Rebanada 23. Shakiro, Shakiro.

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José había hablado innumerables ocasiones con Leandro, había sido su amigo, había reído con él e incluso el profesor había sido el confidente que lo había aconsejado varias veces, no obstante, esa noche la confesión de aquel adolescente estaba lejos de ser como las de siempre.

José estaba enojado y frustrado, tan cegado por sus sentimientos que a falta de Valeria, dirigió todo su sufrimiento a Leandro.

Mientras el profesor se acomodaba en la silla frente a él, José sintió el latir violento de su corazón, latió con tanta fuerza que incluso percibió ese pulsar en su cabeza.

—Quería despedirme de Valeria —respondió José.

En el rostro de Leandro se dibujó cierta incredulidad, enseguida sus ojos miraron las manos de José sobre la mesa, luego lo miró a los ojos y preguntó:

—¿Cómo sabías que tu profesora se iba hoy?

—Ella me lo dijo, luego confirmé todo cuando me mostró el boleto de avión en su recamara —la sonrisa de Leandro se borró y aquello le brindó seguridad a José, el adolescente se sintió tan triunfante que, inclinándose sobre la mesa, con los dedos de sus manos entrecruzados, continuó su confesión diciendo con una sonrisa egocéntrica—: ¿No se te hizo extraño que durante todas estas vacaciones Valeria se la pasara ignorándote? Anoche quisiste quedar con ella, pero Vale me prefirió a mí. Tú solo eres la fachada de todo, por eso no te deja. Ella me prometió esta mañana que estaríamos juntos apenas y yo saliera de la preparatoria. Hazte a un lado.

—¿Tienes pruebas de lo que dices?

—¿Quieres que te muestre los registros de llamadas? Cada una fue para planear una cita.

—¿Es lo único que tienes?

—Sé lo difícil que te puede resultar todo esto. Pero ya me harté de ti.

Leandro bajó su vista, luego preguntó:

—¿Amas a Valeria o solo estás obsesionado con ella?

—Nos amamos.

Leandro acarició su tenue barba, luego se cruzó de brazos y después de un breve silencio, dijo con seriedad, sin quitarle la vista de encima a su alumno:

—Luego de decirme todo esto, ¿qué esperas que pase? ¿Quieres que la deje? Lo haré, pero déjame decirte que con tal de no dejártela, maldito estúpido, voy a denunciar que Valeria mantuvo una aventura con uno de sus alumnos. Diré que tú mismo me lo contaste. ¿Te digo qué va a pasar si hago eso? Le vas a destruir la vida a Valeria, ¿crees que ella te va a seguir amando después de eso?

—Al final tú serás el que la delate, no yo. A quien va a odiar es a ti, no a mí.

—Me estás diciendo que al que ama es a ti y no a mí, si yo hablo, no tengo nada que perder de todas formas, ¿no? Tú eres el que tiene todo que perder. ¿Estás seguro de que el supuesto amor que Valeria siente por ti es tan fuerte que te va a perdonar esta imprudencia?

José no respondió, dudó. De todas formas, pensó, Valeria acababa de aceptar un anillo de compromiso frente a él.

—¿Qué esperas que pase? —cuestionó una vez más Leandro, con una serenidad monstruosa—. Aunque ni siquiera has pensado en lo que acabas de hacer,  ¿verdad? Eres un mocoso, un idiota jugando a ser adulto, pero no piensas en las consecuencias de todo lo que haces. No voy a hacerme a un lado. Si quieres, te ofrezco esta otra posibilidad: Fingiremos que no tuvimos esta conversación, si amas a Valeria, te harás a un lado y mantendrás el hocico cerrado. Escúchame, Pepe, si llego a enterarme que vuelves a buscar a Vale o a mencionar algo de este asunto con quien sea, te voy a hacer la vida imposible, a ti y a ella. ¿Quieres que denuncie a Vale o quieres que le diga que andas vociferando que son amantes? O quizá solo quieres que finja que esta conversación jamás pasó.

Piña IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora