —él no respondió por lo que Carla salió del baño y bajó las escaleras mientras decía—: Te espero en el restaurante. ¡Iré a pedir la comida!
Carla se sentía nerviosa, no podía quitarse de la mente todo lo que había hecho con Diego la noche anterior, estaba tan avergonzada, que por momentos sonreía sin darse cuenta y luego abanicaba con sus manos su rostro ruborizado.
Minutos más tarde, su corazón latió con fuerza cuando, sentada en una banquita que estaba afuera del restaurante, miró a Diego acercarse.
“Parece señor Darcy —pensó divertida—. Diego Darcy”.
—¿De qué te ríes? —preguntó Diego al llegar a ella, Carla se levantó y negó con la cabeza.
—Ya empaqué nuestro almuerzo, Piñito —avisó mientras le mostraba su mochila—. ¡Pedí cuernitos rellenos! Llevo jugo, frutas, cereal y yogurt.
—Entonces vámonos.
Ambos se tomaron de la mano y luego fueron por un sendero que los llevó hasta una cascada. Apenas llegaron, Diego le tomó un montón de fotos a Carla quien posó encantada, luego, yendo a una parte más tranquila del rio, almorzaron junto al agua.
—Amo este lugar —dijo Carla luego de respirar hondo el aire fresco y puro del bosque.
—Cualquier lugar es bonito si tú estás en él —sonrió Diego provocando un suspiro en ella.
—Oye, piñito, ¿iremos a la boda del profe Leandro y la profe Vale? Para ir pensando qué ponerme ese día. Talía y Félix sí irán. ¡Sería nuestra primera boda juntos!
—Sí, hay que ir. Oye, por cierto, no vayas a mencionar nada de la boda a Pepe.
—Tú sabes algo y no me quieres decir. ¡Dime! Siempre te guardas los mejores chismes para ti solito y ya, hasta mucho tiempo después, me cuentas. ¡No es justo! ¡Cuéntame!
—Bueno, te voy a contar, pero no le digas a nadie. Júralo, Carla.
—¡Lo juro!
—Solo lo sabemos Pepe, Leandro, Valeria, Mariana, Sebastián y yo. Si esto llega a salir, tú te convertirás en la peor chismosa del mundo...
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Piña II
Teen FictionEl viaje de crecimiento personal de un grupo de adolescentes que se enfrentan a las ilusiones y desilusiones ocasionadas por su primer amor.